Tenemos que hablar de Felipe Reyes
Ahora que tanto daño hacen los combustibles fósiles, no sé a qué espera Carmena para poner a Felipe Reyes a generar kilovatios en la Plaza Mayor. Es una fuente de energía inagotable.
Estamos acabando el año y todo el mundo está haciendo los balances. Lo bueno, lo malo, lo mejorable, los propósitos, lo que se fue, lo que vendrá y la madre que me parió. Me parecéis todos gilipollas. Hoy es 31 y al otro es día 1. Pasan los días y se os pasa la vida. Los que necesitáis la excusa de un cambio de fecha para empezar a hacer las cosas bien o para reflexionar sobre vuestra rutina es que probablemente estéis en el sendero equivocado.
Así que no, no voy a hacer una reflexión en voz alta sobre lo que nos ha deparado el 2017. Un refritito que bien me podría marcar ahora y que tendría sus miles de visitas con el retorno a la cumbre de Rafa Nadal, con la definitiva explosión de Luka Doncic, con la retirada de Nocioni, con el Madrid de los pies ganando su enésima Copa de Europa y la consiguiente bilis piquesiana, con Ante Tomic volviendo a ver como los títulos los levantan otros. No sé, mil cosas han pasado. Pero no, tenemos que hablar de Felipe Reyes.
Justo ayer me preguntaba mi amigo Mansilla si creo que Felipe tiene en Europa el reconocimiento que merece. Le dije que sí. Pero, joder, pensándolo fríamente, creo que en el fondo no tanto. A mí, ferviente aunque intermitente admirador, no me cabe ninguna duda del legado de genio del rebote. Es cierto que no es un superclase, que no es un atleta, que no es un gran tirador, ni un gran pasador, ni siquiera se puede decir que tenga un enorme carisma.
Felipe, sé que me lees, no tuerzas el gesto que sabes por dónde voy. En lo único en lo que realmente se le considera indiscutible es en el rebote. Con sus pies en la pintura y un mandarinón camino del aro, no hay otro como él. Intuición, colocación, inteligencia, experiencia y fuerza en perfecta combinación hace que estemos hablando probablemente del mejor reboteador de la historia de Europa teniendo en cuenta la ratio cuerpo/rebote, abarcando el cuerpo conceptos como altura, envergadura, peso y capacidad de salto. No hay otro como él. Los habrá más saltarines o con 240 centímetros de longitud de índice a índice, que te los cogen por encima de la cabeza, y los habrá más fuertes, que no hay dios que los mueva del sitio. Pero como Felipe solo hay uno. Poco se puede decir sobre este tema que no se sepa o se intuya con haberlo visto apenas unos minutos en cualquier partido. En cualquier partido, de cualquier temporada.
Pero el gran mérito, lo que lo eleva a la categoría de leyenda absoluta del baloncesto del viejo continente son tres cosas aparte de lo que ya sabemos que ha hecho: uno, durante cuánto tiempo lo ha hecho; dos, cuánto ha mejorado; y tres, dónde lo ha hecho.
Uno, de Felipe Reyes podría escribir solo datos (Euroliga: máximo reboteador y cuarto máximo anotador de la historia; Liga Endesa: máximo reboteador, tercer jugador con más partidos, décimo con más minutos, séptimo máximo anotador, dos veces MVP de liga regular y otras tantas de la final. Y a nivel colectivo, diez medallas con la selección nacional, cinco Ligas, cinco Copas y una Euroliga) pero, no sé, tampoco me voy a entretener demasiado en ello, porque a lo que voy es que Felipe Reyes lleva diecinueve años en la puta élite del mejor baloncesto continental y no se le nota ni un ápice de desgaste. El nivel de regularidad es brutal y sinceramente no recuerdo nada similar en equipos de esta índole.
Dos, además, parece como si cada año fuera mejor jugador que el anterior. Un tipo que se ha matado a entrenar para ser cada día mejor, consciente de sus (pocas) limitaciones, dedicándose en cuerpo y alma a entrenarlas y dejar cuantas menos cosas a la improvisación, mejor. Por poner dos ejemplos tontos, sus mejores porcentajes en tiros de dos y en tiros libres son en esta temporada y en la anterior, respectivamente.
Y tres, dónde ha hecho todo esto: en el mejor Real Madrid desde los 80 y en la mejor selección europea desde la antigua Yugoslavia. Rodeado de lo mejor de lo mejor no solo no brilla sino que destaca por encima de los considerados talentosos. Escandaloso.
Porque el crack es intermitente, y se le permite; el genio depende de su chispa, de su duende, y cuando aparece poco más que se le considera un dios y cuando no, pues una mala tarde la tiene cualquiera. Pero el que depende de su oficio al final siempre está. Siempre. Felipe Reyes es un cyborg del baloncesto. Programado para cumplir metódicamente con su trabajo. Salir, pegar, anotar, rebotear, salir, pegar, anotar, rebotear, salir, pegar, anotar, rebotear. Es esta época en la que tanto daño hacen los combustibles fósiles, no sé a qué espera Carmena para poner a Felipe Reyes a generar kilovatios en la Plaza Mayor. Es una fuente de energía inagotable.
Larga vida, Felipón. Y feliz año, chavalada.