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Carlos Dávila

Enfado descomunal en el PP ante lo que Ciudadanos les tiene preparado

La lucha pues es un combate a sangre entre dos partidos que despliegan sus artes para convencer “casi” al mismo electorado. En el PP piensan que Rivera quiere horadar la estabilidad de Rajoy

Rivera, en el Congreso, pasa por delante de Rajoy y Soraya.

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La crisis institucional de la pasada semana ha deteriorado aún más las relaciones entre el Gobierno del Partido Popular y Ciudadanos. Un distinguido ejecutivo de los parlamentarios populares acusa así: “Los episodios del Consejo de Estado y del Tribunal Constitucional han mejorado el entendimiento entre Rajoy y Pedro Sánchez y han deteriorado sensiblemente el que ya casi no existía entre Rajoy y Rivera”.

Todavía es más duro en su manifestación: “La salida de tono de Rivera tras la decisión del Consejo nos pareció una auténtica agresión. El estaba enterado de todo. ¿O es que no había dicho por activa y por pasiva que iba a apoyar todas las iniciativas del Gobierno?” El enfado es monumental, tanto que ahora mismo están en peligro incluso los Presupuestos de 2018.

Si se cierra el culebrón catalán con el desestimiento del orate Puigdemont, el porvenir de las relaciones entre el PP y Ciudadanos se antoja cada vez más negro.

Rajoy ha tomado nota del desaire que ha supuesto el negar al PP grupo parlamentario propio en Cataluña, y al decir de este confeso declarante: “No está dispuesto a soportar mucho más las humillaciones de Rivera”.

Ciudadanos, claro está, sabe hasta qué punto la corrupción es una lacra que lastra abundantemente las expectativas electorales del PP, por eso se está cebando con la Gürtel de Valencia, y por eso prepara artillería pesada para cuando empiece el baile judicial de los mil episodios repugnantes que el PP tiene heredados de su pasado.

Pero el PP no se va a callar y en este sentido le ha venido de perillas el rechazo del Tribunal de Cuentas a la contabilidad endógena del partido naranja. El Tribunal no avala unos números que, por lo menos, duda de que los ingresos que tienen por ley los grupos de diversos municipios puedan engrosar las arcas del partido para soportar gastos generales.

Dice el citado parlamentario del PP: “Eso está prohibido por la ley”, aunque en todo caso no se puede homologar con el caso Rita Barberá; aquí no se cambia dinero blanco por negro, aquí simplemente se utilizan miles de euros para engrasar la maquinaria partidista. Esta feo, pero no tanto.

Rajoy y Rivera, en uno de sus encuentros en el Congreso.

La lucha pues es un combate a sangre entre dos partidos que despliegan sus artes para convencer “casi” al mismo electorado. En el PP piensan con razón -Ciudadanos tampoco lo oculta- que la intención de Rivera es horadar la estabilidad ética y política de Rajoy, de aquí que haya tomado una iniciativa realmente espectacular: desafiar al presidente del Gobierno a un careo mano a mano en la Comisión del Congreso de los Diputados que investiga las finanzas del PP.

Claro está que el PSOE se ha apresurado a anunciar que, de ninguna manera, facilitará este reto, entre otras cosas, claro está, porque dejaría al partido de Sánchez, fuera del ruedo de la oposición. Pero es que además en el PSOE empeora cada día más su opinión sobre Ciudadanos y el líder Albert Rivera, tanto que solo hace unos días, también una voz autorizada del Grupo Parlamentario Socialista se declaraba harta de un partido insolvente que lo improvisa todo según corren los vientos y que tiene unos portavoces que producen horror.

Ciudadanos, claro está, sabe hasta qué punto la corrupción es una lacra que lastra abundantemente las expectativas electorales del PP, por eso se está cebando con la Gürtel

Naturalmente, el cronista no entrecomilla estas descalificaciones porque son mero recuerdo memorístico, no vaya a ser que no reflejen exactamente el pensamiento de los socialistas.

En esta situación de perentoriedad con un PP harto de convivir con un Ciudadanos intransigente, ¿pueden darse por cerrados los Presupuestos?

Pues de ninguna forma; por primera vez, dígase lo que se diga corren peligro cierto, aunque otro socio coyuntural del PP para esta ley trascendental, el PNV, se muestra, aunque en público ponga obstáculos políticos a las cuentas de este año 2018, partidario de terminar votando a favor, entre otras cosas porque también, dígase lo que se diga, entre las intenciones de los nacionalistas vascos no figura la de exigir por ejemplo la transferencia de las prisiones, un auténtico “marronazo” que los peneuvistas no desean administrar.

Si se cierra, como por fuerza tiene que cerrarse, el culebrón catalán con el desestimiento del orate Puigdemont, el porvenir de las relaciones entre el PP y Ciudadanos se antoja cada vez más negro. Ambos partidos se están tirando a matar y como asegura el interlocutor referido: “Y más que va a pasar”.

Muchos políticos del PP piensan que el futuro de su partido depende de cómo aguante la acometida brutal de Ciudadanos, un partido que ahora mismo -y eso lo certificará el próximos sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas- lleva mucha delantera en el gusto de los españoles.

A Ciudadanos, como diría el propio Rivera, “ya le va bien” con lo que está haciendo y no cambiará de estrategia. Curiosamente, ni la artificial solidaridad sobre el problema catalán, ha unido a los dos partidos; antes bien los ha convertido en rivales irreconciliables.