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La Iglesia tiene un grave problema con la X si no da respuesta a los católicos

La Iglesia catalana, integrada en el golpismo, está dando un problema a la Conferencia Episcopal que puede pagar con un sinfin de bajas en la casilla de la renta de católicos hastiados.

La Iglesia tiene un grave problema con la X si no da respuesta a los católicos

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La Conferencia Episcopal, órgano de dirección de la Iglesia católica en España, se enfrenta en estos días a una llamativa reacción de una parte no desdeñable de los feligreses que, por primera vez en la historia, anuncian públicamente que no rellenarán la X de la declaración de la renta en favor de la institución religiosa.

No es fácil medir cuántos contribuyentes llevarán a la práctica esa decisión, pero sí lo es la indignación que les impulsa y las razones que la explican: creen, con bastante razón, que la Iglesia catalana es cómplice, cuando no inductora, del separatismo en Cataluña, tal y como atestiguan incesantes pruebas audiovisuales al respecto: campanarios adornados con esteladas, homilías en favor de los golpistas, lazos amarillos en los hábitos, capillas convertidas en el colegios electorales del referéndum ilegal e, incluso, manifiestos oficiales de una parte de la institución o de sus miembros a favor de la secesión y del inexistente derecho a decidir o, más lamentable aún, en contra de la libertad de expresión de medios de comunicación y reputados periodistas.

El creyente no entiende la falta de oposición de la Conferencia Episcopal al alineamiento de la Iglesia catalana con el golpismo

Esto último no se puede separar del apoyo entusiástico de la curia catalana a Puigdemont y a los partidos soberanistas: la defenestración de 13 TV como cadena de referencia del discurso constitucional y la masiva purga de profesionales de la información alineados con el Estado de Derecho simbolizan, como pocas cosas, la deriva de la Iglesia catalana hacia el golpismo y su connivencia con ilegalidades incompatibles con la convivencia.

Es simplemente repugnante que la presión organizada de curas y obispos haya silenciado voces y programas de éxito, pero resume muy bien el problema general de la Iglesia catalana, bien parecido políticamente al de la vasca en tiempos del horror abertzale.

El precedente vasco

Esa cercanía, cuando no integración, en el golpismo, explica la respuesta de cientos o tal vez miles de católicos que, aprovechando la temporada de IRPF, protestan por ello tanto contra esa actitud en Cataluña cuanto por la tibieza de la Conferencia Episcopal para replicarla, sin ambages, o para frenar su impacto represor en su televisión de cabecera.

Puede no ser justo valorar el noble trabajo global de la Iglesia por el penoso comportamiento de una de sus partes, y desde luego la actitud de algunos de sus principales referentes, caso de Ricardo Blázquez o José María Gil Tamayo, dista mucho de la comprensión hacia el soberanismo y las profundas grietas que está dejando en la convivencia social.

Pero es inevitable esa reacción, e incluso lógica, al constatarse el perjudicial efecto que está teniendo y al no encontrar una respuesta enérgica de la Conferencia Episcopal: no basta con posicionarse tarde y mal con la Constitución, pues no dejará de ser una postura retórica si no va acompañada de medidas prácticas y contundentes para frenar la deriva de la Iglesia catalana, la destitución de sus cabecillas -responsabilidad ésta de El Vaticano- y la reparación de los desperfectos y persecuciones que ha perpetrado.

La Iglesia catalana ha atacado a 13TV, pero lo más grave es que la jerarquía le ha dado lo que quería. Ahora, la X está en peligro

Seguramente España, como país, está sufriendo un desafío doble del nacionalismo y del populismo que amenaza su mayor periodo de prosperidad y democracia a lo largo de la historia. Pero que la Iglesia se sume a eso, por acción u omisión, con una falta de energía sorprendente en quien ha hecho de los valores su seña de identidad histórica, es muy lamentable.

Urge una reacción

La Conferencia Episcopal, en fin, no puede seguir callada y esperar que sus propios seguidores no se percaten de ello y no procedan en consecuencia. Ni puede restar importancia a lo que la tiene, amparándose en la excusa fútil de que son comportamientos individuales de curas, monjas u obispos que simplemente ejercen derechos individuales: es la institución, con sus infraestructuras y ascendencia, la que opera en Cataluña como un trampolín más del golpismo.

Y parece razonable que los ciudadanos, tradicionalmente volcados en financiar con su IRPF a la Iglesia -lo hacen 4 de cada 10 declarantes- se replanteen hacerlo y se pregunten si este Golpe no estará pagado, de algún modo indirecto, con su dinero. Fácil tiene la Iglesia acallar esta protesta incipiente antes de que se convierta definitivamente en viral: basta con que actúe con la valentía que hasta ahora no ha tenido y deje de parecer amordazada por indeseables como Sor Lucía Caram y tantos otros de su mismo corte.

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