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El último varapalo al separatismo

La bofetada europea a Barcelona, con el fiasco de la Agencia Europea del Medicamento, debe servir como punto y final al aventurerismo independentista. Cataluña y España se la juegan el 21-D.

Artur Mas, Junqueras y Romeva en una acto de Junts per Sí en 2015. Ahí empezó el procés y el drama económico para Cataluña.

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Cuando en 1987, en uno de los históricos bandazos del nacionalismo vasco, el presidente del PNV, Xabier Arzalluz, renegó de la independencia, se preguntó en un acto con sus máximos dirigentes "¿Para qué queremos la autodeterminación, para plantar berzas?". "La autodeterminación es una virguería marxista. Euskadi está ahora a primer nivel autonómico", sentenció.

Desgraciadamente para todos, en apenas dos meses, los catalanes ya saben lo que significaba aquello de "plantar berzas". Lo decía esta misma semana de forma más que gráfica una de las voces más respetadas en Cataluña, la del presidente de la Cámara de Comercio y de Freixenet, José Luis Bonet: "La marca Barcelona está muerta", se lamentó.

Bonet habló justo veinticuatro horas después de que los catalanes recibieran el último varapalo cosechado gracias a los aprendices de brujo Puigdemont y Junqueras y a la insensata equidistancia y pasividad de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

Como la mayoría de expertos se temía y el Gobierno reconocía en privado, la Agencia Europea del Medicamento salió corriendo de Barcelona rumbo a Amsterdam. Por el camino del procés se han quedado más de 5.000 nuevos empleos, 30.000 pernoctaciones anuales, y un impulso decisivo al sector hotelero y al aeropuerto de El Prat. Total nada.

Cataluña saldrá del agujero negro al que el independentismo la ha empujado. Seguramente. Eso sí, con dificultad y años por medio.

¿Qué pensaban los líderes independentistas que ahora se rasgan las vestiduras y tienen la desfachatez de culpar de este nuevo torpedo a la cohesión económica y social de Cataluña a la aplicación del artículo 155?

La Agencia Europea del Medicamento se marcha de Londres por el Brexit y no iba a recalar en una región cuyos insensatos líderes políticos han dado todo tipo de pasos irresponsables para sacarla igualmente de Europa. El iluminado Puigdemont ha sido rehén de la CUP, una formación anarquista, antisistema, anticapitalista y ... antieuropea.

Colau debería también tentarse la ropa. El Mobile World Congress, el mayor evento de telefonía del mundo que se celebra en Barcelona desde hace años ya se está pensando seriamente su continuidad. De momento, solo garantiza su permanencia en 2018. Sería, si se produce su marcha, el mazazo definitivo para la Ciudad Condal. Un síntoma más de lo caldeado que está el ambiente.

Ada Colau, junto a sus antecesores en la Alcaldía de Barcelona, Xavier Trias y Jordi Hereu, en uno de sus escasos actos en apoyo a la candidatura para la Agencia Europea del Medicamento

Cataluña saldrá del agujero negro al que el independentismo la ha empujado. Seguramente. Eso sí, con dificultad y años de por medio. Probablemente buena parte de esas más de 2.600 empresas que han abandonado y siguen abandonando la comunidad en busca de estabilidad y seguridad jurídica decidirán algún día regresar. Y si algo caracteriza a la mayoría de catalanes es su capacidad de trabajo y de innovación. Aunque, es condición previa que las urnas del 21-D entierren definitivamente la aventura independentista que tantos años dura ya.

El irresponsable Puigdemont ha sido rehén de la CUP, una formación anarquista, antisistema, anticapitalista y antieuropea.

Y no, tampoco es de recibo esbozar una sonrisa cuando se suceden los golpes a la economía catalana por parte de quienes no somos independentistas. Nos equivocaríamos actuando así. En este drama perdemos todos.

Ciertamente, Puigdemont y Junqueras se han pegado un tiro en el pie de todos los españoles. Veremos si a partir de aquí, todos, catalanes y resto de españoles juntos, somos capaces de sanar esa fea herida.

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