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Traición

El Golpe en Cataluña comienza en 2012 y tiene una explicación: intentar negociar la 'pax catalana' a cambio de impunidad para una mafia que quería seguir golfeando.

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Siempre ha sido groseramente evidente cuál es la verdadera naturaleza del independentismo de las clases dirigentes catalanas. Para confirmarla basta con recordar en qué momento los dirigentes de la antigua Convergencia pasaron de su tradicional nacionalismo de mercadeo pactista a este soberanismo urgente y matón.

Fue en el año 2012 cuando, como consecuencia de las informaciones publicadas sobre el desvío de comisiones ilegales a sus bolsillos y la existencia de cuentas bancarias del clan Pujol en paraísos fiscales, el cerco judicial se fue estrechando. Entonces, y sólo entonces, la mafia convergente se despertó y lanzó su rugido de independencia al dormido pueblo catalán.

La estrategia era clara. Los líderes tribales azuzaron el fuego independentista para tener algo con lo que negociar su impunidad: su extinción a cambio del retorno a la perdida Pax catalana, en la que seguir golfeando a su gusto.

Impunidad a cambio de calma social. Éste era el juego. No había más. El soberanismo es eso

Impunidad a cambio de calma social. Éste era el juego. No había más. El independentismo de los dirigentes convergentes nunca fue una cuestión de Alta Política, sino un vulgar asunto de política penitenciaria.

El supremacismo

Pero ayer hemos descubierto que esta naturaleza ya no la tiene sólo para una de las partes, sino para ambas. Ayer ha sido investido presidente de la Generalitat de Cataluña un sujeto cuyas únicas credenciales son una aldeana combinación de supremacismo, fanático servilismo al líder e ideario tamaño pin; cuya única hoja de servicios podría servir de inspiración para cualquier manual sobre delitos de odio; y cuyo único programa de gobierno es consumar con éxito los delitos intentados por el iluminado que le precedió.

Pese a todo ello, Rajoy le ha ofrecido "entendimiento y concordia" y Enric Millo, el MiniYo de Soraya en Cataluña, no deja de repetir el mantra de que con su toma de posesión “se habrá culminado el 155 automáticamente”, por lo que “el diálogo se retoma".

El procés ya se ha convertido en un asunto de gestión de riesgos carcelarios para todos sus protagonistas

Traducido: el 155 se levanta. Rajoy ha comprado la permanencia en el poder que le proporciona el apoyo del PNV a los Presupuestos, pagando con la dignidad de la nación y con el elemental derecho de una mitad de catalanes a no seguir siendo discriminados en su propia tierra.

Con el cerco judicial estrechándose sobre la corrupción del PP, cuesta creer que tanta indignidad y deslealtad se deban a una obsesión de Rajoy por rebañar hasta el último minuto de la legislatura. Lamentablemente, más bien parece que el presidente no quiere prescindir de los poderosos instrumentos de control de daños que su cargo le proporciona.

Soflamas y mansedumbre

En definitiva, ni rastro de la glamurosa Alta Política. El procés ya se ha convertido en un asunto de gestión de riesgos carcelarios para todos sus protagonistas. A esta vulgaridad tan humana y doméstica se reduce hoy la clave que explica las encendidas soflamas independentistas de unos y las mansas invitaciones a la concordia de otros: evitar el trullo.

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