“Venceréis, pero no convenceréis” y otras frases célebres que jamás existieron
Un investigador salmantino acaba de probar que la legendaria reprimenda cívica que Unamuno le endosó a Millán Astray en 1936 nunca se produjo, al igual que otras soflamas míticas.
Es un verdadero monumento al civismo y a la dignidad del que posee la fuerza de la razón y de la cultura hecho verbo. Y lo seguirá siendo, pero ya como ficción literaria y no como historia, pues jamás resonó en público. “Venceréis porque tenéis sobrada fuerza bruta. Pero no convenceréis. Para convencer hay que persuadir. Y para persuadir necesitaríais algo que os falta: razón y derecho en la lucha”; esta frase atribuida durante décadas al filósofo Miguel de Unamuno y dirigidas al fundador de la Legión, José Millán Astray -que supuestamente soltó a voz en grito en la noble sala aquello de "¡Muera la inteligencia! ¡Viva la muerte!"-, nunca se dijeron en realidad, corriendo así la misma suerte que otras frases célebres puestas en boca de personajes históricos. Casi demasiados bellas para ser ciertas.
Aunque algunos estudiosos ya habían puesto dudado la veracidad de este discurso y del enfrentamiento, por teatral y ampuloso en exceso, y sobre todo porque no quedó registrado en ninguna parte ni hubo testigos que lo corroboraran, ha sido ahora el bibliotecario de la Universidad de Salamanca, Severiano Delgado Cruz, quien ha dejado en evidencia este episodio ocurrido el 12 de octubre de 1936 en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca, del que el autor de Niebla era rector por aquel entonces.
Según la concienzuda investigación de Delgado, que lleva por encabezamiento Arqueología de un mito, aquella parrafada de Unamuno fue, en realidad, inventada por un antiguo pupilo suyo, Luis Portillo Pérez, en un artículo fechado en 1941 y publicado en la revista Horizon bajo el título Unamuno's Last Lecture.
Un pupilo de Unamuno hizo una recreación del episodio ocurrido en la Universidad para contraponer la decencia del filósofo frente a la barbarie del fundador de la Legión
Portillo se encontraba exiliado en Londres, como simpatizante de bando republicano. Y en la narración absolutamente literaria de aquel suceso, que se desarrolló realmente por cauces mucho más banales y menos crispados, trató de contraponer la decencia de su viejo profesor –de cuya retórica habitual en clases y discursos escogió algunas frases- frente a la barbarie de Millán-Astray.
La soflama acabó por convertirse en un clásico cuando en 1961 el por entonces joven hispanista Hugh Thomas la incorporó a su obra The Spanish Civil War . En ella incluyó el relato de Portillo sin apenas un retoque y aceptándolo como si se tratara de una crónica absolutamente veraz.
Está por ver si la investigación de Severiano Delgado hará mella en la fama de esta afirmación ya legendaria. Porque con otras frases lapidarias, de esas que pasaportan directamente al autor a las páginas doradas de la historia, se continúan dando por ciertas a pesar de los desmentidos y de los hechos probados de que jamás existieron.
"El fin justifica los medios"
Esta conocidisima sentencia que siempre ha sido vinculada a Nicolás Maquiavelo no aparece escrita en ninguna de sus obras ni hay constancia alguna de que la pronunciara jamás. Es cierto, eso sí, que la frase condensa muchas de las ideas contenidas en el capítulo XVIII de su libro más conocido, El príncipe: solo el resultado justifica la acción.
Pero también asoma sugerida en otros textos. “Que la patria se debe defender siempre con ignominia o con gloria, y de cualquier manera estará defendida”, apunta en los Discursos sobre la primera década de Tito Livio. O “aquellos que triunfan nunca resultarán avergonzados por el modo como hayan triunfado”, asevera Maquiavelo en Historia Florentina.
“No estoy de acuerdo con lo que dices…”
"No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé hasta la muerte tu derecho a decirlo”, dicen que dijo Voltaire allá por el siglo XVIII. Pero esta hermosa frase no aparece en ningún texto o crónica del pensador francés. Se la endosó la escritora inglesa Evelyn Beatrice Hall y como tal aparece en la biografía Los amigos de Voltaire, concluida en 1906.
Con ella quería cincelar en para siempre el compromiso firme y conmovedor con la libertad y la tolerancia del gran padre de la Ilustración. Y a fe que lo consiguió.
“Puedes engañar a todo el mundo alguna vez…”
De entre las muchas citas que dejó para la posteridad el egregio presidente norteamericano Abraham Lincoln, ésta es una de las más recurrentes y celebradas: “Puedes engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo. Pero no puedes engañar a todo el mundo todo el tiempo”. Supuestamente Lincoln pronunció estas palabras el 8 de Septiembre de 1858 en el estado de Illinois, como parte de un discurso para presentarse a las elecciones para senador. Pero no existe rastro de ella en periódicos o crónicas del momento.
Un coronel del ejército norteamericano la mencionó por primera vez unos más tarde, a finales del siglo XIX, en un libro. Aseguró que se la había espetado Lincoln en una conversación. Y no existe más prueba de esa existencia que la versión de este militar, aunque muchos investigadores han esforzado lo en adjudicársela al hombre que acabó con la esclavitud en Estados Unidos.
"Sangre, sudor y lágrimas”
La paternidad de esta manida frase se adjudica al primer ministro británico, Winston Churchill, pero ni la pronunció ni es exactamente suya. Lo que afirmó literalmente en la Cámara de los comunes en 1940, fue "no tengo más que ofrecer que sangre, fatigas, lágrimas y sudor".
Al finalizar, la sesión alguien le comentó que el novelista Henry James había empleado una frase parecida en Las Bostonianas. Aunque en puridad la habían usado muchos otros: Lord Byron, Garibaldi, Theodore Roosevelt... A Churchill no pareció importarle y no tuvo reparo en seguir usándola como la conoce hoy toda la humanidad: “Sangre, sudor y lágrimas”.