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Editorial

Sánchez resucita la España de los dos bandos para compensar su falta de pulso

El líder del PSOE intenta reabrir heridas superadas para lograr un espacio político que no encuentra. Ya lo hizo Zapatero, resucitando el frentismo sin atender en realidad a las víctimas.

Pedro Sánchez y Cristina Narbona, esta semana

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El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha abierto el nuevo año político -aunque suene mal estando ya en febrero, así es el calendario en las Cortes- colocando como máxima prioridad potenciar la 'Ley de Memoria Histórica', aprobada en su día por Zapatero con la idea -o al menos el resultado- de servirse más del dolor de la Guerra Civil y la Dictadura que de atender realmente a los damnificados de aquella época.

Y eso parece que vuelve a motivar a su sucesor, que no encuentra asuntos mejores para encontrar su espacio político. Honrar a las víctimas y restituirlas en la medida de lo posible es una tarea básica en una democracia decente, sin la menor duda; pero utilizarlas para reabrir heridas en la pugna política es, sensu contrario, una de las más innobles dedicaciones a las que puede consagrarse un dirigente serio.

Un político serio no divide a la sociedad con trincheras artificiales, levanta puentes reales siempre

No está claro que Sánchez lo sea con una propuesta que, básicamente, intenta dividir artificialmente a la sociedad en dos viejos bandos, actualizando una polémica que ya no está en la calle y cavando trincheras donde se deben levantar puentes.

Que el PSOE intente convertir en su bandera un antifranquismo sobrevenido es casi hilarante, y denota la escasa imaginación y la falta de ideas del partido para enlazar con las preocupaciones reales de la ciudadanía.

La conciliación

Puesto que no tiene nada que decir solvente ante los grandes desafíos vigentes, se apela a emociones y materias delicadas al objetivo de movilizar al electorado. Sólo así se entiende que el desalojo de los restos de Franco pueda considerarse una prioridad nacional, especialmente cuando ésa y otras ideas no se hacen con el ánimo conciliador de la Transición, recogida en una ley ejemplar, sino con el espíritu frentista que España supo superar al evolucionar de la Dictadura a la democracia.


Zapatero ya usó el dolor de la Guerra y de la Dictadura con la excusa de atender a las víctimas, a las que nada dio


Lograr que todas las familias españolas puedan encontrar los restos de sus antepasados y darles el homenaje que se merecen es loable; tanto como honrar a las víctimas de ETA y a todas en general: los muertos no tienen bando, nunca, y la madurez de un pueblo se mide en cómo los trata.

Pero esa premisa elemental ya estaba presente en la Ley de Zapatero, como declaración de intenciones fallida: apenas se rescató a nadie; pero en cambio sí se resucitó el frentismo irresponsable como parte del debate político.

Con decencia

Si eso es lo que busca Sánchez, y tiene aspecto de ello, sólo merece reprobación por su frivolidad y su falta de sensibilidad: conocer la historia, que es una disciplina colectiva bien distinta a la memoria -por definición individual-, es necesario y casi exigible para guardar una conexión con el pasado que se transforme en un antídoto para el presente y en un salvoconducto más sano hacia el futuro.

Pero intentar refrescar la España de los bandos, para pasarse por republicano y tratar al PP de franquista, es deplorable. Las heridas se curan con decencia, altura de miras intelectual y delicadeza emocional. No a golpe de leyes y propaganda que sólo sirven para hacerlas sangrar de nuevo. Cuidado pues.