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A votar por la democracia

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Desde la medianoche de hoy Cataluña estará en condiciones de volver a gestionarse a sí misma dentro del marco del Estatut y la Constitución, sea cual sea el resultado: es importante recalcar esta certeza dada la insistencia del soberanismo, retórica tal vez pero inquietante siempre, de presentar los comicios como una especie de plebiscito o referéndum sobre la independencia.

Si de verdad En Comú Podem no fuera soberanista, la derrota de esa ideología sectaria ya estaría asegurada

Confiar la vigencia del Estado de Derecho a la victoria de los partidos constitucionalistas es un error, una imprecisión y una falacia a la vez: aunque venzan, en votos y escaños, los partidos que protagonizaron el Golpe a la democracia de octubre -el cuarto en poco más de un siglo-, las únicas opciones que seguirá habiendo en Cataluña son la vuelta a la legalidad, bien para el pleno ejercicio autónomo de las instituciones catalanas, bien desde la intervención constitucional mediante el artículo 155.

Ni hay más alternativas ni las habrá, y en ese sentido se ha echado en falta más pedagogía por parte de los partidos nacionales, tan volcados en su victoria como para no decir, tantas veces como hubiera sido necesario, que ese resultado era el deseable pero que de no lograrlo el paisaje constitucional nunca sería derrotado: se deciden diputados, no el futuro de España.

Es cierto que un nuevo Govern secesionista constituiría un grave problema político, pero si de algo han servido los tres intensos meses iniciados con el referéndum ilegal del 1-O es para comprobar que el uso de todos los mecanismos legales y constitucionales en Cataluña para frenar al golpismo ha sido útil a efectos prácticos, sociales, económicos y políticos: si no quedara más remedio que seguir aplicándolos, hoy sería más sencillo que ayer.

El fin del procés

Pero lo deseable es que en Cataluña haya cambio, pues si no peligra la preeminencia de la Constitución, sí lo hace la convivencia y el progreso allí y, en consecuencia, el de España: la fractura social, la intervención institucional, el deterioro de la imagen, el empobrecimiento de la economía y la caída del turismo son consecuencias gravísimas del 'procés' que ni deben perpetuarse ni pueden evitarse si se mantiene la excepcionalidad.

Gane quien gane, Cataluña seguirá dentro de la ley, bien por un Govern decente, bien por el 155

Y sería mucho más sencillo lograrlo si el cuarto de los partidos en liza que dice no ser partidario de la independencia, En Comú Podem, llevara a la práctica ese mensaje: apelar a diferencias ideológicas para rechazar el apoyo a un Govern pactado con C´s, PSC y PP es un ardid escandaloso para alinearse con los partidos que han provocado la ruptura. Porque tal y como se han planteado las Elecciones, sólo hay dos opciones: o con el independentismo o contra él.

Y el partido de Colau y Iglesias han resuelto ese dilema, entre eufemismos, poniéndose más a su favor con apelaciones livianas a la transversalidad o la agenda social, meras coartadas que a nadie deben engañar.

Cambio Vs supremacismo

Ninguna formación que de verdad crea en ese proyecto democrático que es España, protagonista de uno de los mayores ejemplos de progreso del mundo en los últimos cuarenta años, puede alimentar más un movimiento caracterizado por el asalto a la ley, el enfrentamiento entre ciudadanos y las políticas supremacistas y excluyentes. Y si lo hace, ha de quedar retratado.

Porque Cataluña necesita urgentemente un cambio y España, en su conjunto, tranquilidad y estabilidad institucional para atender los múltiples desafíos de un mundo globalizado que no va a esperar a que un país como el nuestro resuelva sus problemas internos. Seguirá avanzando, y cuanto más atrás nos quedemos en ese viaje, más difícil será superar los problemas y retos planteados que sí afectan de verdad al bienestar de todos los ciudadanos.