¿Quién castiga las 'pellas' de Rufían y compañía?
Aunque los reglamentos del Congreso y el Senado establecen sanciones por absentismo, ni las mesas de las respectivas cámaras ni los partidos, salvo Ciudadanos, quieren denunciar.
"La nómina, la nómina", le gritaban hace unos días parlamentarios del PP y Ciudadanos al portavoz adjunto de ERC, Gabriel Rufián, cuando éste abandonaba el salón de plenos del Congreso en mitad de la sesión de control, tras protagonizar otro de sus frecuentes escándalos al enseñarle unas esposas al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy.
Y es que las ausencias de los diputados de este grupo parlamentario y del PDeCat en los plenos y trabajos de la Cámara han vuelto a poner en el punto de mira el viejo asunto del absentismo de los parlamentarios y de la ausencia de sanciones para el mismo, aunque éstas se encuentran contempladas en las normas del Congreso y el Senado e incluso en alguna ocasión se han llegado a aplicar.
El punto primero del artículo 99 del reglamento del Congreso detalla que "cuando de forma reiterada o notoria [un diputado] dejare de asistir voluntariamente a las sesiones del Pleno o de las Comisiones", "podrá ser privado de algunos o todos sus derechos". La decisión de qué modalidad de sanción se aplica en cada caso la ha de establecer la Mesa del Congreso, consultando a los servicios jurídicos en caso de duda.
El reglamento del Senado, por su parte, es más específico y establece en su artículo 23.2 que "el senador que reiteradamente dejare de asistir a las sesiones, sin haber obtenido licencia de la Mesa, podrá ser privado de su asignación, por uno o más meses, a propuesta de la Presidencia y por acuerdo de la Cámara tomado en sesión secreta".
La Mesa del Congreso deja en manos de cada grupo parlamentario que vigile y, en su caso, castigue los novillos de sus parlamentarios
Pero es difícil que se produzca, ya que, salvo Ciudadanos, ningún partido está por la labor de utilizar la maquinaria reglamentaria y legal de las dos Cámaras en pro de castigar las ausencias de los parlamentarios para evitar un cruce de denuncias. Todos, en fin, hacen 'pellas' en alguna ocasión y no todas tienen justificación, de modo que existe el interés común de no agitar ese avispero.
Que cada grupo castigue a los suyos
La presidencia de la Cámara Baja, por su parte, se suele acoger en estos casos a que el reglamento no otorga a la Mesa la posibilidad directa de penalizar a los grupos, de modo que se deja en manos de la dirección de cada grupo parlamentario la vigilancia y asistencia de sus disputados a los plenos.
El reglamento, se afirma desde la presidencia, está pensando para castigar a los diputados que no cumplan con su obligación y no concibe que un grupo parlamentario entero pueda utilizar su ausencia como forma de protesta política, ya que la lógica dicta que si un partido se presenta a las Elecciones Legislativas es para lograr representación parlamentaria y a partir de ella hacer política asistiendo a las sesiones del Congreso.
Solo en el caso de que se produjera un absentismo recurrente y prolongado, se estudiaría la posibilidad de que la Mesa del Congreso entrara en acción. Pero el caso de los dos partidos independentistas, sus parlamentarios están burlando esa condición al ausentarse en días alternos o regresar al Pleno a algún momento de la sesión, para impedir así que se les acuse de una larga desaparición.
Así las cosas, el único medio para reprobar y castigar esta actitud es a petición de un grupo parlamentario, con el planteamiento de que, en el momento en que un diputado no acuda a una sesión plenaria o a la convocatoria de una comisión a la que pertenezca, se le descuente el sueldo de ese día. Pero se vuelve así al principio: ningún partido quiere denunciar.
Según Julio Naranjo, director general de Arpinum Asociados, consultora especializada en Transparencia y Buen Gobierno, también "existe la posibilidad "de recordarle a los diputados la obligación de que cumplan con sus responsabilidades de manera ejemplar, lo que afectaría tanto a su presencia en la Cámara cuanto al comportamiento en ella.
Los novillos de HB... y Felipe
Con todo, hay precedentes de retirada formal de sueldos en el Congreso por absentismo. Sucedió hace justo un cuarto de siglo, en 1992, y los sancionados fueron los diputados de Herri Batasuma (HB) Jon Idígoras, Itziar Aizpurua, Rafael Díez y Ángel Alcalde, que al no asistir a su trabajo parlamentario de modo sistemático fueron castigados con un año sin sueldo y sin recibir subvenciones. Y justo un año años, los senadores de HB ya habían sido también privados de sus nóminas por la misma razón en la Cámara Alta.
Las ausencias de Felipe González comenzaron a ser escandalosas a partir de 2000. Pero nadie hizo nada
También dio mucho que hablar el caso de Felipe González (en la imagen superior, del archivo del Congreso, en su primera investidura el 1 de diciembre de 1982) que tras perder las elecciones frente a José María Aznar en 1996, mantuvo su escaño como diputado por Madrid, pero apenas se dejó ver por el palacio de la Carrera de San Jerónimo en aquella legislatura. Especialmente cuando abandonó la secretaría general del PSOE y ésta pasó a ser ostentada por Joaquín Almunia.
Algún precedente
Sus ausencias fueron aún más descaradas a partir de 2000, cuando obtuvo escaño tras presentarse por la circunscripción de Sevilla. Y así y todo, seguía percibiendo sueldo, dietas, con los correspondientes complementos y prebendas. El grupo parlamentario del PP solicitó que fuera sancionado pero Mesa del Congreso ni siquiera llegó a estudiarlo.
Eran otros tiempos y el currículo bien distinto. Seguramente las ausencias de González recibían más comprensión que las de Rufián, un político que no cree en el Congreso ni en el país al que representa pero no duda en embolsarse más de 8.000 euros al mes por su condición de diputado nacional.