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El Lector Perplejo

Monedero, forofo del horror de Lenin

Monedero ha expuesto su pasión por uno de los criminales más sanguinarios de la Humanidad, sin que nadie tiemble. Pero este Lector Perplejo no lo deja a estar y sacar la historia a paseo.

Monedero, forofo del horror de Lenin

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Monedero podría tener una sección propia, para él solito, a la que podrían dedicarse a tiempo completo al menos tres lectores perplejos como servidor. Y no darían abasto. Cada vez que abre la boca sube el pan, como decían las abuelas, y lo hace por las nubes.

Cabe reconocerle la capacidad de disfrazar las más siniestras ideas como nadie, aunque bien mirado ésa era virtud también de ciertos malandrines de infausto recuerdo. Y para los malpensados: no, no nos referimos a aquellos sórdidos adultos de nuestra infancia que la leyenda colocaba a las puertas del colegio con un cargamento de caramelos. Pensábamos más en Pennywise, lo aclaramos.

El caso es que el bueno de Carlitos, ya conocido por sus pasiones chavistas, perdió esta semana la oportunidad de recordar y celebrar la caída del Muro de Berlín y, en su lugar, dejó esta bosta tan fétida como en realidad coherente con sus propia trayectoria:



Con un par... de neuronas. Porque sólo en ausencia de ellas, puede celebrarse así la figura de Lenin y tildar de "esperanza" una de las masacres más longevas, brutales y masivas de la historia de la humanidad. Como inculto no es el señor Monedero, aunque no sea la reencarnación de Sartre que cree ser, hemos de concluir que le molan las andanzas de uno de los tipos más crueles nunca conocidos o que, en todo caso, le parecen vulgares daños colaterales al lado de la grandeza revolucionaria de su misión.

El caso es que si saliera a la palestra un político del PP o de Ciudadanos aplaudiendo "la revolución nacionalsocialista", cosa que jamás ha ocurrido, tendría que exiliarse en Marte como cerca para evitar la merecida lluvia de pedradas dialécticas que se llevaría.

La crueldad máxima

Y Lenin es eso, por mucho que la demagogia y la posverdad hayan querido presentarle como el chicho bueno del movimiento blochevique, en contraposición con el malo, su heredero Stalin, al que no obstante también tratan con incomprensible indulgencia demasiados.

Refresquemos la memoria, no tanto a Monedero como a los lectores que, tras leer su loa leninista (habitual también en el insigne Garzón), no se hayan escandalizado. Para empezar, Lenin no trajo "esperanza", sino dictadura: tras ser desalojados los zares, en Rusia se intentó instaurar algo parecido a una democracia que, en otras cosas, desechó a los bolcheviques como fuerza de Gobierno. Algo que al mito de Juan Carlos no le hizo gracia. Y no lo aceptó: tomó por la fuerza el poder y lo mantuvo a sangre y fuego.



Algunas cifras para avergonzar el ideológo de Podemos, confirmadas ya por la ingente investigación histórica y documental que atestigua la magnitud del horror leninista. Sólo entre 1917 y 1924, se calcula que murieron asesinados 1.5 millones de rusos, por motivos religiosos, políticos, por cosacos o, agárrense, por hacer huelgas o ser campesinos.

Lenin se cargó la democracia rusa, cogió el poder por la fuerza y asesinó o mató de hambre a millones de personas

Y ahí no acaba la cosa: el totalitarismo derribó la libertad de prensa, de concentración y de afiliación política para consagrar un régimen de hierro en el que ser disidente equivalía a estar muerto. Y el que sobrevivía a todo eso, tenía serias opciones de morirse de hambre: hasta seis millones de seres humanos acabaron en la tumba por no tener que comer.

Se entiende todo

Luego vino Stalin, aquel salvaje que dijo aquello de que "Un muerto es un drama; veinte millones una estadística", como recoge Martin Amis en la imprescindible 'Koba el Terrible', y se dedicó en cuerpo y alma en superar esa cruel previsión.

A estos sátrapas sanguinarios mira Monedero para estimularse. No es de extrañar que Otegi le parezca un simpático muchachote, Maduro un grandullón con buenas intenciones y Puidemont un libertario. Al lado de sus mitos, son unas hermanitas de la caridad.

Y ahora disculpen, las náuseas reclaman mi atención.

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