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Editorial

No existió brutalidad policial; sí violencia contra la Policía

Una de las grandes mentiras del procés fue la represión policial. No hubo mil heridos y la única violencia inducida procedió de la Generalitat. Zoido debió ser más claro en esta denuncia.

El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido

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El ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido, acaba de precisar todas las cifras del formidable despliegue que el Gobierno tuvo que desarrollar en Cataluña con motivo del referéndum ilegal del 1-O, clímax del Golpe de Estado perpetrado desde la propia Generalitat contra la Constitución, el Estado de Derecho y la convivencia.

Las cifras son escalofriantes: hasta 12.000 efectivos de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, el doble los habituales en Cataluña, tuvieron que desplazarse allí de manera excepcional durante tres meses para cumplir las instrucciones de los jueces y atender las obligaciones del Ejecutivo en un espacio donde, simplemente, la democracia estaba amenazada por quienes decían actuar, con infinita desfachatez, en nombre de ella.

Nunca hubo 1.000 heridos. Sólo dos personas quedaban en los hospitales 24 horas después del 1-O

El coste, de 87 millones de euros, da cuenta de la magnitud del conflicto y del esfuerzo que hubo que hacer para atender el mayor desafío sufrido por España desde 1978. Y de la eficacia del mismo da testimonio, más allá de polémicas, el resultado: los golpistas no lograron su objetivo, las calles no ardieron, la Constitución se reinstauró y el Estado de Derecho logró imponerse, como no podía ser de otra manera, con un coste en términos humanos y materiales mínimo.

A partir de ahí, sí cabe hacer otras lecturas y reprocharle al ministro Zoido la tibieza con que las ha tratado. Debería haber mucho más hincapié del que hizo en su momento y ayer mismo de nuevo en la deleznable campaña propagandística del secesionismo sobre una supuesta brutalidad policial que nunca existió.

Conceptualmente, tildar de "violencia" el simple ejercicio de las funciones policiales en escenarios ilegales e ilegítimos es ya una barbaridad, pues la obligación de los Cuerpos de Seguridad es tratar de evitar delitos y actuar con arreglo a las instrucciones de los jueces: un Golpe de Estado, por muchos ciudadanos engañados o convencidos que lo secunden, no puede ser respondido de manera laxa ni tolerado ni permitido por temor a las críticas posteriores.

Falsos heridos

No son heridos "por votar" ni las cargas policiales fueron "un acto de represión", como repitieron hasta la saciedad los cabecillas del Golpe, únicos responsables de los desperfectos y heridas de algunos ciudadanos. Son, y hay que decirlo con mayor claridad de la empleada por el ministro, los efectos indeseables pero inevitables de participar en posibles delitos a sabiendas, desoyendo la ley e impulsados por unos dirigentes irresponsables que buscaban esa imagen para aumentar su martirologio.

Pero es que además no hubo tales heridos, por muchas veces que se repitan las mismas imágenes de las escasas cargas policiales registradas, por mucho que se mienta con casos particulares de víctimas ficticias inventando agresiones, por mucha alcaldesa de Barcelona denunciando hasta "agresiones sexuales" y, en fin, por mucha estadística fabulada que se difundiera desde la propia Generalitat golpista.

La propaganda

Todo eso es falso: a las 24 horas de anunciar "mil heridos" y de esparcir internacionalmente, con la negligente complicidad de muchos medios, la idea de una España represora; sólo había dos personas internadas en los centros hospitalarios públicos catalanes. El resto, o disfrutó una milagrosa y repentina mejoría o, simplemente, nunca existió.

La violencia siempre se practicó desde las instituciones catalanas, de manera retórica, con decisiones políticas e incendiando a una parte de la ciudadanía

Los distintos sumarios y autos judiciales, bases para justificar la más que oportuna acusación de rebelión a una parte del Govern golpista, sí detallan por contra la estimulación de la violencia desde la Generalitat y el uso de los Mossos para militarizar el desafío y oponerse a los Cuerpos de Seguridad, como resume una frase contenida en la instrucción y pronunciada por el entonces conseller de Interior, Joaquim Forn: "No habrá un choque entre los Mossos y la Policía si se acepta la nueva situación política".

Zoido, poco enérgico

La violencia siempre se practicó desde las instituciones catalanas, de manera retórica, con decisiones políticas e incendiando a una parte de la ciudadanía entre falacias que hoy, felizmente, están cayendo una a una. Por eso se echó en falta mayor vigor de Zoido para defender el papel de los Cuerpos de Seguridad, para recordarle a la opinión pública que son el último escudo de la democracia y para explicar qué medidas se van a adoptar para evitar en adelante la parte más deplorable de este lamentable episodio.

Porque no es normal que, en una parte de España, no haya comisarías, cuarteles e instalaciones para albergar a servidores públicos cuando son necesarios. El famoso Piolín simboliza cómo España se diluyó en Cataluña durante décadas para no molestar al nacionalismo: ni siquiera los agentes que van a defender la ley tenían un lugar donde dormir acorde con su misión.

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