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Esdiario

La igualdad, que la defiende toda España, como excusa para los de siempre

Nadie discute la igualdad de sexos en España ni los avances logrados ni las deudas pendientes. Nadie. El extremismo populista intenta apropiarse de esa causa para la agitación de siempre.

La alcadesa de Madrid, con concejalas de Podemos y del PSOE, en las puertas del Ayuntamiento ayer

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El vergonzoso escrache feminista en Logroño a la ministra de Sanidad, Dolors Montserrat; o los piquetes violentos detectados en la Universidad Complutense de Madrid para forzar a hacer huelga a los estudiantes no resumen, desde luego, la jornada del 8M, pero sí definen a una parte nada desdeñable de sus impulsores.

Precisamente el unánime respaldo popular a un criterio tan innegociable como la igualdad entre hombres y mujeres hace bajar la guardia ante los excesos de quienes, parapetados en una causa tan noble, aprovechan para esparcir un mensaje sectario que combina el rencor, la agresividad, la mentira y el interés político.

Todo el mundo defiende la igualdad, sabe los avances habidos y asume los pendientes. Esta agitación es absurda y tiene fines políticos ajenos a la causa

No hay que caer en esa trampa. No se defiende menos la igualdad ni a la mujer, sino todo lo contrario, denunciando la insoportable campaña que bajo este digno paraguas intenta lanzar la izquierda radical y antisistema española; siempre presta a manejar con demagogia las áreas más sensibles de la convivencia social al objeto de extraer beneficio de una agitación falaz e inoportuna.

Probaron con la crisis, con los desahucios, con la pobreza infantil, con las libertades en Cataluña, con la Guerra Civil, con los pensionistas y, ahora, con las mujeres.

Buscar la indignación

Como en todos esos frentes existen heridas y problemas pendientes de resolver que nos obliga a todos a prestarles permanente atención; no es difícil estimular una respuesta emocional: porque en la base del problema nos encontramos todos y a todos, sin excepción por ideología o creencias, nos ocupan y preocupan de manera similar las injusticias del momento.

Y nada hay peor para poder atenderlas que la agitación artificial y frentista, pues coloca el problema en una estantería inabordable que dificulta la búsqueda e implantación de remedios que, en otro contexto menos beligerante, son más accesibles. No hay más que ver los datos oficiales, y no las meras opiniones, para concluir que España ha dado un formidable salto en materia de igualdad que nos dignifica como sociedad y nos prepara para dar cuantos pasos más sean necesarios al objeto de alcanzar tan saludable meta.

Por las mujeres

Pero oyendo ayer algunos cánticos, algunas actitudes y no pocos escraches contra hombres y mujeres de una ideología distinta a la correcta para los agitadores, se diría que en lugar de España estamos en Irán y que en vez de regirnos por una democracia lo hacemos por un patriarcado dictatorial.

Ya está bien. Conviene decirlo por las propias mujeres, que efectivamente han sufrido atrasos injustos y presiones repugnantes que no serán mejores si, en lugar de provenir del machismo, lo hacen de un feminismo rancio e incompatible con ese movimiento universal que ha procurado tantos progresos a las mujeres.

Intentar implantar una sensación de víctima eterna en las mujeres de ahora no sólo no se compadece con su estatus real en la sociedad, sino que además les lanza un mensaje castrante sobre las opciones que tienen a su alcance, sobre las decisiones que libremente adoptan y sobre las materias en las que, sin duda, aún queda trabajo pendiente, especialmente en materia salarial y de conciliación.

Las mujeres que no fueron a la huelga, que votan otra cosa o que reducen jornada, si lo hacen de forma voluntaria, igual de mujeres que el resto

Las mujeres que no fueron a la huelga, como las que votan al PP o a Ciudadanos o las que se quedan en casa o las que crían a sus hijos o las que reducen su jornada laboral voluntariamente; son tan libres, valiosas y ejemplares como las que deciden otra cosa en todos esos ámbitos.

Un respeto

Si malo es que a una mujer se le obligue a ser madre, por ejemplo, horroroso es también que se la obligue a no serlo para cumplir con los requisitos que cierta ideología considera necesarios para ser una mujer de verdad.

En una democracia madura se trata de que todos puedan elegir, dispongan de las mismas oportunidades y obtengan el mismo respeto en cada caso. Y no es eso lo que buscaron los convocantes de una huelga respetable en las causas de fondo -sólo faltaría- pero indigna en su verdadera intención: probar a ver si, con la incautación de una bandera tan loable, se consigue al fin el resultado social que las urnas, de manera sistemática, han negado.