DEP Cifuentes: por qué el PP entierra a sus muertos políticos con tanta crueldad
La expresidenta madrileña ha sido la última en comprobar cuán despiadados pueden ser los mismos que hasta hace sólo unas semanas hablaban de ella como el mejor futuro para el partido.
D.E.P Cristina Cifuentes. No, no ha muerto, al menos físicamente. Todavía no. Se la ha ajusticiado civilmente.
Se ha hecho una hoguera en el centro de la Puerta del Sol, se la ha conducido con sus manos atadas entre gritos e improperios de los concentrados para ver el espectáculo, se la ha exhibido urbi et orbi en cueros para despojarla de su dignidad como escarnio por sus faltas y la han arrojado a las llamas hombres encorbatados y mujeres con collares de perlas Majórica. Mientras, unos pocos, su familia y cuatro amigos, la lloraban en un rincón.
Hoy ya sólo quedan la neblina que deja el humo de los rescoldos y el olor a carne sabrosa del PP, chamuscada en tan gozosa barbacoa. Y se ha vuelto a demostrar que es más caritativo con una madre decirle que su hijo es el pianista del burdel de enfrente, antes que horrorizarla confesándole que es periodista.
Pero aún hay tarea por hacer. Tras el acto inquisitorial, se debe probar la fe de los que la visitaban. “¿Tú eras de la rubia?”, se señala. Hay que cortar de raíz, no vaya a ser que la obra de la bruja esté más extendida de lo que se piensa y contamine a los infantes. María Dolores de Cospedal, por si acaso, acudió rauda hasta la casa de la hechicera con agua bendecida por Mariano Rajoy. Había que purificar el lugar. Me da a mí que a ella también le preparan la mortaja.
Había un problema y se ha resuelto. Los guardias de la inquisición, gracias a Dios, han hecho otra vez su trabajo solícita y eficazmente. Las cloacas mandan. El muerto al hoyo y el vivo al bollo. ¿Y esto es el PP? Qué pena.