El desprecio de Suiza a España y a Europa amparando a la prófuga Anna Gabriel
Europa tiene un serio problema si no encuentra la manera legal y moral de frenar el bochornoso amparo que países como Bélgica o Suiza ofrecen a golpistas como Puigdemont o Anna Gabriel.
Suiza ya se ha encargado de sugerir que no está dispuesta a extraditar a Anna Gabriel, la exdiputada de la CUP fugada allí para esquivar un juicio por delitos muy graves de rebelión, malversación y sedición. Aunque a las autoridades suizas no les va a hacer falta retratarse formalmente, puesto que el juez Llarena no ha activado ni una euroorden internacional ni mucho menos una petición de extradición, sí lo han hecho oficiosamente.
Y de una manera vergonzosa e indecente, alegando que, de llegar esa reclamación, muy probablemente la rechazarían al entender que el encausamiento en cuestión obedece a las "ideas políticas" de la prófuga y no a los delitos que, según la Justicia española y el más elemental sentido común, puede hacer cometido.
El independentismo, como el populismo, es un problema de toda Europa. Y frenarlo, una obligación coral
Es una lectura injusta y bochornosa que no puede quedar impune: Europa tendrá un serio problema en el futuro si las particularidades políticas y jurídicas de países como Suiza o Bélgica, de la Unión o fuera de ella; alimentan el victimismo de movimientos independentistas y populistas o le dan guarida.
Sin guarida
La Justicia española es la Justicia europea, y ambas se basan en un sistema garantista anclado a su vez en la concepción más avanzada del mundo en materia de libertades: desafiarlo desde partidos montaraces como la CUP y dirigentes sonrojantes como Gabriel no puede tener el cobijo de nadie sin que, en sí mismo, eso constituya una afrenta y una amenaza para el conjunto de Europa.
Y sonroja que Europa sí haya encontrado en Estrasburgo una respuesta jurídica comunitaria, por ejemplo para condenar a la propia a España a indemnizar a etarras; pero no para evitar que Puigdemont o Gabriel campen a sus anchas y esquiven con tanta facilidad la acción de los tribunales.
Suiza tiene un triste historial de amparo a los peores: desde el oro nazi hasta el dinero opaco
Que lo haga Suiza no sorprende. Tradicionalmente ha sido un país que, bajo su aparente apuesta por la neutralidad, siempre se ha puesto del lado de los peores. Lo hizo con la Alemania nazi, como receptora de ingentes fondos y como protagonista de un tristísimo repudio y rechazo a los judíos; y lo hace en nuestros tiempos como tapadera de dinero dudoso y opaco.
Un problema europeo
Que Suiza se permita acoger a una sinvergüenza que, desde su visión tribal de la política y la vida, ha amenazado la convivencia en Cataluña y orientado la acción suicida de la Generalitat, tiene una respuesta jurídica que el Tribunal Supremo sin duda sabrá gestionar.
Pero también tiene otra política que quizá no pueda ser inmediata, pero sí debe ser contundente y concisa. Y ha de llegar desde el Gobierno de España, sin duda, pero también desde las instituciones europeas. Es de ellas de quienes se ríen estos 'refugiados' de pacotilla, vulgares copias de algunos de los peores dirigentes políticos que han dejado su terrible huella en el Viejo Continente.