Los planes reales de Pablo Iglesias sobre el futuro de Errejón dinamitan Podemos
El malestar con el otrora número dos se abre paso. El candidato in pectore cada día está más señalado en todos los rincones de la Organización. Hablan sin ambages de sus aspiraciones reales.
“Iñigo [Errejón] solamente aspira a ser el vicepresidente de Ángel Gabilondo”. Esa ha sido la banda sonora del entorno de Pablo Iglesias. Sin ambages. Cada uno se retrata como quiere. Hasta las piedras sabían que Errejón lleva tiempo calentando la sensibilidad de la cúpula, más a Iglesias, que viene tragando saliva y que el “caso Máster” de Cristina Cifuentes acabó de alterar.
“Ni media tontería”. Escueta respuesta, pero a la postre lógica en su rotundidad, la que dio Iglesias a la amenaza de Errejón de dejar su candidatura a la Comunidad de Madrid en el aire si le imponen condiciones. El intento del ex número dos de plantear un órdago ha resultado ser la gota que ha colmado el vaso de la paciencia del secretario general. El tiro disparado por Pablo Iglesias prometía hacer de antemano diana, puesto que Iñigo Errejón tiene una ganada fama de ir escaso de valor, pero en esta ocasión ha conseguido su imposición de un modelo de primarias. Esto es, votación de candidato y lista en un mismo tiempo.
Las prisas surgidas por tener cabeza de cartel oficial han acabado de evidenciar las heridas abiertas en aquel Vistalegre II, que dejó a las siglas partidas en dos. La incapacidad de tirar para adelante de los bandos, pablistas y errejonistas, lesiona la inexcusable reactivación del partido como una alternativa creíble de poder. Ya levantó ampollas Errejón al pillarle la comparecencia monográfica de Cifuentes por la polémica ante la Asamblea de Madrid a más de 9.000 kilómetros de distancia. El hecho de que se encontrase en La Paz, Bolivia, desató un desencuentro con Iglesias cuyo entorno, sin obviar en privado duras críticas, estimaba obligado su presencia en la capital en un momento tan complejo.
El círculo de Iñigo Errejón hubo de justificar un viaje planificado con dos meses de antelación y él mismo conceder alguna que otra entrevista desde el otro lado del charco. Gastó toda su munición asumiendo gratis et amore, sin ninguna condición de por medio, el apoyo a la moción de censura del PSOE. Así que, para enfado interno, lejos de darse cuerda a sí mismo, Errejón acortó su propio camino para, con la cesta del pan vacía, perderse en el limbo. Una razón más para llevarse las manos a la cabeza. Suma y sigue.
Clamoroso chirrido también causó otro baldón asociado a Iñigo Errejón. Su decisión de ausentarse de la cita convocada por Ramón Espinar para trazar la hoja de ruta a seguir en los meses venideros. Espinar invitó personalmente a Errejón a la reunión del denominado Consejo Ciudadano autonómico, pero el candidato in pectore declinó participar, convencido de que poco o nada pintaba al lado de su eterno enemigo. No hay disputa en endosar la espantada al ego de Iñigo Errejón que aún gusta invocar su condición de “dirigente nacional” de Podemos. Por si acaso.
En cualquier caso, Errejón se ha evitado hacer acto alguno de contrición. Ninguna necesidad de reconocer errores. De hecho, no considera que los haya cometido. Y si lo creyese tampoco estaría dispuesto a reconocerlos, por eludir cargar de razón a Iglesias. Eso es justamente lo que ha logrado con su actitud. Y queda un año por delante hasta las urnas.