Moncloa y Génova deben sacar con urgencia al PP de Madrid de su estado de shock
La conmoción no puede durar mucho más sin enterrar a la vez sus opciones electorales. La catarsis, si es posible, pasa por tomar decisiones rápidas y razonables que cierren heridas.
Pese a los esfuerzos por reflejar normalidad y la presencia fugaz de dirigentes de primera línea como Soraya Sáenz de Santamaría y Dolores de Cospedal, la celebración del 2 de mayo en la Comunidad de Madrid reflejó el estado de shock del PP en el mayor escaparate de su gestión por detrás de La Moncloa.
La traumática salida de Cristina Cifuentes de la Puerta del Sol ha dejado conmocionado y sin respuestas a su partido en un momento clave para su futuro: las próximas Elecciones Municipales y Autonómicas serán decisivas, tal vez como nunca, para la viabilidad nacional del PP. Y si Madrid debía de ser su modelo a exportar, pues con las cifras de empleo y crecimiento sin duda lo es; también lo puede ser de un hundimiento generalizado si allí no se salvan los muebles de algún modo.
El PP tiene que decidir ya quién preside la Comunidad, quién la Gestora y quiénes son sus candidatos: el tiempo se le acaba
El discurso del presidente en funciones, Ángel Garrido, resumió bien ese estado de conmoción y parálisis, al no poder referirse a nada de lo que han hecho sin resucitar el fantasma de la ya expresidenta ni tampoco de lo que quieren hacer, al ser la suya una situación provisional. Y cuando en política un partido no puede decir nada, sus rivales sin duda lo dicen por él.
Un plan claro
El PP ha de salir del noqueo y rápido, por el bien de millones de madrileños, con una propuesta sensata que refleje la existencia de un plan y cierre con la mayor celeridad posible sus profundas heridas: confirmar ya a Garrido como presidente hasta los comicios; nombrar a alguien con prestigio para presidir la Gestora y designar con inmediatez a sus candidatos a la Comunidad y al Ayuntamiento; parecen requisitos indispensables para tratar de salvar una nave cerca de estar a la deriva.
Demorar mucho más allá del próximo lunes esas decisiones, o las primeras de ellas al menos, sería un acto de insensatez difícilmente compatible con la tranquilidad que se quiere vender de puertas para afuera, mientras hacia adentro no se adoptan medidas y se alimenta un insólito debate espurio sobre los posible herederos de Cifuentes, siquiera a título temporal, que ayuda a extender la funesta y falsa idea de que nadie en el PP madrileño está a salvo de escándalos.
Lo que sea del PP en España empieza y casi termina en Madrid, un espacio donde obviamente se ha concitado lo peor de la política en términos de intolerables escándalos y corruptelas pero, al mismo tiempo, buena parte de lo mejor en términos de empleo, renta, inversiones empresariales o resultados educativos.
La paradoja del PP en Madrid
Esa paradoja entre los logros de los Gobiernos populares y los comportamientos de sus líderes resulta muy indigesta, pero también da una idea de por dónde desbloquear la situación: dejar gobernar a quienes ya lo venían haciendo con acierto y elegir con inmediatez a quienes van a tener que preguntarles a los madrileños qué parte del balance del PP pesa más en su ánimo: si los llamativos bochornos o los evidentes resultados.
Génova y Moncloa se la juegan como nunca en Madrid, en fin. Y tal vez haya llegado la hora de que lo asuman movilizando a sus candidaturas a pesos pesados de primera línea que logren reanimar a la deprimida militancia y esperanzar, siquiera un poco, a sus votantes potenciales.