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Editorial

C´s no puede pactar nada con un partido que no cree en la Constitución

España necesita una reforma electoral, pero no pactada con cualquiera. Podemos no cree en la Constitución y no puede ser el instigador ni el socio de ningún cambio constructivo.

C´s no puede pactar nada con un partido que no cree en la Constitución

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Que la Ley Electoral puede y debe ser mejorada en España es un hecho difícil de rebatir: por razonable que sea mitigar el escaso peso que tendrían provincias poco pobladas en un sistema estrictamente proporcional, ningún argumento puede pesar más que la deseable aspiración a que todos los votos valgan básicamente lo mismo, base del ideal democrático.

Y nada mejor que revisar la historia reciente de España para constatar que la sobrevaloración del voto en circunscripciones pequeñas, unida a la legendaria incapacidad de los dos grandes partidos para ponerse de acuerdo en temas de Estado, ha entregado a partidos pequeños y de corte nacionalista un peso decisivo que no se corresponde con su 'valor' real en el conjunto de España: intentar que PNV o la vieja CiU -desleales y egoístas siempre- no decidan la orientación de ningún Gobierno, por el carácter decisivo de unos diputados tan 'baratos' como los que vienen logrando desde 1978, es sugerente.

Podemos no respeta lo que pide: rechaza la soberanía nacional, manifestación máxima del voto y de la democracia

Pero si el fondo es más que razonable, las formas también han de serlo. Y, en ese sentido, empezar el viaje con una reunión entre Ciudadanos y Podemos no es lo más presentable: parece primar más el deseo de ambos por encarnar un nuevo régimen en sus ámbitos ideológicos frente al antiguo régimen de PP y PSOE que la voluntad deportiva de mejorar las cosas.

Sorprende especialmente que Ciudadanos, de genuino espíritu reformista, se haya prestado a blanquear tan fácilmente la imagen de un partido que ahora pide la 'igualdad real' entre votantes mientras protege, en la práctica, a quienes más conculcan esa máxima en Cataluña: no se puede entonar el célebre 'un hombre un voto' mientras, a la vez, se respalda que apenas un 7% de la población española, los catalanes independentistas, decidan ellos solos cuál debe ser el futuro del país.

Podemos y la soberanía nacional

Albert Rivera debería haber sido consciente de ello y negarse a hablar de la arquitectura democrática de España con Podemos mientras no respete ni defienda la mayor manifestación de esa herramienta democrática esencial: la soberanía nacional, expresión de la voluntad individual de cada uno de los ciudadanos de España.

C´s no puede blanquear a un partido que quiere dar lecciones de democracia mientras se pone siempre al lado de quienes la pisotean

El cinismo de Podemos es legendario y revela que su única intención es recuperar un cierto protagonismo, quitárselo a la vez al PSOE y hacer olvidar a cuantos más mejor su deplorable actitud durante el mayor desafío que la democracia española ha sufrido desde 1978, aún vigente en Cataluña. Pero que Ciudadanos no se percate de ese juego o no le importe, es decepcionante.

Porque además, una reforma de esas características sólo se puede hacer con el concurso de al menos uno de los dos partidos que ha gobernado España desde la Transición, con la UCD extinta aparte. Y no parece que ni el PP ni el PSOE estén muy dispuestos: si es por razones espurias relativas al daño que un nuevo sistema de reparto pudiera hacerles; la liturgia elegida por C´s y Podemos para iniciar el camino les ha regalado un argumento fácil para, sin revelar sus verdaderas razones, cerrar este capítulo antes de que llegue siquiera a abrirse.

Sí, pero no así

Y sería una lástima, pues la necesidad de modernizar en general el sistema electoral es evidente: desde la regulación de los debates electorales, que no pueden quedar al arbitrio de los candidatos y han de ser considerados un derecho de los ciudadanos; hasta la propia financiación de los partidos; la modificación de las circunscripciones dentro incluso de cada provincia o el tipo de campaña a futuro; serían sugerentes novedades que antes o después han de implantarse.

Pero no así. Y no con un padrino como Podemos, tan alejado de los cánones democráticos y tan poco legitimado, pues, para dar lecciones al respecto: un partido que denigra y desprecia el "Régimen del 78" y que sistemáticamente se pone del lado de quienes menos creen en la España constitucional no puede ser el instigador de nada ni el compañero de un partido serio y al alza que, obviamente, también se equivoca.

Ciudadanos no lo ha sabido ver o no lo ha querido ver, y eso atestigua la necesidad de aprender a frenarse para elegir el camino correcto, los tiempos adecuados y los socios preferentes. No vale cualquiera ni de cualquier manera si, de verdad, se quiere hacer algo constructivo y nuevo. Y sería una lástima que el innegable y positivo espíritu reformista del partido naranja se dejara arrastrar en esto por un populismo al que, en realidad, siempre ha ayudado a frenar.

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