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C's acierta en Cataluña, Rajoy en entenderlo

No tiene sentido intentar lograr una presidencia que se merece pero no se puede lograr por caprichos de la Ley Electoral. Es mejor que se visualice el deterioro y la división soberanista.

C's acierta en Cataluña, Rajoy en entenderlo

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No tiene ningún sentido que Ciudadanos e Inés Arrimadas abran en falso una rueda de contactos para intentar lograr la investidura a la presidencia de la Generalitat de Cataluña, a sabiendas de que es aritméticamente imposible: por mucho que hayan ganado las Elecciones, con un resultado histórico que entierra el procés unilateral y destroza al separatismo y por mucho que el bloque contrario a la secesión le haya sacado más de 200.000 votos al partidario de ella; la -injusta- asignación de escaños impide desgraciadamente la proclamación de una presidenta constitucionalista.

Lo sabe el PP, lo sabe el PSOE, lo sabe la patronal catalana y lo saben los medios de comunicación que insisten sin razón en obligar a Arrimadas a algo que acabaría en fracaso; y si lo hacen todos ellos a sabiendas del resultado no es, desde luego, por un interés desprendido: simplemente intentan debilitar a la marca en auge, desinflándola artificialmente ante una opinión pública a menudo fácil de orientar.

Es un interés legítimo desde la perspectiva interna de partidos que lógicamente siempre quieren frenar a sus competidores; pero no lo es si se pone en el primer lugar de las preocupaciones y los objetivos enterrar definitivamente al soberanismo.

La fractura secesionista

Porque con este resultado, lo interesante es centrar el foco en la división del bloque separatista, en sus enfrentamientos internos, en la mala relación entre sus líderes, en el debilitamiento atroz de sus postulados y en la dificultad que van a tener para formar un Govern estable con una hoja de ruta respetuosa con la legalidad -en cuyo caso la CUP será un problema- o fiel al pasado reciente, en cuyo caso el 155 tendrá que renovarse sin duda.

El soberanismo ha perdido en las urnas, en la calle, ante Europa y frente a la ley; pero es probable que paradójicamente conserve el control de las instituciones, aunque nunca ya para malversarlas dándoles un uso contrario a la letra y al espíritu que las define. Mirado con perspectiva, el 21D lo que se logró enterrar, nada menos, fue el independentismo ilegal, un gran éxito; pero no el independentismo constitucional, contenido en los límites estrictos del Estado de Derecho.

No tiene sentido exponerse a un desgaste cuando el deterioro debe sufrirlo un soberanismo dividido

Es a éste al que ahora toca vencer, y nada mejor para empezar a lograrlo que ponerlo frente al espejo de sus limitaciones, fracturas, contradicciones y vergüenzas. Que son muchas. Presentar a Arrimadas a una investidura que no puede ganar sólo serviría para reforzar a todo aquello que se quiere superar en Cataluña.

Rajoy y Rivera

Sólo si las conversaciones entre JxCat, ERC y la CUP o En comú fracasan, tendría sentido que el partido ganador en los comicios se postulara para encabezar la Generalitat. Mientras, es mucho más saludable que los partidarios de la Constitución mantengan su cohesión, impongan su peso en decisiones como la elección del presidente del Parlament y asistan en primera fila, de manera nada pasiva, al espectáculo que va a seguir dando el independentismo.

La constructiva reunión entre Rajoy y Rivera, un tándem positivo para España en los grandes asuntos de Estado, es buena prueba de que esa tesis es la correcta, salvo para quienes antepongan otros objetivos particulares a los colectivos, de mayor jerarquía siempre. La competición entre el PP y Ciudadanos por una parte del electorado no debe frenar, en ningún caso, la sintonía de ambos en aspectos esenciales de la política española. Por mucho que sean rivales cuando llegan las urnas, son complementarios y necesarios para España el resto del tiempo.

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