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Rajoy condena al PP en Cataluña con meros parches

El barco se fue a pique. Pero los simples retoques parecen imponerse en el organigrama del PP catalán. A sus líderes los nombra directamente Génova.

Cospedal, Rajoy, Albiol, Levy y Sánchez Camacho, en un acto del PP catalán.

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“Confusión. Es la sensación que nos está recorriendo el cuerpo”. Esta frase, dicha por un cargo distinguido del PPC, resume lo que sienten desde el 21 de diciembre dirigentes del partido. Esa sensación se debe, en parte, a que la rotunda debacle ha hecho mella en el ánimo ya socavado de la militancia. Desde luego, ese bofetón no era esperado, ni mucho menos. En vísperas de la cita con las urnas se aseguraba en Génova que la marca tenía un suelo de 6 escaños. Si en 2015 el PPC tocó fondo con 11 escaños, los 4 de 2017 representaron el golpe final.

Los populares catalanes deberían encaran el reto de reinventarse para volver a conectar con la ciudadanía, para recuperar la confianza pérdida en cada comicio. Y para ello es necesario algo más que meros retoques. El recurso a los meros parches vuelve a ser el comodín de Mariano Rajoy para intentar taponar las múltiples vías de agua de un barco que hace tiempo se fue a pique. “El problema no es el PPC. Xavier García-Albiol está lejos de ser el culpable”, repite en privado estos días la misma María Dolores de Cospedal, a la sazón secretaria general del PP.

Paradojas de la vida, resultó ser Rajoy, con su resistencia al chantaje secesionista, quien lo acabó evitando con el despliegue del 155. Y, sin embargo, el PP fue arrasado por C´s. En conversaciones de dirigentes populares se ha apuntado a la tardanza en la respuesta política como elemento clave del retroceso del partido. “El rescate debió emprenderse inmediatamente después del grave atentado de la proclamación de la Republica”, subrayan diversas voces. El avance naranja, sin embargo, empezó años atrás, ante la evaporación del Estado de Cataluña, la desaparición de la vida diaria de los catalanes.

En el recuerdo de muchos se mantiene bien vivo lo acontecido el 9-N de 2014, cuando el Gobierno eludió desactivar el simulacro de consulta del entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, cuya supervivencia política pasó por consagrar su ficción democrática. Rajoy se dejó arrebatar el discurso constitucional por Albert Rivera. A partir de entonces, avisan desde el partido, “la denominada “operación diálogo” nos hizo mucho daño”. El coste ha sido alto. Y una de las recetas para volver a conectar con esa parte de la sociedad que ha retirado su confianza es renovar las caras visibles del PPC.

Pero del dicho al hecho va un trecho y el PPC ya está acostumbrado a encontrar piedras de todo tipo en su camino. A sus líderes los ha acabado imponiendo o quitando Génova a lo largo de su historia. Desde Alejo Vidal-Quadras a Josep Piqué, pasando por Alicia Sánchez Camacho hasta llegar a García Albiol que ya ofreció su dimisión la misma noche electoral. Los populares nunca han movido las masas en Cataluña donde, no obstante, han tenido hasta hace poco unas bases fieles. Lo cierto es que, de espaldas a la galería, hay serias discrepancias en la marca catalana sobre si Madrid debe de nuevo mangonearles…. o no.

Porque el 21-D ha puesto de manifiesto el riesgo de “desaparecer más allá del Ebro”. Quienes así hablan precisan el deseo de la tabla rasa con la espita de un congreso extraordinario. Sin espejismos. La renovación no pasará por ahí y la militancia del PPC deberá tragarse la reivindicación como cualquier hijo de vecino su pedazo de autonomía se perderá en la polvareda. Con tales mimbres, Mariano Rajoy también seguirá condenando las posibilidades de las siglas de gustar a la parroquia catalana.