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Iceta y Puig, cuadrando círculos

Los socialistas catalanes y valencianos se unen para defender lo uno y lo contrario: acabar con los privilegios pero que ellos empiecen a tenerlos. Un truco retórico para salir del paso.

Iceta y Puig, cuadrando círculos

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Iceta se hizo más conocido por lo que hizo, bailar como un componente de Village People con mucho arte, que por lo que ha hecho en la política catalana durante los últimos años, aunque tal vez eso obre en su favor: su equidistancia, rota felizmente de un tiempo para acá, no fue de gran ayuda para frenar al separatismo.

Baste con recordar su respaldo a una inmersión lingüística convertida en la gran herramienta, junto a TV3, de construcción de independentistas en un proceso de ingeniería social aplicado ya desde los tiempos de Pujol.

En la imagen posa como es, campechano y buena gente, con un presidente al que todos consideran vicepresidente, en realidad, de la vicepresidenta nominal de la Comunidad de Valencia, la célebre Mónica Oltra. Iceta y Ximo Puig se reunieron para cuadrar el círculo, ese imposible que ni el mismísimo Euclides, padre de la geometría, podría resolver.

Con Revilla

Y es que mientras Puig se queja de la infrafinanciación de Valencia -tan cierta ahora como falsa hace unos años-, apoya a Iceta en su pretensión de que condonen la deuda a Cataluña y le concedan, con ése u otro nombre, una especie de cupo vasco. El valenciano se suma así al club de singermornings presidido por Miguel Ángel Revilla, otro que tal baila con la queja por los privilegios fiscales de algunas comunidades y que luego se suma, con infinitas fintas retóricas, a quienes reclaman lo mismo para ellos.

Hay otra opción para tener más recursos sin engordar el déficit: gastar menos en la estructura de las CCAA

El candidato catalán y el presidente valenciano aspiran así a quedar bien con todos sirviéndose de la certeza de que, para el gentío, los complicados arcanos de la financiación autonómica son indescifrables y que, en consecuencia, van a comprar sin problemas la infantil idea de que esto se arrregla dándole más a todo el mundo, como si el dinero público de una España muy endeudada pudiera estirarse como el chicle.

Y ambos, como tantos otros presidentes, encuentran en otro mensaje victimista el soporte para lanzar su absurdo discurso: de no hacerse lo que piden, sufrirá recortes el ciudadano. Más deuda pues para seguir gastando sin tener en cuenta los ingresos o, como alternativa, peores servicios para los administrados.

Los depredadores

Ocurre que ambos saben algo que el ciudadano corriente desconoce: hay otra opción para tener más recursos sin engordar el déficit ni subir los impuestos ni bajar las prestaciones. Gastar menos en la estructura pública de las Comunidades Autónomas, en el Bienestar del Estado y no en el Estado de Bienestar: este capítulo -personal, asesores, observatorios de toda laya, convenios colectivos confortables- se chupa casi el 40% de los presupuestos de la práctica totalidad de las regiones hispanas.

Pero de eso ni hablan ni hablará, por muy majetes y entrañables que nos resulten Iceta y Puig: bajo esa apariencia de animales vegetarianos, se esconden dos auténticos depredadores de lo público. No se dejen engañar por las apariencias, pues.

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