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Heródoto

Del regreso triunfal de Tarradellas al ridículo de Puigdemont

El retorno del histórico presidente de la Generalitat, en plena transición y con la Constitución por aprobar, ha quedado para la historia como un ejemplo de lealtad institucional y concordia

Tarradellas dirigiéndose al palacio de Sant Jaume en un descapotable

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Sin duda, la Transición fue un tiempo prodigioso en el que se hicieron realidad muchos imposibles. Como que la Generalitat catalana, por ejemplo, se restaurase sin que el nuevo Estado democrático español estuviese aún constituido. Y hazañas así se materializaron merced a la generosidad, la altura de miras, la lealtad institucional y el espíritu de concordia de hombres como Josep Tarradellas. Nada que ver con el enanismo político de individuos como Carles Puigdemont, cuya fuga ahora concluida pasará a la posteridad no como un acto de grandeza, sino como la guinda a uno de los más sonrojantes ridículos de la historia democrática de nuestro país.

En contraste con este presente lleno de miserias y egoísmos, las imágenes del regreso triunfal del histórico presidente de la Generalitat, en el otoño de 1977, cobran así una fuerza aún más ejemplar e inspiradora.

Josep Tarradellas i Joan, elegido president en el exilio republicano en México en 1954, residía entonces en el clos Mosny de Saint-Martin-le-Beau, en la provincia francesa de la Turena. Tarradellas, que fue consejero de Finanzas de la Generalitat republicana y responsable de la Comision de Industrias de la Guerra (CIG), que coordinaba la producción y el abastecimiento de armas al ejército de la República, tenía entonces 78 años. Y su sueño era volver a su tierra como presidente de los catalanes.

Deseoso de aprovechar cualquier oportunidad o cualquier gesto que mostrara reconciliación, el gobierno presidido por Adolfo Suárez le reconoció la legitimidad y permitió su regreso. Y el 23 de octubre de 1977 se consumó el regreso de Tarradellas, no sin antes reunirse con el Rey en el Palacio de la Zarzuela.

Suárez reconoció la legitimidad de Tarradellas y de la Generalitat en 1977. Faltaba un año para aprobar la Constitución y dos para el Estatuto de Autonomía

“¡Ciutadans de Catalunya, ja sóc aquí!”, gritó en una proclama ya célebre Tarradellas ante una plaza de San Jaume abarrotada por la multitud. Al día siguiente, tomó posesión de su cargo y, en un gesto cargado de simbolismo, el presidente Suárez, le entregó el bastón de mando para encabezar, de manera provisional, el restablecimiento de la Generalitat

La Constitución tardaría un año largo todavía en aprobarse (1978). Dos faltaban para el Estatuto de Autonomía de Catalunya (1979), y pasarían casi tres (1980) antes que los catalanes pudieran elegir de nuevo a su Parlament. Pero aquel 24 de octubre de 1977 toda era ilusión y esperanza.

“Una autonomía que nace en estas circunstancias no puede fracasar”, afirmó Adolfo Suárez en el discurso que pronunció durante la toma de posesión. “Respetada su libertad, Cataluña ha sabido siempre corresponder con lealtad”, replicó Tarradellas. El tiempo, por desgracia, no les dio la razón del todo. Sólo hay que mirar ahora a Alemania.