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Jordi Rosiñol Lorenzo

La candidez y la prostitución

El caso de los hermanos Sandulache pone de nuevo el acento en el proxenetismo y en sus cómplices necesarios: los clientes, esos 'padres' potenciales que se acercan a mujeres como sus hijas.

Ilustración de Diana E. Ríos

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Levantarte una nueva mañana, estrenar la semana con su correspondiente y flamante lunes, y que te golpeen con un conocido drama humano persistente, y presente a lo largo de la historia del mundo. Sólo, sentado frente al ordenador, con varías pantallas abiertas por no perder la costumbre, y con la taza de café humeante acompañándome, y además como tengo por costumbre, oyendo de fondo el reflejo de la actualidad, la imagen que me devuelve el espejo de Susanna Griso.

Mano a mano de Nacho y Alfonso, chasquean información entre otros, no tardan demasiados minutos en golpear la conciencia, y marcar mi espalda con latigazos de realidad, me golpean profundamente con la noticia de las terribles prácticas de los hermanos Sandulache, y la habitual y asimilada trata de terror hacia como siempre, unos de los colectivos más vulnerables en nuestra sociedad, la prostitución en particular y la mujer en general viven en un agravio y peligro constante en manos de psicópatas sanguinarios que andan amparados en un problema educacional, que la sociedad en general y la política en particular, corren las cortinas ante tanta falta de respeto e igualdad real.

Que la prostitución es un problema difícil de erradicar es cierto, pero en cambio con el proxenetismo falta dureza, sobra maniqueísmo político y más políticas alejadas del cortoplacismo poco comprometido, típico de los diferentes gobiernos. Durante años fui testigo privilegiado de la pomposidad de las acciones maquilladoras contra la violencia de género.

Un drama

Una tarea que buscaba y que no hubiera pasado de unas pinceladas mil veces explicadas en los medios de comunicación, si no fuera por los profesionales que dimos todo durante años ante tanto drama humano. Aunque la mujer que se benefició gratamente de estos programas fue la ex ministra Bibiana Aído (dicen que alguien la vio por Nueva York).

Es lamentable que padres de familia visiten burdeles para relaciones con chicas que bien podrían ser sus hijas

Como anécdota les contaré que un servidor, en su primera intervención con agresor, victima principal y colaterales, delante de un juez, y sin curso ninguno, o formación adecuada ofrecida por parte de los responsables públicos y privados del servicio, y luciendo en las manos el material dotado de una tecnología punta en el mundo, comprado a bombo y platillo en Israel, y que se nos envió por agencia de transportes, y al que solo le acompañó un mínimo manual al que tuvimos que sazonar de buena voluntad para salir airosos de esa sudorosa primera vez.

Según el centro “Cometa” de control creado por diferentes ministerios, y las empresas que formaron la UTE en su día, no se podía esperar a una buena formación, había que ponerlo en marcha como fuera. Y así después nos preguntamos cómo pueden pasar las cosas que pasan.

¿Qué se puede hacer?

Tengo claro que todo buen resultado pasa por hacer políticas a largo plazo, que vayan más allá de las estrategias electorales de los partidos políticos y sus intereses espurios. Los programas de educación sobre la prostitución al consumidor, y la prevención de las nuevas generaciones sobre esta problemática. Cierto es, que involucrarse en cuerpo y alma a este tipo de prioridades da mucho trabajo, y muy poca conversión en votos, aunque debería ser una acción prioritaria.

Es lamentable que padres de familia, muchos de ellos en buena posición económica y social, visiten los burdeles para tener relaciones sexuales con chicas que bien pueden ser las hijas que le esperan en casa.

Cuando hablas con alguna, y le hablas con el cariño de un padre a una hija, ellas se quitan la máscara que la vida le obligó a tatuarse en su forma de expresión; en ese momento respiran, sueltan aire, y descubres una niña, muestran a la niña que, a pesar de haberle robado la juventud, aún mantienen la candidez y la ilusión en sus palabras sobre el futuro.