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P.P.H.

La lenta vuelta a casa de los divisionarios tras morir bajo la nieve

Defensa ha gastado 23.000 euros para repatriar desde Rusia a 29 miembros de la División Azul, entre las críticas de la oposición y el rechazo a aquella aventura militar.

La lenta vuelta a casa de los divisionarios tras morir bajo la nieve

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Es uno de los episodios de la historia española reciente que más controversia, cuando no vergüenza, ocasionan al recordarlos; el de todo un cuerpo de ejército español combatiendo a las órdenes de Hitler. Pero en aquella aventura se embarcaron más de 45.000 soldados españoles, 5.000 de los cuales perdieron la vida. Y algunos de estos últimos, muy pocos, están volviendo a casa 75 años después.

Según se ha sabido en los últimos días, el Ministerio de Defensa ha destinado un total de 23.300 euros desde el año 2003 para la repatriación de los restos de 29 integrantes de la División Azul que luchó junto a los nazis contra la Unión Soviética en la Segunda Guerra Mundial. A través de la Dirección de Asistencia al Personal del Ejército de Tierra (DIAPER), el Ministerio de Defensa colabora en las repatriaciones en virtud de un convenio suscrito con Alemania en el año 1995 y que fue ratificado por el exministro Pedro Morenés en 2015.

La búsqueda de los restos se hace a través de la asociación alemana Wolksbund Deutsche Kriegsgräberfürsorge, que cuenta con la autorización para buscar en Rusia la ubicación de los muertos de la División Azul durante la II Guerra Mundial. El proceso lo inician las familias, que se ponen en contacto con la DIAPER. Este organismo del Ejército de Tierra traslada la petición a la asociación alemana y, cuando los restos son localizados, el consulado es el que se encarga de los trámites de repatriación.

El traslado de los restos a España se realiza en aviones civiles y el coste corre a cargo de Defensa, que cuantifica en 800 euros el coste medio por cada una de las repatriaciones. Esto suma un montante de 23.200 euros desde el año 2003 en 29 repatriaciones.

En 2017 fueron trasladados a España los restos mortales de tres soldados españoles que lucharon contra el frente ruso del este. En 2016 se realizaron cinco repatriaciones, otras cinco en 2013, dos en 2010, diez en 2007 y cuatro en 2003.

No han faltado algunas críticas desde la oposición, que piden el mismo empeño de la Administración central en colaborar con la exhumación de los restos de miles de republicanos 'desaparecidos' que aún permanecen sin identificar en las cunetas y fosas comunes por toda España. La misma tarea, aunque más compleja, que comporta localizar e identificar a aquellos soldados que, de grado o la fuerza, se desplazaron al otro extremo de Europa para combatir.

La ayuda ‘azul’ a la Alemania Nazi

La División Azul española se convirtió en la 250ª División de Infantería de las fuerzas armadas alemanas, al mando del general Agustín Muñoz Grandes, que luchó en el frente del Este a partir de 1941. La formaron algo más de 45.000 hombres, de corte mayoritariamente falangista al principio y militar al final. Se creó como compensación a Alemania por la ayuda prestada a Franco, aunque no sería un pago equilibrado, pues España dejó en suelo ruso a 5.000 hombres, cuando Alemania había perdido en la península a poco más de 300.

Fue el ministro español de Asuntos Exteriores, Ramón Serrano Súñer, el que le sugirió a Franco, su cuñado, la posibilidad de contribuir a la lucha alemana con un contingente falangista voluntario. El reclutamiento fue rápido y masivo. Tras diez días de concentración, los voluntarios marcharon a Alemania a mediados de julio. Se acantonaron en la localidad bávara de Grafenwörhr donde la Blaue Division contó con un intenso programa de entrenamiento durante algo más de un mes.

La División Azul se creó como compensación a Alemania por la ayuda prestada a Franco en la Guerra Civil, aunque el sacrificio no fue equivalente. 5.000 soldados españoles perdieron la vida en suelo ruso frente a los 300 alemanes que murieron en nuestro territorio.

El viaje hacía Rusia fue penoso. Necesitaron 53 días, hasta mediados de octubre, para llegar al frente. La primera parte del viaje se realizó en tren, pero desde Suwalki (Polonia) hasta las proximidades de Moscú lo hicieron a pie (casi 900 kilómetros). Se impuso un ritmo de entre 30 y 40 kilómetros diarios en jornadas de sieto u ocho horas.

Cuando la División Azul transitaba ya por la autopista que la conducía a Smolensko, Muñoz Grandes recibió la inesperada orden de dar la vuelta. En lugar de dirigirse a Moscú, debía hacerlo hacia el norte, hacia Novgorod. Era una decisión de Hitler ante la necesidad de refuerzos en la zona y ante los negativos informes alemanes sobre los españoles, realizados desde el prejuicio contra el carácter latino y el “orgullo racial”.

Pronto, además, quedaron claras las diferencias en el trato de alemanes y españoles con la población rusa. Aunque bruscos y aficionados a la rapiña, los divisionarios se mostraron compasivos e incluso no les importó confraternizar con la población judía. Tampoco intervinieron en las sangrientas represalias de la milicia nazi, de trato mucho más cruel

Una vez en combate, los españoles se ganarían la confianza de los alemanes por su manera de entender la lucha, sin concesiones a los reveses (lo reconoció el mismimísimo Hitler ante los suyos, en privado, y ante los micrófonos de la radio). Y cuando se cambiaran las tornas para los invasores, sabrían resistir e improvisar.

Al concluir 1941, los muertos de la División Azul ascendían ya a 1.400, en tanto que los alemanes se acercaban a 250.000. Moscú no había sido tomada y Leningrado resistía. En enero de 1942, una operación que requería cruzar el helado lago Ilmen supuso más de un 90% de bajas en una compañía de unos doscientos soldados. La división siguió en la zona hasta finales de agosto, cuando fueron trasladados a Kolpino. A principios de 1943, un ataque soviético en Krasny Bor, un distrito de Leningrado, provocó 2.252 bajas entre los españoles en un solo día (de ellas, 1.125 fueron muertos), casi el 25% de las habidas en dos años.

El olvido de los prisioneros

En octubre de aquel año la División Azul abandonó el frente. Sin embargo, quedó allí una Legión Azul de manera simbólica. Pocos meses más tarde Hitler ordenó que se retirara. Quedaron aún al lado de Alemania unos cientos de combatientes españoles, pero ya no como unidad oficial, sino como voluntarios que luchaban clandestinamente al lado del régimen nazi, sin reconocimiento de las autoridades franquistas.

La causa aliada iba ganando terreno a un Eje que se descomponía por momentos. Franco cambió de estrategia: la de congraciarse con los aliados. Y siguió ese nuevo criterio hasta el extremo de desentenderse de la suerte de varios cientos de divisionarios en el presidio soviético durante más de 10 años (entre 1941 y 1954). Éstos llegaron el viernes 2 de abril de 1954 al puerto de Barcelona a bordo del buque Semíramis, entre el fervor de amigos y familiares. El dictador no fue a recibirles ni tampoco les atendió en El Pardo.