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Jesús Prieto Barrio

Dataísmo: la nueva religión ya está aquí

Algún día será una especie de Dios benévolo capaz de anticipar accidentes, enfermedades y errores humanos. La Inteligencia Artificial están en su infancia, pero ha venido para quedarse.

Ilustración de Geralt

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Tres perfectos desconocidos están a punto de morir y el Dios que puede salvarlos todavía no está preparado para evitarlo. María lleva ya casi dos años en Berlín estudiando arquitectura y aunque al principio le pareció una ciudad sin alma cada vez se encuentra más cómoda con su nueva vida allí. Sentada en su avión de Ryanair mientras espera el inicio de la maniobra de despegue no puede dejar de pensar en los próximos días en Madrid celebrando el carnaval con su familia.

Estamos asistiendo a la creación de este nuevo Dios a través de los datos, y ha venido para quedarse

John Green es un apasionado de los coches que tuvo la suerte de nacer en la ciudad de Detroit; cumpliendo con el guion, consiguió un empleo en la planta de ensamblado Hamtramck de General Motors y desde hace más de veinte años disfruta cada día en el departamento encargado de ensamblar los motores de los Cadillac. Como siempre en cuanto finaliza su turno, John se apresura con su pick-up por la I-94 para llegar a casa a tiempo de acostar a sus dos hijos pequeños.

Takashi Matsuoka está a punto de iniciar su paseo por el parque Yamashita, en Yokohama, Japón. Aunque esa mañana no se siente del todo bien siempre intenta obligarse a realizar algo de ejercicio para mantenerse en forma y más ahora que, recién jubilado tras más de cincuenta años trabajando en una de las divisiones de componentes electrónicos de Sony, empieza a disfrutar de tanto tiempo libre como para estar aburrido buena parte del día.

Estas tres personas no se conocen, nunca se han visto y sin embargo tienen algo en común: están a punto de morir. Ninguna lo sabe y ni siquiera pueden llegar a imaginarlo, pero en unos cinco minutos el avión de María sufrirá un problema mecánico que le impedirá alcanzar la velocidad suficiente para iniciar el despegue lo que, unido a la intensa niebla, provocará un error del piloto al final de la maniobra que terminará con el avión estrellándose en un lateral de la pista.

John, en cambio, va a tener la mala suerte de encontrarse en la I-94 con un camión de transporte de combustible cruzado después de pinchar una de sus ruedas traseras sin que su conductor fuese capaz de controlarlo; aunque el asistente de conducción de la pick-up de John detectará el obstáculo y bloqueará las ruedas no será suficiente para impedir que la brutal colisión provoque la explosión de la carga.

Una alternativa

Y por último nuestro amigo Takashi no tendrá un final tan aparatoso, simplemente empezará a notar una pequeña molestia en el pecho a la que el principio no dará mucha importancia pero que, conforme se acerque al puerto de Yokohama, terminará convirtiéndose en un infarto agudo de miocardio que no le permitirá llegar con vida al hospital.

Y ahora permítame que le plantee un final alternativo; imagine que tenemos ahí arriba a un Dios vigilante, observando a María, a John, al Sr. Matsuoka, a usted y a mí; imagine incluso que es capaz de observar a toda la humanidad de forma simultánea. Imagine que, como es Dios, es capaz de recopilar y analizar cada dato, cada movimiento, observando nuestras decisiones, nuestro comportamiento, cómo utilizamos y nos servimos de la tecnología, cómo nos relacionamos con nuestro entorno más cercano, cómo nos afectan las grandes decisiones políticas y los ciclos económicos y, a la vez, cómo nuestras pequeñas decisiones contribuyen de alguna medida a conformar las grandes corrientes globales.

Imagine que ese Dios es capaz de procesar todas esas cantidades inabordables de información cada segundo, seleccionando y clasificando cada dato, cruzándolo instantáneamente con miles de millones de otros datos, comparándolo contra sus modelos, aprendiendo en cada proceso, actualizando y generando nuevos patrones y modelos a cada segundo.

Ese “Dios” de datos y algoritmos está más cerca de lo que pensamos de poder salvar a María, John y al Sr. Matsuoka de las futuras generaciones.

