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El lector perplejo

Íñigo Errejón, el profesor que no daba lecciones

La eterna promesa de Podemos va a por lana y sale trasquilado: su apoyo a una falsedad sobre los profesores universitarios rememora su beca por no hacer nada en una Universidad malagueña.

Íñigo Errejón, el profesor que no daba lecciones

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Don Íñigo Errejón se hizo célebre, entre otras cosas, por uno de los episodios más chuscos y definitorios de cómo funciona la Universidad española: logró una plaza becada de profesor en Málaga, a dedo, y aunque cobró por ello no se personó jamas en las instalaciones. Por aquellos hechos fue inhabilitado por la propia institución académica, en una decisión que no necesita grandes explicaciones: le pillaron con el carrito del helado.

Pero ello no ha sido suficiente para que, al menos en este tipo de asuntos, el bueno de Íñigo opte por la sabia estrategia de ponerse de perfil y ahorrarse comentarios melodramáticos sobre un mundo universitario que le tiene a él, precisamente, como ejemplo de algunos de sus principales excesos. Al contrario, aprovechando la queja televisada de un profesor asociado, perpetró el siguiente tuit:

Al respecto, y con el rigor Perplejo que intenta caracterizar a este humilde Lector de ustedes, conviene hacer varias puntualizaciones, tanto al tuitero arribista cuanto al docente quejumbroso. Empezando por el primero, nos lo pone tan a huevo que casi se nos saltan las lágrimas de emoción: quizá este señor podría cobrar más si el presupuesto universitario no se consumiera en regalarle salarios bastante más generosos a personas como Errejón gracias a amiguetes que los demás no tienen. No hay más preguntas, señoría.

Y ahora vayamos al fondo del asunto. Cualquiera que oiga a todo un profesor diciendo que cobra 250€, se llevará las manos a la cabeza y se preguntará cómo demonios es posible semejante atraco. Y si le escucha al afectado narrar la de horas que echa y el esfuerzo que hace, mucho más.

El problema es que todo es inexacto y lleva a equívocos no sólo sobre este buen hombre, sino sobre el conjunto de la docencia universitaria. Y esos errores sirven, además, para que los errejones del momento suelten parrafadas demagógicas que ofenden a la inteligencia.

Lo explicamos: los profesores universitarios de España son de los mejor tratados de Europa, hasta el punto de que su coste sobre el total del presupuesto universitario es sensiblemente mayor al de sus colegas de los países más avanzados. Con recortes y todo, esto es así: aunque ahora se esconden los datos, los informes de la OCDE señalaban no hace tanto que la plantilla docente universitaria consumía hasta el 56% del dinero total de la Universidad; por un 42% en sus homólogas europeas. Aquí tienen el informe que lo demuestra, y aunque esa diferencia se haya matizado pasados los años desde entonces, la tendencia es la misma.

Ridículo mundial

Conviene recordar, además, que ninguna Universidad española está en el Top 100 mundial y que el 86% de las existentes ni siquiera en el Top 500, lo que debería hacer reflexionar a cualquiera que, hasta ahora, haya comprado la burra escacharrada sobre la inexistente 'opresión' en la Universidad española: gasta mucho en su estructura interna, deja poco para el alumno y quizá por todo ello fracasa con estrépito.

Un asociado no trabaja en la Universidad: va un rato, es un profesional externo que enseña el oficio. Ni eso hizo Errejón

La segunda parte tiene que ver con el profesor en cuestión. ¿Cómo es posible que, con las cifras que acabamos de dar, él cobre tan poco? La respuesta es sencilla: porque no es profesor, al menos en el sentido que se le ha querido dar. Es un asociado, una figura legal creada para que profesionales externos vayan un ratito a la Universidad a complementar los conocimientos de los alumnos con la experiencia.

Sin duda este buen hombre está mal pagado, pero no conviene engañar al respetable escondiendo la naturaleza de su dedicación: ir a a facultad unas horas a la semana para enseñarles lo que, se supone, hace fuera de allí en su verdadero trabajo.

El papelón de los catedráticos

Otra cosa distinta, pero esto no lo dirán ni el afectado ni el Errejón de turno, es que habría que denunciar la utilización de asociados para asumir la tarea que les corresponde a titulares y catedráticos, tan a menudo ociosos y liberados incluso de carga docente para centrarse en unas supuestas tareas de investigación que a menudo son prebendas y premios por apoyar al rector de turno, elegido por una comunidad de vecinos universitaria siempre presta a atender al mejor postor.

La verdad puede ofender, pero sigue siendo verdad. Y es muy peligroso esconderla porque, lejos de aplicarse las necesarias reformas en la costosa, clientelar e incompetente Universidad española, con esos mensajes falaces corremos el riesgo de prolongar el desastre. Una auditoría, y no más dinero, es lo que pide a voces el sector universitario. A ver cuántos Íñigos salían y a qué desorbitado coste social.