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La detención de Puigdemont pone fin al cabecilla de un golpe contra todos

La captura del expresident pone fin a su alocado desafío y demuestra algo evidente: toda Europa está con España y su sistema democrático, asaltado por un grupo de fanáticos ya en el juzgado.

La detención de Puigdemont pone fin al cabecilla de un golpe contra todos

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La detención de Carles Puigdemont en Alemania, país que cruzaba tan tranquilo en un coche rumbo a su mansión cerca de Bruselas, pone fin a varias cosas a la vez. La más importante, a su fuga de la Justicia española, que le quiere procesar por varios delitos de enorme gravedad que han desestabilizado como nunca a Cataluña y al conjunto de España.

Y la segunda, no menor, a esa burda campaña del secesionismo, que presentaba la acción de los tribunales como un acto de represión y a los encausados del 'procés' como unas víctimas de la falta de libertades en España: ahora se verá, por si había alguna duda, que es el conjunto de la Unión Europea quien reacciona ante un desafío lamentable e ilegal que afecta a los pilares democráticos del conjunto del Continente.

Su detención acaba con la última farsa del secesionismo. Europa no apoya a Puigdemont, le detiene y le entregará a España

¿De verdad va a seguir manteniendo Puigdemont, y con él los fanáticos que le secundan en distintos ámbitos, que la Unión Europea y quienes la conforman son espacios liberticidas, sin garantías judiciales, predemocráticos y ajenos al derecho? Que durante cinco meses el alocado expresident se haya movido por Europa con tranquilidad no obedecía a que sólo en España se percibiera como delictivo su comportamiento; sino al conjunto de garantías que los acusados tienen en el espacio con mayor cultura democrática del mundo, del que España obviamente forma parte.

Una vez que el juez Llarena ha dictado auto de procesamiento, se ha podido reactivar la euroorden de detención, pues es obvio que a estas alturas ya tiene las pruebas y el relato suficientes para evitar que, apelando a la compleja traducción de los códigos penales de distintos países, el ahora detenido se escapara: el magistrado del Supremo ha obtenido la detención en Alemania, que no es un país cualquiera, pero también la hubiera logrado en Bélgica y en casi cualquier país europeo una vez finalizada la instrucción y emitido el auto de 70 páginas donde se reconstruye el golpe antidemocrático del secesionismo y se justifica la acusación de rebelión, sedición y malversación.

Farsa y mentiras

Si el 'procés' ha sido una farsa, la fuga de Puigdemont y la propaganda hecha en este tiempo ha sido una contumaz mentira que ahora se cae por su propio peso: ni España le quería juzgar capciosamente mientras el resto de Europa le acogía conmovida; ni sus delitos flagrantes eran percibidos por todos como una épica defensa de la democracia catalana.

Puigdemont y otros procesados, cuando anunciaron el referéndum ilegal

Puigdemont se sentará en un banquillo pronto, tal vez esta misma semana, y con seguridad seguirá los pasos del resto de detenidos hasta la celebración del juicio: su previsible ingreso en prisión no es un acto de justicia anticipada, sino un recurso preventivo para evitar que se fuguen o prosigan distorsionando el sistema democrático. Dos sospechas que sin duda tiene el juez pero, también, cualquiera que presencie el comportamiento, el discurso y los efectos políticos y sociales de todos estos alocados dirigentes, de sus herederos y de sus altavoces.

No puede haber nada peor que dejar asaltar el Estado de Derecho como ha intentado el procés: defenderse era y es una obligación

Porque la única herencia del procés es la fractura social, el empobrecimiento de Cataluña, la división de familias y amigos y la tensión callejera, de nuevo alta por la decisión de Llarena de enviar a presidio a los principales encausados y por la actuación, plausible e inevitable, de las autoridades germanas. Pero el Estado de Derecho no tenía alternativa ni una manera mejor de sofocar el desafío.

A defender la democracia

Por preocupante que sea ver algunas plazas catalanas repletas de ciudadanos convencidos de que todos estos golpistas son unos héroes; por lamentable que resulte constatar hasta qué punto el discurso victimista y desnortado se ha instalado en una parte no menor del tejido sociopolítico catalán y por inquietante que se antoje el futuro inmediato en términos de convivencia y conflicto; nada puede ser peor que tolerar el asalto al sistema democrático en nombre de una falaz, interesada, ilegal y excluyente democracia a la carta impuesta por unos fanáticos organizados en torno a la intolerable idea de destruir a España.