Bien, pues parece que estamos asistiendo a la creación de este nuevo Dios y que ha venido para quedarse. En este sentido no dejan de aparecer en prensa noticias sobre los avances en inteligencia artificial y en concreto en el área de deep learning (en la que los algoritmos de machine learning se ejecutan sobre redes neuronales avanzadas diseñadas para intentar simular el cerebro humando) que, a pesar de sus limitaciones, resultan intrigantes por cuanto dejan intuir una parte ínfima del increíble potencial asociado a esa tecnología.

Por ejemplo hace poco más de un año en el MIT utilizaron una combinación de varias redes neuronales para crear un sistema capaz de anticipar lo que iba a pasar en un video y generar automáticamente las siguientes escenas. No te asustes todavía, el sistema sólo funciona con ciertos tipos de vídeos (imágenes de playas, partidas de golf o estaciones de tren), en escenas de muy poca duración (uno o dos segundos) y cuando posteriormente se visionaron por personas, sobre un total de más de 13.000 vídeos, los vídeos generados automáticamente se consideraron tan convincentes como los vídeos reales en tan sólo un 20 por ciento de los casos.

Millones de patrones

En un futuro los sistemas basados en inteligencia artificial habrán procesado todos los datos de accidentes aéreos y generado millones de patrones predictivos que habrían alertado de que la combinación de la niebla, un avión reparado dos veces en los últimos seis meses, una avería en una pieza previa al despegue y un piloto con un número elevado de horas de vuelo en la última semana presentan un escenario de riesgo potencial muy superior al umbral permitido.

De igual forma el sistema podría haber avisado a la empresa de transporte que la combinación de un camión con demasiados kilómetros acumulados en el último mes, una ruta por una autopista con una tasa de accidentes en el último trimestre muy por encima de la media y un conductor con menos de tres meses de experiencia no era la mejor combinación para realizar un transporte nocturno de combustible.

Y la pulsera de fitness que los nietos del Sr. Matsuoka le regalaron por su jubilación podría haber ayudado a detectar esa pequeña anomalía en su ritmo cardíaco al inicio del paseo que comparada con los patrones de enfermedades cardiovasculares y con su propio historial médico habrían podido alertar al Sr. Matsuoka con el tiempo suficiente para abandonase la idea de dar un paseo y se dirigiese directamente al hospital más cercano.

El equipo de DeepMind, una compañía de Google de Londres, ha creado una IA con un módulo de “imaginación” que, al enfrentarse a una determinada situación, es capaz de elaborar varias simulaciones para decidir cuál es el escenario futuro más probable y tomar la mejor decisión en base a ello. Este sistema, bautizado como I2A (Imagination-Augmented Agent), se ha probado sobre un juego de rompecabezas llamado Sokoban y los resultados han demostrado que funciona mejor que un sistema de IA “clásica” puesto que fue capaz de resolver cada situación con menor entrenamiento previo al extraer más información de sus propias simulaciones internas.

Ya se usa así

Incluso ya hay compañías que están utilizando una tecnología parecida con fines comerciales, por ejemplo Disney utilizó los servicios de una compañía llamada Black Swan para predecir el éxito que iba a tener su película Frozen y utilizar sus simulaciones en su estrategia de merchandising.

Disney ya ha usado este sistema para predecir el resultado en taquilla  de un estreno como Frozen

Actualmente la capacidad de procesamiento y almacenamiento de datos está todavía a años luz de permitirnos ni siquiera imaginar la posibilidad de almacenar, clasificar y evaluar en tiempo real todos los datos que generamos diariamente; de igual forma la tecnología que nos permitirá generar patrones y modelos relacionales a partir de todos esos datos y construir simulaciones inmediatas basadas en modelos predictivos está todavía dando sus primeros pasos.

Pero no tengo ninguna duda que los próximos años seguiremos viviendo avances en estas áreas que nos permitirán imaginar que ese “Dios” de datos y algoritmos está más cerca de lo que pensamos de poder salvar a María, John y al Sr. Matsuoka de las futuras generaciones.

Y es que en lo que respecta a la inteligencia artificial mi única certeza reside en la famosa ley de Amara; Roy Amara fue un investigador norteamericano que presidió el Institute for the Future y que enunció de forma tremendamente simple nuestra percepción de las tecnologías emergentes: “Nuestra tendencia es siempre sobrestimar los efectos de una tecnología en el corto plazo y subestimar su efecto en el largo plazo”.

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