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Heródoto

El día que el Che Guevara se perdió por Madrid

La Ciudad Universitaria, reciente semillero para tantos revolucionarios de salón y de plató televisivo, fue uno de los lugares por los que deambuló el icónico revolucionario en 1959.

El Ché Guevara, en una calle de la Ciudad Universitaria (fotografía de César Lucas-EP)

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Lo mismo le valen los más rancios mantras anticapitalistas que el nacionalismo extremo y excluyente en grado rayano en el totalitarismo. La última hornada de revolucionarios en nuestro país, ya sea en las filas de Podemos y sus confluencias o la disparatada CUP catalana, echa mano de cualquier recurso para su lírico asalto a los cielos.

Y ni la posición acomodada de la que parte esta generación, ni especialmente la buena formación que ostentan, parece haberles aprovechado lo bastante para aprender una lección histórica implacable: las revoluciones siempre acaban en desastre, por luminosos, ilusionantes y arrolladores que sean sus comienzos.

Que se lo digan si no a todo un icono del siglo XX como Ernesto ‘Che’ Guevara (Rosario, Argentina, 1928-Higueras, Bolivia, 1967), el muchacho argentino que cambió su plácida vida en Buenos Aires, por la lucha cruenta a favor de la liberación de los pueblos del mundo y contra toda clase de opresión. Y quién sabe las vueltas que le daría a todo eso durante los pasos perdidos que dio hace casi 60 años en uno de los semilleros de revolucionarios de salón, círculo y plató televisivo que es la Ciudad Universitaria madrileña.

El Che, con el Arco del Triunfo de Moncloa al fondo

Ese plácido y arbolado rincón de la capital fue uno de los lugares que visitó el líder revolucionario durante su fugaz primera estancia en nuestro país. Fueron apenas 24 horas, entre el 13 y el 14 de junio de 1959. Apenas seis meses antes había triunfado la revolución cubana y Fidel Castro le envió a una cumbre de países no alineados en El Cairo. En un sorprendente alarde aperturista, el régimen franquista permitió a aquella delegación cubana, rodeada aún de cierto exotismo, efectuar una escala técnica en la capital con una sola condición: que no mantuviera ningún contacto con la oposición clandestina.

Un fotógrafo de Europa Press, César Lucas, con solo 18 años y los nervios a flor de piel, y un periodista del diario Pueblo, Antonio D. Olano, que había conocido al Che en Sierra Maestra, no se separaron del líder revolucionario durante aquellas horas… además de un nutrido grupo de policías, discretamente camuflados.

Una camarera pidió fotografiarse con el revolucionario tras desayunar en la cafetería California de Gran Vía

Con la clásica boina de comandante y el traje verde oliva, Guevara pasó desapercibido en su paseo por Madrid aquel tranquilo domingo en el que cumplía justamente 31 años. Del hotel en la plaza de España en el que se alojaba, pidió acercarse hasta la vecina Ciudad Universitaria para ver cómo era la vida de los estudiantes en aquellas instalaciones, desérticas en domingo.

También quiso conocer una plaza de toros y le llevaron a la carabanchelera de Vista Alegre, donde dio una vuelta al ruedo y le pidieron autógrafos unos albañiles. El Palacio Real y el Madrid de los Austrias también acogieron sus pasos; en la cafetería California de la Gran Vía desayunó y se hizo una foto con una camarera; y como tenía que compras que hacer, le abrieron las puertas de Galerías Preciados en exclusiva para él. Compró material de fotografía, una máquina de escribir portátil, artículos de aseo y dos libros.

El régimen franquista permitió la escala de Guevara y su séquito en Madrid con una condición: que no estableciera contacto con la oposición

Regresaron al hotel, cogieron un taxi al aeropuerto y allí se despidieron. El Ché le regaló al joven fotógrafo unos puros antes de subir al avión. Y aún con aquellos vegueros en la mano, le asaltaron a él y al reportero de Pueblo los policías. "¿Qué les han contado? ¿Dónde han ido? ¿A quienes han visto? No mientan, que les hemos seguido", fue el saludo de los agentes.

De aquella visita, apenas se publicó una breve noticia un par de días después. Y las cerca de 40 fotos que positivó Lucas fueron guardadas en un cajón hasta que en 1995 alguien las encontró y fueron difundidas al público.

Aún hoy impresiona verlas, con el inevitable velo ingenuo y costumbrista que las rodea. Y en especial por el trágico final que aguardaba al universal revolucionario en la remota selva boliviana ocho años después de aquella mañana apaciblemente perdida en Madrid.

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