Rajoy dispara la ansiedad al romper el equilibrio de poder en La Moncloa
Todo anda revuelto en la retaguardia del Partido Popular. La tradicional apuesta del Presidente por mantener los contrapesos internos ha saltado por los aires y aumentan las decepciones.
“Gobernar es rectificar, sostenía Confucio. Pero Mariano [Rajoy] es chino”, comentaba días atrás con no poca sorna un veterano cargo del PP uno de tantos cuyo rostro mudó ante la designación de José Luis Ayllón como jefe de Gabinete del presidente del Gobierno.
En efecto, nadie pone en duda la valía de “Papi” Ayllón, un tipo afanoso y minucioso, además es del partido y por tanto “uno de los nuestros”. Sin embargo, su condición de “sorayo”, esto es, un fiel a la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, ha levantado suspicacias en distintos sectores populares. Primordialmente, porque Rajoy ha roto con su elección el tradicional equilibrio de poder impuesto por él mismo, también en La Moncloa. La división en “sensibilidades” ha venido lastrando al Gobierno, pero Mariano Rajoy ha jugado siempre a favor de una y otra facción. Hasta ahora.
La Moncloa ha sido bajo mandato de Rajoy una suerte de ecosistema compuesto de dominios perfectamente delimitados. Por un lado, la Secretaría de Estado de Comunicación bajo el mando de Carmen Martínez Castro. Por otro, la Vicepresidencia con Soraya Sáenz de Santamaría al frente. En medio, abriéndose paso por su propio pie, Jorge Moragas, que mantenía fuera del alcance de las dos el gabinete de la Presidencia. Los compartimentos eran a todas luces estancos, aunque representen el núcleo de Poder que rodea a Mariano Rajoy. Esa balanza se ha inclinado a favor de Soraya.
Ahí es donde duele, según reconocen diversas fuentes populares, las mismas que fantasearon en los últimos tiempos un distanciamiento de Rajoy con Sáenz de Santamaría ante la gestión del problema catalán. Y la realidad, pese al descalabro de la Operación Diálogo, ha evidenciado lo contrario. Consecuencia: La pugna Soraya Sáenz de Santamaría-María Dolores de Cospedal tiene ganadora. Más aún después de que el titular del Interior, José Ignacio Zoido, y sus “lolailos” vayan acumulando fracasos. Del 1-O a la reciente nevada. Si se cuela Carles Puigdemont en el Parlamento de Cataluña, podrá ser arropado por la ministra de Defensa, pero tendrá complicada la supervivencia.
Bajan revueltas las aguas. La crisis de ansiedad en el PP define el momento político. Nada es ya seguro y se multiplican las voces clamando por recuperar la iniciativa y colocar a C´s a la defensiva. En círculos populares despliegan lecturas distintas de la estrategia más adecuada a seguir y dejan latir las ganas de cobrarse cabezas. Las miradas se dirigen al Ejecutivo, a la soñada remodelación ministerial. Claro que hay también quienes se han cansado de los vicesecretarios generales. Salvan a Fernando Martínez Maíllo y a Pablo Casado, con la mente volcada en una hipotética candidatura por Madrid, pero convierten en “contraimagen” del partido a Javier Maroto y Andrea Levy.
En el trasfondo se detecta la necesidad de polis malos, quebrantahuesos, comisarios políticos de los de antes. Rajoy está lejos de acusar recibo, lo cual alimenta la incógnita electoral. Las citas de 2018 serán un test sobre las posibilidades del centro-derecha cara a las próximas generales. Es decir, en clave nacional, más que en clave municipal, autonómica o europea. Y el futuro puede devenir en una endiablada partida.