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Podemos, un partido fracturado en Madrid que quiere asaltar la Puerta del Sol

Las guerras internas, purgas, relevos y ajustes de cuentas definen a Podemos en Madrid, con Iglesias exhibiendo mano de hierro. En esas condiciones, su moción de censura es una insensatez.

Podemos, un partido fracturado en Madrid que quiere asaltar la Puerta del Sol

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Podemos es el partido más inestable de la Comunidad de Madrid, como lo demuestra un dato incontestable: es el único, de los cuatro presentes en el Parlamento regional, que laminó a mitad de legislatura al candidato que lo encabezó, José Manuel López; para sustituirle por una nueva portavoz, Lorena Ruiz Huerta, que también ha sido desechada a su pesar, tras mostrar su disposición a encabezar la lista en las Elecciones Autonómicas de 2019.

Las más que visibles tiranteces entre Pablo Iglesias y Manuela Carmena y entre ésta y las facciones que conforman su polémico Gobierno municipal y el enfrentamiento entre la dirección regional y la mitad del partido, simbolizado por Ramón Espinar y Rita Maestre; terminan de dibujar un panorama convulso que no se explica por la supuesta pluralidad de siglas y sensibilidades que componen una marea cada vez más mareada.

Podemos es un compendio de familias y facciones en guerra constante por algo tan antiguo como el poder

La evidente imposición de Íñigo Errejón como candidato a la presidencia regional, auspiciada por Pablo Iglesias en compensación a su derrota como alternativa nacional y sin tener en cuenta a las bases, a las que luego se apelará cuando todo esté en realidad decidido; culmina un panorama de rencillas, divisiones, imposiciones y enfrentamientos que exhibe la verdadera naturaleza de la autodenominada confluencia: un compendio de familias y facciones enfrentadas que, lejos de conferir pluralidad al movimiento, le colapsa en enfrentamientos e intereses internos de todo tipo.

¿Moción de censura así?

Que en ese contexto, ciertamente paralizante, Podemos pretenda relevar a Cifuentes de la presidencia regional, resulta casi sonrojante: no sólo carece de la fuerza electoral necesaria para ello, insuficiente incluso aun sumando al PSOE, sino que además no tiene la más mínima estabilidad y se haya sumido en una incesante batalla por el poder interno, la confección de las listas y la marginación de los rivales.

La pluralidad de Podemos ha sido, básicamente, un truco retórico para vender una idea nueva de la política, más abierta e integradora, que en la práctica se ha transformado en el mayor ejercicio de cesarismo y purga que se recuerda en un partido político en España en mucho tiempo.

Pretender acceder al poder en esas condiciones, siquiera como complemento de Ángel Gabilondo, es una locura y un despropósito que trasladaría a las instituciones madrileñas el caos interno de una formación ensimismada que dice estar pendiente de la gente pero, en la práctica, invierte buena parte de su tiempo en librar batallas y repartirse cuotas de poder.

Un partido en ese estado no puede ser ni inductor ni beneficiario de una moción de censura

Obviamente, Ciudadanos cometería un mayúsculo error, amén de una injusticia con el madrileño, si se brinda a prestar su respaldo a una moción de censura inviable y nada recomendable que, además, le pasaría una injusta factura nacional al partido de Albert Rivera: por mucho que le moleste el llamado 'Mastergate' y por muchas explicaciones que pueda y deba exigir, el caso no da para facilitar un relevo traumático que eleve a un lugar que no le corresponde a un partido que no lo merece.

Una decisión crucial

Encontrar la manera de hacer compatible la exigencia renovadora con la estabilidad institucional es el reto de Ciudadanos y, también, del propio PP. Juntos suman más que sus rivales ideológicos, en una tendencia al alza en Madrid y en toda España que no puede ni debe obviarse. Especialmente si el beneficiario de esa ruptura es un partido compuesto por reinos de Taifas que se siente más cómodo apoyando a los agresores de Alsasua que a sus víctimas o incendiando Madrid con episodios tan chuscos como el de Lavapiés.