Montoro y Urkullu ya no se esconden
La pareja de moda ya pasea su cupo sin esconderse. Vienen de relaciones complicadas y ahora quieren que todo el mundo se entere de su amor, proclamado sin pudor en un Congreso emocionado.
Sí, la cosa parece funcionar. Habrá segunda cita. Y tercera. Y quién sabe si les aguarda la eternidad. Lo de Montoro y Urkullu tiene pinta de perdurar. Le están poniendo ganas, cuidado, discreción y paciencia; conscientes de que a su edad, es importante cuidar las oportunidades que te da la vida.
"No es normal encontrar a tu media naranja cuando ya vienes rebotado de casi todo, pero a veces pasa", explica un amigo de ambos. "Lo de entregarle el cupo y pedirle la mano ha sido muy bonito. Íñigo se lo esperaba, pero no quería hacerse demasiadas ilusiones ni forzar. Quería que llegara sin más, que fluyera y saliera de Cristóbal sin presiones", añade.
Amor en público
Pero no, el amor no conoce barreras y la pareja, al final, prefirió proclamarlo a los cuatro vientos, que se enterara todo el mundo de que lo suyo va en serio. "Fue espectacular. Cristóbal se levantó en el Congreso y, delante de toda España, abrió la caja del cupo y enseñó la dote a Íñigo, que de entrada no sabía que decir. Se quedó petrificado de la emoción, un latigazo le recorrió por dentro y sintió mariposas".
Ambos quieren ya un poco de intimidad, poder pasear a su cupo por las praderas de Donosti sin ser molestados
Entregados ya definitivamente el uno al otro y el otro al uno, nadie se quiere interponer en una relación que algunos han querido ver interesada pero se construye sobre el afecto y la pasión. "Íñigo lo ha celebrado por todo lo alto, bajando el impuesto de sociedades para que se vayan a su pueblo todas las empresas del Ibex 35. Y Cristóbal le ha mirado, con los ojos caídos, como diciéndole sin tener que decirlo que todo es poco para hacerle feliz".
La celebración
Se desconoce dónde van a celebrar el oficio, aunque ambos quieren ya un poco de intimidad, poder pasear a su cupo por las praderas de Donosti sin ser molestados, acariciándolo sin tener que mirar alrededor por si les fotografían, dejándose llevar por un torrente de emociones fiscales contenidas y poniéndose, al fin, el mundo por Montoro.
Hay quien dice que Artur y Carles, primeras parejas de ambos, lloran por la esquinas preguntándose en qué fallaron, conscientes de que llegan tarde y que el amor, cuando nace así, ya es imparable.