El sueldo de quienes nos cuidan
Es inadmisible que un policía nacional, un guardia civil o un soldado ganen menos que un Mosso o un policía local. Remediarlo urge, pero hay que reclamarlo sin caer en lo pintoresco.
Los Cuerpos de Seguridad del Estado, del mismo modo que las Fuerzas Armadas, se merecen el reconocimiento social y el estatus económico y social que su papel y su actitud reclaman: lo primero lo tienen, de manera abrumadora, pero lo segundo está pendiente desde hace demasiado tiempo, sin ninguna razób objetiva, incluyendo las dificultades presupuestarias que no existente para otros ámbitos públicos bastante menos prioritarios.
La comparación entre las retribuciones de policías nacionales, guardias civiles o soldados y agentes autonómicos y locales de toda España es escandalosa, e indiciaria de un problema mayor del Estado que explica buena parte de la crisis: la fragmentación del mismo en un número incontable de operadores municipales y regionales que gestionan sus presupuestos de manera libre, sin otro criterio ni límite que el propio interés, agotando a menudo sus ingresos en mantener una estructura en nombre de un usuario al que no le llegan los servicios en condiciones.
Unificar la negociación colectiva en el ámbito público es una de las asignaturas pendientes de la política española, y tendría enormes beneficios: no sólo libraría a alcaldes, rectores o presidentes autonómicos de la presión sindical, a menudo insolidaria y ajena al contexto; sino que permitiría un mejor reparto de las existencias y especializaría el gasto antes en las mejoras para el ciudadano antes que en las de la propia Administración.
La comparación entre las retribuciones de policías nacionales, guardias civiles o soldados y agentes autonómicos y locales de toda España es escandalosa
Porque es simplemente inadmisible que un empleado municipal de un ayuntamiento madrileño, un Mosso o un policía local de Sevilla tengan una escala salarial sensiblemente superior a un policía nacional que combate la delincuencia más peligrosa, un guardia civil que se mide con el terrorismo internacional o, por poner un ejemplo, un soldado en arriesgada misión en Afganistán.
No es decente, y la crisis en Cataluña ha permitido visualizar ese bochornoso déficit, entre otros no menos inquietantes sobre las infraestructuras para alojar a los Cuerpos de Seguridad en una zona de España donde era imprescindible su presencia o el trato recibido por ellos desde las instituciones catalanas y una parte de la calle. Todo muy indigno.
Tocan soluciones
Tanto Defensa cuanto Interior deben revisar con urgencia esta tara, y deben hacerlo con arreglo al papel crucial que desempeñan estos servidores públicos, dentro de un paisaje económico general que hay que analizar en su contexto global: si no hay recursos suficientes, ni se pueden incrementar la deuda y el déficit ni se debe subir la presión fiscal, ya asfixiante. Habrá pues que optimizar mejor los recursos el insólito contraste de retribuciones y mejoras que un empleado público tiene en función de la Administración para la que trabaja.
Parece que los ministerios concernidos han tomado nota y se aplicarán en un remedio que sin duda comparten. Y mientras, sería deseable que los representantes de los Cuerpos de Seguridad no se dejen llevar por los lamentos excesivos: tienen tanta razón, que recurrir a quejas hasta por el menú de Nochebuena puede reducirla y hacerla pintoresca.