Quim Torra, el testaferro de Puigdemont que puede prolongar un pulso indecente
El prófugo elige a una marioneta dispuesta a dejarse mangonear desde la distancia, poniendo más difícil un comienzo de la solución e incluso el futuro próximo de los políticos presos.
La elección de Quim Torra como candidato a presidir la Generalitat es el enésimo capricho del fugado Puigdemont, que designa así a uno de los pocos aspirantes que estaban dispuestos a dejarse mangonear desde la distancia hasta unos extremos cercanos a la humillación.
De todos los nombres que han sonado, sin problemas severos con la justicia, probablemente Torra es el único que ha aceptado ser intervenido desde Berlín para convertirse en un presidente títere, manejado desde la distancia por el alocado prófugo y, por ello, probablemente dispuesto a mantener de algún modo un desafío inviable.
Torra no es un candidato para cerrar una etapa de ilegalidades, sino una excusa para mantenerlas a través de un testaferro de Puigdemont
Torra, expresidente de Òmnium Cultural, la asociación financiada por la Generalitat a la que ayer se afilió el actor Viggo Mortensen en otro de los episodios chuscos del día, servirá para desbloquear la situación de excepcionalidad provocada por el 'procés' y permitirá designar un Govern, pero difícilmente para algo más si no renuncia a la 'vía Puigdemont', algo complicado de creer cuando va a llegar a la presidencia precisamente por acatar sus órdenes.
Y eso es una mala noticia para la recuperación de una cierta normalidad institucional en Cataluña, con la reinstauración de la autonomía de sus instituciones en el marco de la Constitución y el Estatut, desde los cuales, pero nunca por encima de ellos, hay un terreno para el diálogo que el propio Rajoy subrayó ayer mismo en una entrevista televisiva.
Legalidad o 155
Pero además es un mal augurio para los dirigentes catalanes que, en estos momentos, siguen en prisión preventiva. Con un Govern nuevo y al margen de la unilateralidad, parece evidente que la salida de todos ellos de la cárcel a la espera de sus juicios era más sencilla, pues tendría poco sentido que Junqueras y compañía mantuvieran ya fuera un discurso golpista con un Govern y un Parlament ubicados de nuevo en la legalidad.
Sin embargo, si Puigdemont sigue hablando a través de Torra, el mantenimiento de un 155 incluso reforzado o la permanencia en presidio de los detenidos por el riesgo de reincidencia son sin duda opciones muy factibles que al Gobierno, al PSOE, a Ciudadanos y a los jueces no les quedará más remedio que auspiciar.
Torra no es un candidato para cerrar una etapa exasperante de ilegalidades, sino una excusa para mantenerlas buscando a alguien sin pasado judicial que le permita a Puigdemont retornar a la Generalitat a través de un testaferro político obediente. Que prospere su candidatura da cuenta del pánico que la mitad del PdeCat y toda Esquerra, en contra claramente de esta hoja de ruta aunque disimulen en público, tienen a parecer blandos y a regalar al prófugo el cartel de único independentista en activo.
Torra es también una mala noticia para los políticos presos, que tienen más difícil salir si se mantiene el desafío
Debería provocarles más temor iniciar una nueva legislatura en los mismos términos que la anterior, con los mismos discursos y las mismas repercusiones; pero parece pesarles más la respuesta que a su plantón pudiera darles un Puigdemont al que le aguarda el 'exilio' o el banquillo y en el que sólo creen ya los más fanáticos.
Aislamiento
Al expresidente de la Generalitat tienen que aislarle los suyos, so pena de condenar a Cataluña a un eterno bucle paralizante, de consecuencias económicas y sociales gravísimas, al que el Estado de Derecho va a tener que responder las veces que sean necesarias si se repite el pulso. Y con la marioneta designada por Puigdemont, ése es el paisaje más probable que nos espera.