Tres escenarios para el día después
Las elecciones catalanas del 21D son un laberinto poselectoral de acuerdos y carambolas de las que un dirigente puede beneficiarse sin ganar, más que ningún otro: Miquel Iceta, del PSC.
Es indudable que la aplicación del artículo 155 de la Constitución ha sido un bálsamo sobre el dislate independentista, sin embargo, no es la pócima mágica permanente que de solución a todos los problemas que arrastra la región desde hace demasiados años. Cierto es que ha frenado sustancialmente la sangría económica, y que también ha destituido a los responsables de tanto despropósito, para que no sigan provocando un cisma aún mayor del que han dejado.
En Comú Podem no permitirá un gobierno de C´s o PP. Por ese lado, la única opción pues es Iceta
Pero la división social existente hoy en Cataluña, polarizada en dos bloques antagónicos, no se va a solucionar solo con una medida excepcional de nuestra carta magna. La jugada maestra de convocar inmediatamente elecciones autonómicas, además de dejar ver un rayo de esperanza que genere la tan deseada confianza y seguridad jurídica que necesitan las empresas y las inversiones extranjeras, también han de traer un gobierno que desde el respeto a la legalidad vigente trabaje para desinflar el odio generado y devuelva la concordia entre los catalanes, y a estos con el resto de españoles.
El jaque al independentismo con el 21D por parte del Estado nos tiene a todos en vilo, dada la lectura de resultados que ofrecen las encuestas, que claramente reflejan los dos bloques existentes en la calle; si así ocurre y se cumplen la encuestas, se abren tres escenarios muy complicados.
El primero es que no se llegue a acuerdos entre las diferentes formaciones políticas, y haya que repetir las elecciones, alargando cinco meses más la excepcionalidad de la gestión de la comunidad autónoma con el artículo 155. Serían cinco meses más de tensa espera del poder económico, y con ello del empobrecimiento de Cataluña, y de una ralentización del crecimiento español. Pero sobre todo existe un riesgo real de una radicalización aún mayor de la tensión social, un empeoramiento aún más si cabe de la convivencia civil.
Segunda opción
El segundo escenario, sería que las tres fuerzas independentistas llegarán a un acuerdo, que permitiera la investidura y la gobernabilidad con la abstención de los comunes de Ada Colau. Este escenario nos devolvería de cabeza a la casilla de salida, vuelta al victimismo, a la división social, y al supremacismo étnico, vuelta al Matrix cómo diría Inés Arrimadas, al mundo paralelo de agravios sin fin, y a la falta absoluta de respeto a la legalidad vigente.
El tercer escenario, el más probable, y el ya han digerido a regañadientes, siempre según susurran algunas voces por los mentideros. La decisión es hacer presidente a Miquel Iceta, dado que es prácticamente imposible que las tres fuerzas constitucionalistas consigan los suficientes escaños como para poder formar gobierno sin necesidad de los comunes.
Todavía falta realizar la reforma de la Constitución española, y para eso los populares van a necesitar a Sánchez
Y éstos tienen muy claro que no van apoyar, ni tan siquiera permitir un gobierno de Ciudadanos, ni del Partido Popular, ni participado por ningún miembro de estas formaciones, así que quizás el único que puede conseguir el milagro es el PSC de Iceta. Siempre y cuando el gobierno sea compuesto por consejeros socialistas y algún miembro con cierto prestigio de la sociedad civil.
El Partido Popular ante el anunciado desgaste que muy probablemente va a padecer en las urnas tras aplicar el artículo 155, además de algunos fallos de tono y de credibilidad en el enfoque de la campaña electoral, endurecerá la piel y no pondrá muchas pegas a apoyar un gobierno monocolor constitucionalista. Hay que recordar que todavía falta realizar la reforma o actualización de la Constitución española, y para esos menesteres los populares van a necesitar a Pedro Sánchez, y esa labor con Iceta contento les será más fácil.
También y en honor del Partido Popular estas maniobras no le resultan extrañas, ya lo hizo hace unos años en el País Vasco con excelentes resultados para la sociedad vasca.
Harina de otro costal va a ser doblegar el ego desmedido de Ciudadanos al verse ganador en la contienda, y tener que renunciar a gobernar por preservar un bien mayor. Es su primera oportunidad de demostrar su sentido de Estado. E igual que Pedro Sánchez, Albert Rivera ya juega en las ligas mayores y no puede permitirse cerrar la progresión de votos en el resto de España por un egoísmo desmedido en Cataluña, y como todo el mundo sabe en Ciudadanos hay muchos dirigentes, pero un sólo líder que decide.
La reforma
Llegados a estos momentos, no hay muchas más soluciones a corto plazo, ni tampoco un remedio, un milagro que nos regrese al pasado y así enmendar los errores mayúsculos que nos han traído hasta aquí. Quizás a medio plazo, haya dirigentes políticos valientes, exentos de complejos que aborden una segunda transición, en la que progresar sea dar media vuelta y avanzar, que consensúen una reforma constitucional que recupere y blinde las competencias clave para la cohesión de España como país y respete el principio de igualdad de todos los ciudadanos independientemente del territorio donde vivan, una reforma que podamos refrendar todos los españoles tal como se votó la Constitución de 1978.