Colau, ebria de poder
Quizá no bebió nada, pero la cena le sentó mal: sólo eso explica las dos barbaridades que, en un mismo fin de semana, ha perpetrado la alcaldesa por accidente de Barcelona. Gloriosa ella.
Menos trabajar, que la muchacha no tuvo mucha suerte y la Seguridad Social nunca podrá decir que tuvo en sus cotizaciones un fiel bálsamo, Ada Colau ha hecho casi de todo en política en bien poco tiempo.
Desde gobernar una de las grandes ciudades de Europa pese a tener sólo 11 de 41 diputados (habla como situviera el apoyo del primer Obama, pero no) hasta intentar desalojar al Rey de una manifestación contra el terrorismo yihadista, pasando por mirar para otro lado cuando apedreaban a turistas en su ciudad hasta llegar, en pleno apocalipsis soberanista, a engrosar con eufemismos las filas del separatismo.
Con Pablo Iglesias ya definitivamente convertido en su mayordomo en Cataluña -y ya veremos si cualquier día no le da un disgusto y se lanza al ruedo nacional-, la señora Colau ha perpetrado un fin de semana de ésos que, cuando llega el lunes, uno se pregunta para qué demonios salió de casa y por qué diantras se tomó esa última copa.
De dos en dos
Para empezar, rozó el éxtasis al sumarse a una manifestación en defensa de los presos políticos, ese unicornio inexistente al que apelan los soberanistas para tratar de esconder que algunos de los suyos están en el trullo por saltarse la ley, de manera clamorosa, y no por defender una idea por tonta que sea. Esta perla dejó Ada, sin hache, quizá por la escasa magia que destila:
Como aclararle algo tan obvio es un esfuerzo inútil que conduce a la melancolía, mejor vamos a recordarle a la contumaz alcaldesa por accidente a un preso político de verdad, de no hace tanto, que además de ser secuestrado fue torturado y finalmente ejecutado con extrema crueldad.
En su caso, sin juicio, en un bosque perdido. Y por sus ideas. El chvalote de Ermua no se saltó la Constitución ni enfrentó a la ciudadanía ni pisoteó una tras otra las resoluciones del Tribunal Constitucional. No, sólo era del PP. Se llamaba Miguel Ángel Blanco y así se lo recordó a Colau el Director de elsemanaldigital.com en un tuit muy celebrado:
Pero no contenta con esa borrachera de sectarismo, la heroína de la Ciudad Condal terminó de rematar la jugada echando del Gobierno al PSOE-PSC, pese a que sólo unos días antes presumía públicamente del supuesto respaldo de los barceloneses a su 'brillante' gestión.
Con los Jordis
Esto es, la alcaldesa se olvidó de sus funciones reales, que desempeña con una mezcla de ceguera y torpeza que han hecho pasar a Barcelona de ser la envidia del mundo a estar contemplada con recelo; para utilizar su puesto en un doble sentido: para consolidar supuestamente las opciones de En Común Podem el 21D y, sobre todo, para echarse en brazos de los Jordis y su tropa castigando al pobre Iceta por no estar en el ajo. Lo hizo con comentarios como éste, que la delatan solos:
Cuando políticos como Colau hablan de "democracia", tres docenas de angelitos mueren en el cielo y las madres bajan las ventanas de la casa para que los niños no vean el espectáculo. La dama se ha cargado su propia ciudad, ya maltrecha, para poder soltar el rollo de que allí todos son o "Bloque del 78" o ultraseparatistas y que ella, y sólo ella, es un poco de cada cosa.
Lo curioso es que el PSOE no haya respondido aún a la altura que merece la decisión de doña Ada: rompiendo con Podemos en toda España, empezando por el Madrid de Carmena. Si en los próximos días no manda a paseo a Podemos y todas sus marcas blancas, el sentido de hacer el tonto habrá alcanzado en Ferraz una nueva dimensión.