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Los siete enigmas que aún golpean al 23-F

La intervención del CESID, la identidad del ‘Elefante Blanco’ o la supuesta indecisión del rey son algunos de los enigmas que aún existen en torno a la intentona golpista de hace 37 años.

El vicepresidente Gutiérrez Mellado, enfrentándose a los guardias que tomaron el Congreso ante el presidente Suárez, en una de las icónicas imágenes del 23-F

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Decía el célebre Sabino Fernández Campo, secretario del rey Juan Carlos durante años, que había todo leído todo lo que se había publicado sobre el intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981 pero seguía sin saber “qué pasó realmente, es un rompecabezas”. Si un personaje histórico como él, además de testigo directo, reconocía sus dudas sobre lo sucedido, ¿quién puede negar la existencia de enigmas en torno a aquel episodio de hace ya 37 años?

Pasadas las 18,20 horas del lunes 23 de febrero de 1981, el teniente coronel de la Guardia Civil Antonio Tejero Molina, al mando de un pelotón de agentes, irrumpía en el hemiciclo del Congreso al grito de "¡Todo el mundo al suelo!". El plan de los golpistas, entre los que era cabeza visible el general Jaime Milans del Bosch y ‘supuesta’ el general Alfonso Armada, tenía tres puntos clave: la toma del Congreso, la intervención de la División Acorazada Brunete y la incorporación al golpe de los capitanes generales tras el bando que el mismo día se haría público en Valencia.

El rey Juan Carlos, con el uniforme de capitán general de todos los ejércitos, en su mensaje televisado en la madrugada del 24 de febrero, anunciando el fracaso de la asonada.

Santiago Carrillo permaneció sentado. El presidente Adolfo Suárez también. El general Manuel Gutiérrez Mellado, vicepresidente del Gobierno, se enfrentó, sin éxito, a Tejero. El resto de los diputados desaparecieron tras sus escaños. Después de un tiempo, a los congresistas se les permitió volver a sus asientos y más de doce horas después fueron liberados.

Lo que sigue son los misterios y oscuridades que aún nos siguen golpeando; cuestiones por aclarar de lo acontecido en las vísperas, el desarrollo y las consecuencias de aquella prueba de fuego para la democracia en España.

¿A qué jugaba el Cesid?

Aún está por determinar al detalle qué intervención tuvieron en el golpe los servicios secretos de nuestro país. Ante todo, sigue sin aclararse el papel responsable de los servicios operativos del CESID, y en especial del comandante José Luis Cortina Prieto –un reconocido aliado del general Alfonso Armada-, y de sus subordinados directores, que en coches camuflados transportaron a Tejero y a los guardias civiles de Príncipe de Vergara y Valdemoro y a la columna de la División Acorazada del comandante Pardo Zancada, hasta el mismo Congreso.

Agentes del CESID ayudaron a transportar a Tejero y su pelotón de guardias civiles hasta el Congreso y siguieron desde un piso cercano todo lo sucedido durante la madrugada

Los agentes del Cesid que participaron en la operación emplearon, además, el avanzado sistema de transmisiones del centro para seguir al minuto los acontecimientos, mientras se utilizaba un chalet de las afueras como central de comunicaciones. Y en un piso próximo al Congreso, los agentes Rafael Monge, Miguel Sales Maroto y José Moya Gómez tuvieron en todo momento controlado los movimientos de tropas alrededor del Parlamento.

Cortina fue absuelto de todos sus cargos en el juicio del 23-F, mientras que sí fue condenado uno de sus hombres, el agente operativo Gómez Iglesias, capitán de la Guardia civil encargado de vigilar a Tejero prácticamente desde que salió de prisión, por su primera intentona golpista de asalto al Palacio de la Moncloa, la conocida como ‘Operación Galaxia’.

El rey, Armada y De Gaulle

Aunque es evidente que el rey Juan Carlos tomó partido por la democracia y en contra de los golpistas, todavía continúa generando discusión si, voluntaria o involuntariamente, alentó el clima y las ansias golpistas entre los militares. "El rey Juan Carlos creía que podía hacer lo que quería, los mimaba, los comprendía, pero con eso se alentaba un estado de runrún de golpe”, dejó escrito la periodista y escritora Pilar Urbano en su libro La gran desmemoria (2014).

Según esta teoría, el general Armada, de gran ascendencia sobre el monarca, se sintió amparado para diseñar la conocida como ‘Operación Armada’ u ‘Operación De Gaulle’, destinada a imponer, por la fuerza de la ley o de las armas, un gobierno de concentración nacional. Armada sería el presidente y Felipe González su vicepresidente, según se ha llegado a decir.

El general Armada, al que siempre se ha considerado muñidor en la sombra del golpe o, al menos, de una operación para erigirse en presidente de un gobierno de concentración nacional 'a lo De Gaulle'.

¿Confundió el rey el ‘tejerazo’ con este plan? Viendo su actitud en el Palacio de la Zarzuela está claro que no. Pero Pilar Urbano enumera algunas “casualidades” que incitan a la duda: “ Que los hijos del rey no vayan ese día al colegio, como tampoco fueron al colegio los hijos de los americanos de Torrejón, que le dijeran al médico de Zarzuela que ese día estuviera en Palacio desde por la mañana, que cierta vedette, Bárbara Rey, declarara, ¡vaya usted a saber si es cierto!, que el rey la llamó diciéndole, 'oye, el lunes, 23, procura no ir a recoger al colegio a los niños, porque puede pasar algo...'.

