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Rivera tiene razón con el 155 pero se equivoca de rival y de momento

La educación y la televisión pública han de ser intervenidas en Cataluña, sin duda. Pero lo primero era frenar a Puigdemont y eso se ha logrado con una unidad constitucional que debe seguir.

Rivera tiene razón con el 155 pero se equivoca de rival y de momento

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El líder de Ciudadanos, Albert Rivera, anunció ayer que dejará de apoyar al Gobierno en la aplicación del 155, al considerar que éste no ha tenido hasta ahora la fuerza que los graves sucesos de Cataluña requerían. Eso, en sí mismo, ya es un contrasentido, pues si a juicio del dirigente naranja falta vigor para frenar excesos tan evidentes como el de la educación o la manipulación de TV3 -achacables al PSOE-, sin su respaldo será aún más difícil lograr ese objetivo.

El anuncio de Rivera coincide además con la anulación, a instancias de Rajoy, de la autodenominada Ley de la Presidencia, la enésima ilegalidad impulsada desde el Parlament catalán para simular que Puigdemont podía ser investido, y probablemente el último artificio antes de que los partidos secesionistas acuerden la designación de un jefe de la Generalitat sin problemas judiciales.

El gesto es artificial, aunque apunte a dos objetivos que deben lograrse: la educación y TV3

No es sencillo acusar al presidente de mirar para otro lado, con esos temas o con el voto delegado de dos consejeros, el mismo día en que gracias al impulso del Gobierno se cierra definitivamente la última puerta que Puigdemont había forzado a abrir para llegar a la presidencia. Pero además, la composición de un Govern acabará con la aplicación del 155 y restituirá -al menos provisionalmente- el Estatut y la autonomía de las instituciones catalanas, lo que hace aún más innecesario el gesto de Rivera.

¿Le viene bien a España?

Se trata, en fin, de un movimiento político destinado a reforzar la imagen de Ciudadanos como máximo garante constitucional en Cataluña, un papel que le ha dado estupendos resultados a Inés Arrimadas con efectos positivos en el resto de España. Que además se soporte en peticiones tan incontestables como aislar a políticos acusados de graves delitos o acabar con la instrumentación de la educación o la televisión pública, lo recubre de un halo de razón difícil de replicar.

Y sin embargo, es un error, pues elige un rival equivocado -Rajoy- y un momento inoportuno -el portazo final a Puigdemont-, dos circunstancias que el líder de Ciudadanos debería haber tenido en cuenta antes de lanzar el mensaje de que, reste lo que reste de vigencia del 155, el Gobierno de España carecerá del importante aval de su partido.

Aunque no sea su intención, Rivera ayuda al soberanismo cuando Puigdemont va a caer del todo

Esa decisión ayuda involuntariamente al soberanismo y debilita las decisiones que, con o sin 155, España deberá tomar en Cataluña para empezar a restituir el sentido común además de la ley. De una forma u otra, la educación debe dejar de ser una herramienta de construcción de independentistas desde el colegio y la televisión pública otra de consolidación y blanqueamiento de esa nefasta ideología.

El Estado de Derecho tiene suficientes recursos para, aun con el Estatut de nuevo vigente, frenar los indignos abusos del nacionalismo, y ahí debería centrar su presión Rivera para trazar un camino, en compañía de PP y PSOE, que detenga esa escalada aplicada durante 40 años de condescendencia que han hecho a España pagar un alto precio.

No toca dividir

Agitar ahora la división del bloque constitucional puede ser rentable para Ciudadanos, un partido cuyas aportaciones al aislamiento del soberanismo y la contención del populismo son incontestables y muy positivas, pero no lo es para España. Y ésa ha de ser la prioridad para cualquier formación con vocación de Gobierno.

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