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El show a costa de Diana Quer

18 meses de espectáculo y especulaciones sobre la víctima y su familia reclaman una reflexión general: de los medios, de los responsables políticos y de los propios ciudadanos.

El show a costa de Diana Quer

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Diana Quer fue asesinada a las pocas horas de haberse perdido su rastro. Su cuerpo ha aparecido a escasos metros de su domicilio veraniego y el criminal que la mató, con absoluta seguridad, es un vecino del pueblo donde ella veraneaba con su familia, con una lista de antecedentes a sus espaldas.

Vista la secuencia de los terribles hechos, no pueden ser más previsibles ni menos misteriosos, pues responden al trágico guión tantas veces visto en episodios tan crueles como desgraciadamente habituales que se ciñen a un patrón casi idéntico.

Durante casi año y medio las especulaciones han sido infinitas, incluyendo algunas ofensivas sobre la propia víctima y su familia

Y, sin embargo, durante casi año y medio las especulaciones que han rodeado al caso han sido infinitas, incluyendo algunas sobre la propia víctima y su familia simplemente ofensivas.

Un espectáculo

En el origen de este espectáculo, del que tampoco se salvan los responsables de una investigación que sorprendentemente dejó pasar las respuestas que tenía al lado, está una combinación de factores presentes en tantos otros casos de la actualidad española: el deseo de los ciudadanos por saber, cuanto más y más rápido mejor; y la disposición de los medios a atender esa demanda, aunque realmente no se esté en condiciones de hacerlo con el rigor exigible.

La competición entre programas por conquistar a la audiencia les ha llevado, a menudo, a compensar la falta de información cierta con elucubraciones de toda laya que les permitían llenar el tiempo y cubrir, por qué no decirlo, las ganas de saber de una parte de la ciudadanía que tampoco está acostumbrada a una máxima olvidada en parte del periodismo actual: el silencio, cuando no se está en condiciones de contar nada verosímil.

El show montado en torno a Diana Quer, narrado a ritmo de culebrón con buenos y malos e incógnitas de todo tipo sin ninguna base seria, debe hacernos reflexionar a todos para recuperar una cierta cordura y evitar bochornos como el vivido en directo: sin datos ciertos y oficiales, no se puede mantener durante 18 meses un hilo informativo que regala emociones truculentas y falsas a costa de la dignidad de las víctimas y los sentimientos de sus seres queridos.

Sin duda los medios de comunicación tenemos una gran responsabilidad al respecto, pero todos debemos preguntarnos qué sociedad queremos y qué sociedad tenemos: si una capaz de trivializar dramas tan inmensos mientras muestra una afectación artificial; u otra concernida de verdad por las tragedias de nuestros semejantes y dispuesta a presenciarlas con humanitaria discreción.

Respuestas pendientes

Tampoco ha ayudado la gestión del asunto desde los especialistas en la investigación, por dos razones que no han sido suficientemente aclaradas: de un lado, por la tendencia a la sobreactuación de algunos responsables políticos de los Cuerpos de Seguridad, más preocupados al principio por mostrar un aparatoso despliegue que por dejar trabajar a sus subordinados con la calma y tranquilidad debidas.

Y de otro, derivado del anterior probablemente, por la insólita dificultad para dar solución temprana a un caso que se desarrolló, en su triste integridad, en unos pocos metros a la redonda. Por complejo que sea dar respuestas rápidas a sucesos tan luctuosos, estaría bien que se explicara un poco mejor por qué no se detectó el cuerpo de Diana con más celeridad y por qué el detenido tuvo tan sencillo escapar de los interrogatorios con la ayuda testimonial de su mujer.

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