El cinismo de Iglesias y Montero les desautoriza y obliga a dar explicaciones
Es inaceptable alcanzar poder político criminalizando a todo el mundo para luego hacer lo que denunciabas. La hipocresía de Podemos rebasa todas las barreras y le retrata definitivamente.
La adquisición de una casa de lujo en la Sierra madrileña por parte de Pablo Iglesias e Irene Montero ha suscitado una enorme controversia política que, en principio, no debería de tener lugar de no ser por un detalle nada baladí: fueron ellos, en general y en el caso inmobiliario en concreto, quienes presentaron esa forma de vida como un indicio de abuso y un exceso incompatible con el ejercicio de un cargo público.
Y quienes edificaron su proyecto sobre la base de que ellos no llegaban a la política a enriquecerse, resumiendo esa actitud en un compromiso ya incumplido de no ganar tres veces más del Salario Mínimo Interprofesional: de ser esto cierto, y no un mero ardid retórico para seducir a los más sensibles a la demagogia y estigmatizar a sus rivales, simplemente no podrían abordar una operación reservada para "los ricos".
Iglesias y Montero tienen que aclarar cuánto ganan de verdad y cómo han logrado esa hipoteca de una Caja inquietante
Es su cinismo lo que se juzga, y no una operación privada a la que cualquiera, incluidos ellos, tienen derecho si lo hacen con sus recursos. Y se juzga, de manera más que lógica, porque la base de su promoción y relativo éxito ha sido precisamente juzgar a todos los demás con una severidad puritana que transformaba todo lo que ellos también hacen en un acto de agresión a la ciudadanía.
Hipocresía sangrante
Ganar poco, señalar al resto, estigmatizar al sistema, criminalizar a la llamada "casta" y querer depurar a todo el mundo han sido las superfluas pero vendibles banderas de una pareja política, y de su proyecto, que en realidad se retrata gastando en una casa lo mismo que le llevó a Iglesias a considerar a De Guindos indigno de dirigir la política económica de España.
Es la misma hipocresía de Espinar clamando contra la especulación urbanística y beneficiándose de ella; o a Errejón a denunciar los apaños universitarios de Cifuentes tras ser inhabilitado él mismo por un caso similar en Málaga; o a Monedero a dar clases de todo mientras defraudaba al fisco y cobraba ingentes cantidades de dinero de un régimen brutal, el venezolano, que condena al hambre y la represión a millones de personas.
No son asuntos privados, pues, sino los más públicos posibles en quienes han construido su propia imagen hablando a diario de ellos. Pero hay algo más, como recoge un amplio análisis elaborado por este periódico que resume las incógnitas económicas y administrativas de una operación que, de un modo u otro, van a pagar con dinero público.
Podemos se ha construido denigrando a todo el mundo por comportamientos que tienen ahora sus dirigentes
¿Cuánto ganan de verdad Iglesias y Montero tras vanagloriarse de ingresar sólo tres veces el SMI? ¿Qué documentación mostraron a la inquietante Caja de Ingenieros para que les concediera una operación reservada para personas con una renta muy abultada y unos trabajos mucho más estables que el temporal de diputado?
¿Favoritismo bancario?
Junto a las críticas políticas que merece la decisión de la pareja, desautorizada en adelante para impartir lecciones morales de nada; quedan en el aire unas cuantas preguntas que, por honestidad y transparencia, han de responder. Y no con un lamentable comunicado de Iglesias ni con una sonrojante rueda de prensa de Montero en los que, lejos de aclarar nada, han vuelto a apelar a una insuficiente vía emocional para tratar en vano de justificar lo injustificable: que se han enriquecido gracias a la política y que tienen pensado vivir muy bien de ella durante muchos años. Además, ahora queda despejar si todo ello envuelto o no en un ejercicio de favoritismo bancario.