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Sánchez, entre Rajoy y Rubalcaba

El PSOE tiene heridas acumuladas entre los nuevos dirigentes y una vieja guardia con la que apenas convive. El pasado y el presente de un partido clave plagado de nombres históricos.

Sánchez, entre Rajoy y Rubalcaba

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El posicionamiento del PSOE sin ambages en defensa del Estado de Derecho, al lado del Gobierno, es una de las lecciones aprendidas en su "segunda vida" por Pedro Sánchez. El secretario general de los socialistas se ha aplicado a ello junto a Mariano Rajoy de quien fue informado, según diversas fuentes, en un almuerzo en La Moncloa de los posibles pasos de Carles Puigdemont para lograr ser investido presidente de la Generalidad de Cataluña y de cómo encarar política y jurídicamente la situación.

Y es que puede decirse que el cierre de filas del PSOE con el Gobierno ha terminado siendo casi un bálsamo para el partido. Así lo dicen importantes dirigentes. Lo que manifiestan muchos ahora en las filas socialistas es que la formación se mantiene “donde debe estar”. Esa es la opinión incluso de “la vieja guardia” que hizo campaña activa contra Sánchez y en favor de la andaluza Susana Díaz. Cosa distinta es que las relaciones con algunos de sus miembros puedan reconducirse. En particular, con Alfredo Pérez Rubalcaba.

Pedro pretendió tomarme por gilipollas”. Imposible decir más claro lo que piensa Rubalcaba

En Ferraz se mueven entre una revolución de sentimientos. La cabeza les pide mirar para otro lado. El estómago, en cambio, quiere expresar sus recelos hacia Rubalcaba. Las alarmas de indignación saltaron con la foto, en la misma mesa de la cafetería del madrileño hotel Santo Mauro, del ex secretario general del PSOE con la coordinadora general del PdeCAT, Marta Pascal, y su compañero de partido y diputado en el Congreso, Jordi Xuclà. Como, además, Pascal venía de Bruselas de entrevistarse un día antes con Carles Puigdemont, el impacto desató los nervios en más de uno.

Lejos de restarle trascendencia, la cúpula socialista, con Pedro Sánchez al frente, se dejó llevar por lo que les pedía el cuerpo e hizo llegar a los medios que la cita carecía de su aprobación previa y que desconocía su contenido. Una incomunicación previsible, por cierto, porque entre Rubalcaba y Sánchez media un abismo. Sin pelos en la lengua, quien fuera casi todo en el PSOE lamentó públicamente en Los Desayunos de TVE que la actual dirección le pusiese “como un trapo” por su “charla de café”. Tampoco gustó al sanchismo la apuesta de Rubalcaba por que los constitucionalistas se enfrenten a los independentistas en Cataluña con un “proyecto político compartido”.

En la sombras

La respuesta al amago de frente común llegó este viernes desde el cuartel general socialista por boca de Carmen Calvo: “Nosotros cumplimos los mandatos del 39º Congreso Federal. Somos la izquierda, la alternativa de Gobierno, nos colocamos en el sitio donde nos piden nuestros votantes y militantes”. Horas antes, a su paso por Más de Uno, el programa de Carlos Alsina en Onda Cero, Rubalcaba había aventurado que “la política de hoy es supertacticista”. ¡Él, a quien tantas veces han acusado precisamente de moverse entre las sombras! “Me he quedado como Mao Tse Tung”, afirmó con ironía. En cuestión de horas, seguro, va a tener la oportunidad de devolver la letra girada. Atentos al dial este martes.

Muchas de las cosas que han pasado resultan irreversibles. “Pedro pretendió tomarme por gilipollas”. Imposible decirlo más claro. Y así se ha expresado en alguna ocasión Rubalcaba para explicar su ruptura con el hoy líder socialista. Porque hay cosas que ni olvida ni perdona. Los últimos puentes quedaron definitivamente dinamitados durante la Legislatura más corta de la etapa democrática, la del bloqueo con repetición de elecciones. Recordemos. Finales de enero de 2016. Los españoles habían votado y correspondía a los partidos formar una mayoría parlamentaria que expresase la relación de fuerzas surgida de las urnas. El secretario general del PSOE creyó ver el camino despejado para llegar a La Moncloa. Vaciló, sin duda, pero Mariano Rajoy se había negado a presentarse a la investidura.

Ese proceso lo conoció bien Rubalcaba porque Sánchez llegó a trasladarse a su domicilio para abordar su deseo de ofrecerse a Felipe VI como aspirante a la presidencia del Gobierno. El ex secretario general de los socialistas en ningún momento vio claro el paso de su sucesor. Incluso recomendó salir de dudas consultando con Felipe González. En esos extremos parecía que coincidían, aunque Sánchez se limitó a escuchar. Para sorpresa de Rubalcaba, apenas terminó la cita descubrió en los titulares de prensa que Sánchez anunciaba su disposición a formar Gobierno si el Rey se lo ofrecía. Rubalcaba, muy decepcionado por la traición, rompió con Sánchez. A tenor de lo visto a partir de entonces, y pese a la quina que tuvo que tragar, su vaticinio de que la suma de PSOE, Ciudadanos y Podemos era sencillamente imposible se fue haciendo cada día más manifiesta.

Con Susana

Alfredo Pérez Rubalcaba aguardó largo tiempo, nueva convocatoria electoral de por medio, para mover ficha… siempre entre bambalinas. Y acuñó el término “Gobierno Frankenstein” para referirse a los enésimos intentos de Sánchez de llegar a presidente del Gobierno. Al igual que el resto de la “vieja guardia”, apoyó la implosión del partido y el posterior paso al frente de Susana Díaz para alcanzar el liderazgo del PSOE.

Desde entonces, el único contacto conocido entre ambos tuvo lugar el pasado 21 de octubre, cuando Sánchez le telefoneó, como al resto de los ex secretarios generales del PSOE, para agradecerle el cierre de filas con su posición de respaldo al Gobierno en el despliegue del artículo 155 en Cataluña. Por más que la cruda realidad sea que ni siquiera la grave crisis provocada por la deriva independentista ha podido suponer un acercamiento entre los dos políticos.

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