Guardiola, el icono del mal
El célebre entrenador eligió situarse contra la ley, blanqueando una historia de poderos y golpistas contra gente humilde que cumplía la ley. Ahora, queda en un limbo repleto de excesos.
Probablemente la persona que más sabe de fútbol en este planeta sea Pep Guardiola. El otrora entrenador del Barça logró elevar el deporte rey a la categoría de arte durante su periplo en los banquillos de un equipo que deslumbraba por su buen hacer.
Ungido como nuevo héroe catalán, y endiosado en un mundo de dioses terrenales como es el fútbol, Guardiola cometió el mismo error que en España es típico de actores y cantantes: creer que por dominar un arte o un deporte se puede hablar de política sentando cátedra aún siendo analfabeto, que es lo que es Guardiola si lo sacas del fútbol.
Pep es un icono en Europa, uno de los culpables de que medio continente se haya tragado la patraña victimista de los golpistas catalanes. Mucha gente lo admira, así que mucha gente le cree.
El Noi de Sampedor decidió ponerse del lado de los poderosos en Cataluña, del lado de los que llevan trincando el 3% durante décadas, del lado de los que señalan a los catalanes que deciden no rotular su negocio en catalán y sí en la lengua de Cervantes, del lado fácil. Igual que esos niños que no tienen valor para enfrentarse al matón de la clase y acaban uniéndose a él en su acoso a otros niños para evitar ser ellos los acosados. Pep es un cobarde.
Entre ser honesto y valiente, o ser un cobarde adulador, Guardiola escogió lo segundo
Siempre ha sido sencillo en Cataluña ser independentista, al menos hasta que se produjo el golpe de estado y la posterior aplicación del 155.
A pesar de que la sociedad catalana está dividida al 50% (los que se dejan adoctrinar por una educación pública propia de regímenes totalitarios y siete canales de televisión al servicio de una ideología, y los que no), cualquier persona puede llevar una bandera independentista al Camp Nou sin que pase nada, ellos dominan el miedo. Pero muy pocos, por no decir ninguno, se atreve a llevar una bandera de España.
Hablar catalán te da bula, hablar español te señala. Por ser coherente, por saber de historia y no dejarse engañar, te pueden llamar fascista, y Pep se ha puesto del lado de los que te lo llaman.
Contra un carpintero
Guardiola abusaba con su Barça cuando los tres mejores peloteros de las últimas décadas (Messi, Iniesta y Xavi), se juntaban para hacer de cada partido un espectáculo. Y quizá acostumbrado a eso, decidió siempre ponerse del lado de los abusones en Cataluña, del lado de los poderosos que con aires de reyes medievales deciden que un carpintero de Tarragona debe cumplir la ley de rotular en Catalán o atenerse a las consecuencias, pero que los miembros del gobierno de la Generalidad pueden saltarse todas las leyes incluida la Ley Suprema sin que tenga consecuencias.
Guardiola no sabe en su infinita ignorancia que el imperio de la ley y su imperativo cumplimiento por parte de todos, es lo que protege en democracia a los humildes de los poderosos, de los que se creen que están por encima del bien y del mal.
Por saber de historia y no dejarse engañar, te pueden llamar fascista, y Pep se está con los que te lo llaman
Si Guardiola dice lo que dice de España en los medios internacionales, incluido lo de que aquí hay presos políticos, lo dice porque sabe que nadie osará silbarle cuando regrese a su tierra. Si dijera lo contrario, que España es una nación antiquísima y Cataluña no, que lo que pretenden una serie de caciques allí es proteger su cortijo de dinero e impunidad, no podría volver a pisar el Camp Nou, porque repito: ellos dominan el miedo.
Así que entre ser honesto y valiente, o ser un cobarde adulador, escogió lo segundo. Y ya sabemos que Roma no paga traidores, pero sí lameculos, así que su hermana acabó de embajadora en Dinamarca a razón de 85.000 euros al año. El tinglado tenía que seguir creciendo hasta el infinito y más allá, dinero no faltaba, para las farmacias sí, pero para esto no.
Cuentan los dimes y diretes en Cataluña que durante su etapa de jugador también sabía adular a algunos primeros espadas del periodismo, ponerse del lado de los que tiene la sartén por el mango, y que ese poder lo utilizó cuando después de irse su mentor Johan Cruyff , Robson y Van Gaal pretendieron cambiar el sistema de juego del flaco, lo que perjudicaba notablemente a Guardiola, que alejado de Cruyff, como jugador siempre fue bastante mediocre, nada que ver con aquel número 4 que dominaba el centro del campo blaugrana.
Sus 'socios'
Guardiola insulta a la inteligencia de todo un país cuando llama a sus amigos los Jordis —que manejaban millones del mismo saco sin fondo de donde salía el sueldo de su hermana—, presos políticos.
Su hermano, otro que tal baila, se hizo socio de uno de los magnates del adoctrimiento en España: Jaume Roures… y el cortijo sigue creciendo…
La tarta a repartir es tan suculenta que cómo coño no van a defender a los pasteleros.