¿Cómo se llamaba de verdad el ‘Elefante Blanco’?

Uno de los grandes secretos todavía por desvelar del 23-F es la identidad del llamado 'Elefante Blanco', la alta personalidad militar que supuestamente debía presentarse en las Cortes y hacerse con las riendas del golpe, según anunció el propio Tejero. Algunos analistas e investigadores estiman que el 'Elefante Blanco' no era más que un símbolo del Ejército en su conjunto. Otros. La mayoría, atribuyen ese título a Armada, quien siempre lo negó tajante.

También se ha apuntado el nombre de Jaime Milans del Bosch, quien nunca se arrepintió de su intentona golpista y en su última entrevista dos años antes de su muerte en 1997 afirmó que volvería a actuar igual. Y las sospechas alcanzaron además al teniente general Fernando de Santiago, vicepresidente del Ejecutivo en el último gobierno de Carlos Arias Navarro y el primero de Adolfo Suárez.

¿El amigo americano?

Está por ver a qué baraja jugó exactamente Estados Unidos. No fue clara la actitud del embajador Terence Todman que, en algún momento de aquella noche, se presentó en el Palacio de la Zarzuela, así como el grado de conocimiento que tenía la CIA del golpe, dada su estrecha relación con el CESID que, de acuerdo con algunos testimonios, era de absoluto control del servicio de inteligencia.

Siguen sin aparecer las grabaciones de las más de cien horas de conversaciones telefónicas mantenidas desde el Parlamento con el exterior durante la intentona golpista

Para 2031 se empezarán a desclasificarse en Estados Unidos los papeles del Departamento de Estado correspondientes a 1981 y se podrá conocer entonces por qué la VI Flota norteamericana puso días antes del 23 de Febrero rumbo a Valencia, por qué las bases de utilización conjunta entraron en estado de alerta antes del asalto al Congreso, por qué se desplazó de Alemania a España un avión Awaks especial de comunicaciones que estuvo sobrevolando toda la madrugada sobre la Península para interceptar las comunicaciones y, sobre todo, por qué el secretario de estado norteamericano de entonces, Alexander Haig, declarar que lo que estaba pasando en el Congreso de los Diputados en España era un asuntos interno del país, sin prestar el mínimo aliento a la democracia en peligro.

Lo que se dijo por teléfono… y no puede escucharse

El veterano dirigente socialista, Alfonso Guerra, ha señalado públicamente en muchas ocasiones que la trama del 23-F no se terminará de desvelar hasta que algún día aparezcan las cintas con las 125 horas de grabaciones interceptadas de los teléfonos del Congreso aquella noche. "Cuando llegamos en 1982 al Gobierno, las cintas no estaban. No sabemos si están destruidas, si alguien las tiene guardadas o están en la caja fuerte de un banco... El día que se puedan oír, se conocerá exactamente todo lo que pasó", ha afirmado Guerra.

En efecto, es una realidad la desaparición de las cintas con las grabaciones de las conversaciones telefónicas mantenidas desde el Congreso de los Diputados con el exterior a lo largo de toda la noche del 23-F, a través de los teléfonos pinchados por orden del Gobierno provisional dirigido por el que fuera director general de Seguridad, Francisco Laína. ¿Saldrán a la luz algún día? Está por ver. Si se ha llegado a decir que el rey las escuchó y le causaron tal impresión que se echó a llorar ante la Junta de Defensa Nacional.

La contraseña y el maletín

Como detalles menores pero muy integrantes están el que no se sepa por qué nadie investigó a fondo la contraseña aparecida en el diario ultraderechista El Alcázar el día anterior al golpe, anunciando que todo estaba dispuesto para la sesión del lunes “antes de que suenen las 18,30” (la hora del golpe), ni la otra consigna publicada con el texto: “no es cierto que yo quiera dar un golpe militar el lunes 23 de Febrero por la tarde…”.

En 2031 se desclasificarán los documentos del Departamento de Estado de los Estados Unidos que permitirán conocer qué papel jugó realmente la CIA en el golpe

Asimismo, se ignora por qué el capitán de la Guardia Civil, Sánchez Valiente, adscrito al CESID y colaborador del comandante Cortina, que huyó de España a las pocas horas después del golpe con un supuesto maletín con papeles comprometedores, tan solo fue juzgado, años más tarde, por “abandono del servicio”.

El portavoz, la lista y los capitanes generales

No se ha llegado a conocer el nombre del “portavoz parlamentario” que iba a actuar de interlocutor entre los golpistas y los diputados. Tampoco ha aparecido nunca el documento con la lista del Gobierno que supuestamente iba a proponer Armada al Parlamento, y que en un momento determinado mostró a Tejero.

Y nunca se siguió la pista a la sospechosa actitud de varios capitanes generales. Especialmente la del de Valladolid, Ángel Campano, que encerrado en su cuartel tardó horas en hablar con el rey porque se negaba a hacerlo; o la del de Barcelona, Pascual Gálmez, que llegó a decirle a Armada: “Alfonso, tú leña al mono, tú zúmbales ahí bien ¿Qué se han creído esos diputados?”. Y también la del de Zaragoza, Elicegui Prieto, que se había atrevido a decirle a su Estado Mayor, en un auténtico mitin político, que España se encontraba como en el 36 y que pronto iba a ser necesaria una intervención militar similar a la cruzada para reconducir la nave del Estado.