El 'federalista' Sánchez acaba con el federalismo del PSOE para eternizarse
El secretario general entierra el federalismo en su partido mientras lo defiende para España, con un único objetivo: concentrar poder escudándose en una militancia menguante y sectaria.
El mismo Pedro Sánchez que lleva años clamando por una "España Federal" sin explicar en qué consiste exactamente y cómo serviría para acabar con el conflicto en Cataluña; acaba de enterrar el federalismo del PSOE, una de sus banderas históricas.
Con la excusa de blindar la participación de los -menguantes- militantes socialistas, el secretario general se ha blindado a sí mismo reduciendo a la mínima expresión el papel de las federaciones del PSOE, claves en el asentamiento e influencia del partido en toda España.
Sánchez tiene un PSOE pequeño y sectario, ideal para poder manipularlo a su antojo sin el estorbo de nadie
Los nuevos estatutos, aprobados sin la participación pero también sin la oposición de Andalucía, Aragón, Valencia o Baleares; sustituyen el sistema federal de democracia directa característico de socialdemócratas y liberales por uno de corte asambleario que, con la excusa de entregar el poder a los afiliados, lo concentra en el secretario general.
De derrota en derrota
Lo que Sánchez rechaza para España, en definitiva, lo impone en el PSOE, dando la enésima prueba de que sus principios son oscilantes pero sus intereses fijos: conservar a toda costa el liderazgo de su partido, aunque éste no lo tenga ya en España y le haya conducido, por dos veces, a sus peores resultados históricos.
La militancia de los partidos debe tener sin duda un papel activo, pues es un contrasentido que una de las principales herramientas de la democracia carezca de ella. Pero es de un cinismo formidable que Sánchez la haya recortado en número y calidad como nunca, con una sangría de afiliados que se cuenta por decenas de miles y un cercenamiento casi absoluto del patrimonio socialista simbolizado por sus grandes nombres y que, ahora como en las Primarias, apele a ella de forma tan espuria.
Sánchez trama tener las manos libres para pactos con Podemos y los nacionalistas si llega el caso. Ya sin oposición de barones
Porque Sánchez sabe que una militancia exigua y poco ilustrada, como es desgraciadamente la del PSOE en estos momentos; es más sensible a la manipulación ideológica y emocional. Lo supo ver y estimular en su pulso con Susana Díaz, apelando al famoso 'No es No' a Rajoy -incumplido nada más recuperar la secretaría- general para esconder que sus compañeros, tras su segunda derrota, sólo intentaban evitar que forzara una inaceptable investidura de la mano de Podemos y los independentistas.
Lo que el líder socialista ha hecho, en resumen, es apartar a las federaciones e incluso a los líderes ganadores de ellas, para tener más fácil aún servirse de la militancia como escudo y trampolín para controlar al PSOE a su antojo.
Un partido pequeño y sectario
Un partido grande y sano no mira a los afiliados, sino a los ciudadanos, y las decisiones de Sánchez caminan en el sentido contrario. Tal vez porque, cuando opinan los votantes, el juicio es bastante más severo y señala un camino que un buen demócrata nunca debe desoír: dejar paso a otra persona.
Aferrarse al cargo rodeado de fieles ideologizados y transformar al PSOE en un partido pequeño y asambleario es incompatible, simplemente, con volver a ser decisivo en unas condiciones decentes para España.
Aunque quizá eso tampoco le importe del todo a Sánchez y ya esté pensando en cómo recuperar, sin las molestias de los barones, la hoja de ruta que provocó su dimisión: así el PSOE jamás ganará unas Elecciones Generales de nuevo; pero quizá pueda formar un pacto escandaloso y perjudicial con Podemos y los nacionalistas. Ésa es la única cuenta que, con este panorama, puede salirle al secretario general socialista llegado el caso. Y no parece, precisamente, que esté dispuesto a desecharla.