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Christian Romero / El Club de los Viernes

La Santísima Sanidad

El autor rompe un tabú y discute esa máxima, con un ejemplo elocuente: los propios funcionarios prefieren una Mutua, sólo el 20% se queda en la Seguridad Social. El resto no puede elegir.

Dolors Montserrat, ministra de Sanidad

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¿No tienen ustedes la sensación de que la Sanidad pública es venerada como si fuese una religión? A mí me lo parece. Criticar a lo que muchos denominan una “sanidad gratuita, universal y de calidad” es casi un tabú. La herejía de nuestros tiempos. No me refiero a la típica crítica de fallos o retrasos en la atención sanitaria, en cuyo caso siempre se propone aumentar el presupuesto para solucionarlo y a correr. Sino a plantear, que quizás, lo que esté mal, es que sea un servicio completamente al margen del mercado. Un servicio secuestrado por los políticos y sus intereses.

Según  IDIS, entre 2006 y 2016 hubo un aumento de casi un millón de pólizas, a pesar de toda la propaganda institucional

Se cantan loas sobre el modelo sanitario que dicen que nos hemos dado. A la inmensa mayoría de los paganinis nadie nos preguntó nada a la hora de implantar el sistema de la Seguridad Social. No fue hasta 1963, durante la dictadura franquista, cuando aparece la Ley de Bases de la Seguridad Social, que bien puede ser considerado su origen. A partir de ahí, y con el transcurrir de los años, pasan a ser las Comunidades Autónomas las que prestan los servicios de salud en nuestro país.

Así es como lo veo. Si vives en una gran ciudad, y has utilizado los dos sistemas sanitarios durante el tiempo suficiente, supongo que te habrás percatado de lo mismo que yo: hace años, la mayor parte de los ciudadanos solo íbamos al médico del seguro. Ahora las cosas han cambiado. Han cambiado tanto, que hay salas de espera de consultas privadas con más gente que en las de algunos ambulatorios en los que no te piden la tarjeta de Sanitas para ser atendido.

Los lemas

Esto es sólo una impresión basada en mi experiencia. Pero lo que es innegable es cómo ha crecido el número de asegurados de la privada en los últimos años. Según la Fundación IDIS, entre 2006 y 2016 hubo un aumento de casi un millón de pólizas, a pesar de toda la propaganda institucional replicada después por nuestros cuñados en las comidas familiares; eso que nos repiten tres veces al día en cada una de las tertulias radiofónicas patrias: “Tenemos la mejor sanidad del mundo”.

Pues a pesar de todo, cada vez más gente contrata seguros privados. Algunos dicen que este aumento ha sido motivado por los famosos recortes. Pero bueno, no entremos en eso ahora. Supongo que entre las casi 10 millones de personas que han contratado en España pólizas de salud habrá diferentes razones. Yo soy una de esas personas, y mis motivaciones no tienen nada que ver con los recortes esos que dicen que hay.

Lo mío tiene que ver con el acceso rápido a especialistas, pruebas diagnósticas y poder escoger médico. Oigan, porque no es lo mismo un cirujano que otro, vamos, digo yo. No es lo mismo Messi que Oleguer Presas metiendo goles. Además, se habla mucho de las listas de espera para operaciones, pero no se habla tanto del tiempo que pasa entre que vas al médico de cabecera, luego esperas para el especialista, vuelves a esperar para la radiografía o el TAC, continuas esperando para que el especialista valore la prueba, y si es necesaria la intervención, entonces es cuando te incorporan a esas listas.

Tardarás un poco más si das con un doctor que valora menos tu salud que el bonus que pagan en algunas comunidades autónomas por no derivar a sus pacientes al especialista. ¿Y qué pasa con todo el tiempo transcurrido anterior? Pues que si es realmente grave tu enfermedad, te mueres. Y, por lo que cuesta un seguro de salud al compararlo con esa posibilidad, te resulta hasta barato.

Los funcionarios, que aún pueden escoger a través de sus Mutualidades y no pagar doble como  los demás. Sólo un 20 % de ellos escoge la sanidad estatal

Hablando del coste, se hacen muchas comparativas entre el gasto por paciente de la pública o autonómica y la privada, sin atender al hecho de que nadie obliga a nadie a contratar un seguro privado. Sin embargo, la sanidad pública es obligatoria pagarla, la uses o no, salvo para algunos funcionarios, que aún pueden escoger a través de sus Mutualidades entre una u otra, y no pagar doble como tenemos que hacer los demás. Con todo, sólo un 20 % de ellos escoge la sanidad estatal. Ironías españolas.

El escabroso asunto de las presiones a los facultativos para actuar de una determinada forma también es llamativo. La denuncia de un médico de atención primaria porque sus superiores de la Consejería Gallega de Sanidad le obligan a recetar en contra de su criterio medicamentos genéricos es un ejemplo. Lo relacionado con la calidad de los medicamentos genéricos dispensados por el SAS andaluz también parece turbio. Conflictos de intereses. De intereses políticos.

Políticos lejos

No abogo por desmontar todo el tinglado de la Sanidad pública. Creo que lo ideal es contar con ambas, y que las regulaciones permitan a las compañías privadas poder evolucionar y competir libremente para mejorar sus servicios y abaratar precios. Ahora bien, deberíamos poder descolgarnos de la autonómica. Pagar sólo por la de nuestra elección.

Es decir, ir menguando paulatinamente el papel de los políticos en este ámbito, porque cuanto más alejados estén de nuestra salud, tanto mejor para nosotros. Y si no opinan igual, hagan memoria de cuando sólo contábamos con una empresa pública para comunicarnos, la Telefónica Nacional de España, y compárenlo con su servicio de telefonía actual.

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