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Los 'reprimidos' se divierten

La 'brutal represión' se sufre vestidos de Armani. Y la falta de libertad de expresión se denuncia desde 8 platós de TV. El realismo mágico del secesionismo encuentra capital en Bruselas.

Puigdemont y los 200 alcaldes, celebrándolo

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Cualquiera que oiga el reiterado sainete sobre la "brutal represión" en España o el ataque "a la libertad de expresión" y luego vea a las supuestas víctimas de esos dos fenómenos, probablemente alucinará.

La imagen de hoy ilustra el antagonismo entre la denuncia falsa y la contumaz realidad: allí se ve a un montón de oprimidos riendo y aplaudiendo, como si estuvieran a punto de arrancarse por sevillanas, con perdón para sus almas secesionistas.

Doscientos de ellos son alcaldes separatistas, que han podido fletarse un avión y acudir a la capital de Europa, vestidos de punta en blanco y con hoteles y taxis fist class para denunciar la citada represión. Y para contarlo, desde allí, en interminables horas de televisión en todos los programas patrios.

Puigdemont es el Rompetechos que todo lo estropea, pero lo cuenta como si el mundo estuviera rendido a sus pies

Cualquier pensaría que un reprimido, brutalmente o no, no puede permitirse esos lujos; y que lo último de lo que disfruta un censurado es de más horas en antena que el mismísimo Antonio García Ferreras.

Pero no, en el realismo mágico de Cataluña, todo es distinto a lo habitual y nada es lo que parece: de igual modo que no existe pero existe la República, la brutalidad, la coacción y el acoso se presentan en su versión antagónica.

Y aunque tal vez todo el mundo vea ahí una tropa de niños pijos consentidos, con ingresos garantizados por el erario público del mismo Estado al que presentan como la Camboya de Pol Pot, lo que hay en realidad son dignos émulos de Mandela o Anna Frank.

Hedor en Bruselas

Y al frente de todos ellos, el gran Puigdemont, el Rompetechos que todo lo toca y todo lo estropea, pero lo cuenta como si el mundo entero estuviera rendido a sus pies. Don Carles se repite ya más que las coles de Bruselas, y sus flatulencias políticas tienen atufadas a todas las instituciones europeas, hartitas de un virus incómodo pero no letal.

Sólo hay que esperar unos días para que se obre el milagro y los mismos que denuncian la represión de España se presenten a unas elecciones convocadas en España. Para elegir, estrictamente, diputados autonómicos. Aunque viendo el percal, a ver quién les convence de que en esos comicios no se decide quién gobierna el Paraíso Independiente sino quién demonios revierte la fuga de empresas, neuronas y decencia en Cataluña.

Revolucionarios de Armani, uníos.

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