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Javier Rodríguez

La caída de Pablo Iglesias en ocho actos

Iglesias revalidó la secretaría general de su partido hace un año. En ese tiempo, su hiperliderazgo se ha hecho mayor internamente, pero sus problemas externos también. Éstos son los datos.

Iglesias, en junio de 2014

Iglesias, en junio de 2014

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Acaba de cumplirse un año de Vistalegre 2, escenario de un enfrentamiento en apariencia fraticida entre Pablo Iglesias e Íñigo Errejón que en realidad no fue tal: el segundo terminó apoyando al primero para el puesto clave -a cambio tal vez de su candidatura a la presidencia de la Comunidad de Madrid-, que logró revalidar el cargo de secretario general de Podemos con el 89% de los 155.000 votos de los participantes presenciales o virtuales en la Asamblea.

No sólo eso. Iglesias logró además erradicar toda disidencia interna e impuso su visión en los cuatro documentos troncales de Podemos . O lo que es lo mismo, en el plácet de la organización a un liderazgo plenipotenciario con un modelo de partido subordinado a esa máxima y ubicado más a la izquierda de lo que quería, supuestamente, Errejón.

Han pasado doce meses desde entonces y todo indica que Iglesias, una estrella fulgurante en su nacimiento, ha empezado a caer con mucha fuerza. El episodio del chalet en Galapagar, aún inconcluso, puede ser la gota que colme su vaso. Hay al menos ocho datos que lo atestiguan:


CONTESTACIÓN INTERNA Y EXTERNA

Por primera vez, a Iglesias le contestan dentro de Podemos con cierta claridad. El alcalde de Cádiz ha encabezado la réplica al episodio del chalet en La Navata y a su forma de gestionarlo, obligando a toda la organización a apoyar esa contradicción entre el discurso y sus decisiones o a perderle como líder. La operación inmobiliaria de los Iglesias-Montero se ha dejado en el camino, además, jirones de credibilidad que tal vez son ya irrecuperables y se suman a los de Errejón en la Universidad, Espinar con su piso VPO, Monedero con el fisco o Echenique con su cuidador. Demasiados baldones estéticos ya. Pero ninguno como el de la mansión, a efectos públicos.


CUARTA FUERZA POLÍTICA


Hace sólo dos años, Podemos sacó casi siete puntos a Ciudadanos en las Elecciones Generales de diciembre de 2015. Hoy el partido de Rivera, según el CIS, le aventaja en casi tres y subiendo. De no estar muy lejos de ser la segunda fuerza política nacional, ahora a situarse años luz de la tercera, hundido en una cuarta posición que no tiene aspecto de poder mejorar. Por mucho que en Podemos se venda la idea de que hay casi un empate técnico entre cuatro partidos, lo cierto es que la formación morada no ha dejado de caer frente al PSOE y frente a Ciudadanos.


A DISTANCIA DEL PSOE


El PSOE aventaja en cuatro puntos a Podemos, con datos de enero de 2018. Es la mayor distancia desde 2015. En junio de 2016 se acercó más que nunca el sorpaso: en aquellas Generales, los socialistas obtuvieron el 22.66% de los votos; y Podemos el 21.1%. A partir de ese momento, la brecha entre ambos no ha dejado de crecer en favor de los socialistas, lo que sumado al auge de Ciudadanos confirma una tendencia inquietante para Iglesias: ni en la izquierda triunfa, ni entre los que buscan siglas nuevas.


EL MENOS VALORADO... ENTRE SUS VOTANTES


Pablo Iglesias llegó a utilizar su propia cara como reclamo en las papeletas electorales de las Europeas de 2014, de convencido que estaba de que él en sí mismo era la marca ganadora. Ahora es el político peor valorado por sus propios votantes, un dato especialmente negativo para cualquier dirigente. Los seguidores de Podemos le otorgan un 5.49, la peor nota entre todos sus homólogos. Rajoy obtiene un 6.20; Rivera un 6.38 y Sánchez un 5.86. Todos mejor que él.


EL QUE MÁS RECHAZO PROVOCA


Si dentro hace frío, fuera la temperatura es polar. Iglesias es de largo el líder peor valorado por los españoles, votantes o no, con un 2.67 que le pone a la cola de preferencias. Una cifra que aún se agudiza en una pregunta clave que el CIS hace periódicamente: "¿A qué partido no votaría nunca?". El rechazo a Podemos alcanza al 58.8% de la población española, con dos matices preocupantes para Iglesias: es verdad que ese porcentaje crece con la edad (el 73% de los mayores de 65 años); pero en el segmento de 18 a 24 años el rechazo supera ya el 44%. Uno de cada dos jóvenes no quiere ver en pintura ni a Iglesias ni a Podemos.



BATACAZO EN CATALUÑA


En 2015 Podemos logró 11 diputados en las Elecciones de Cataluña, bajo la marca Catalunya Sí que es Pot. El pasado diciembre, con las siglas En Común Podem, Ada Colau integrada (algo que no ocurrió dos años antes) y su compañero en el Congreso Xavier Doménech al frente; se quedó en ocho escaños. Nadie ha entendido a Iglesias en este asunto, y los que le han entendido ha sido para mal: su poca aprecio por la Constitución, su rechazo al 155 y su complicidad con el independentismo le ha pasado factura en el resto de España. Y no parece sencillo levantar ese peso.


DIMISIONES, PURGAS E IMPUTADOS


Uno de los autodenominados 'Ayuntamientos del cambio' es el de Alcalá de Henares, donde Podemos gobierna con el PSOE en una errática coalición que le ha dado a la formación uno de sus mayores escándalos: cuatro de sus concejales están imputados por prevaricación, tras conocerse una red de enchufes por temeraria revelación en público de uno de los investigados. Y qué decir de Madrid, donde Celia Meyer y Carlos Sánchez Mato han dado mil quebraderos de cabeza a Manuela Carmena hasta acabar en el banquillo.

Son dos hitos de Podemos, que se completan con purgas internas para quitar al candidato original de Madrid o al líder de Cataluña (José Manuel López y Albano Dante Fachín respectivamente) y divisiones feroces en País Vasco, Baleares o Navarra. De hablar de los Círculos como ejemplo de una nueva política a gobernar el partido con puño de hierro. Y ocupar con todo ello los titulares.


POCA PARTICIPACIÓN


Los militantes -inscritos en su terminología oficial- se han cansado de Podemos. En mayo de 2015 se organizaban en círculos y ya entonces tuvieron un primer sinsabor: no les dejaron presentarse a las Municipales y tuvieron que improvisar otras, las llamadas 'marcas blancas'. Aquella paradoja entre lo que se decía y lo que en realidad ocurría, ha terminado por detonar: cada vez participa menos gente en los procesos internos de Podemos, con un hito elocuente. El exJemad Julio Rodríguez fue elegido hace escasas semanas jefe de Podemos en Madrid capital, con apenas un 16% de participación. Tenían derecho a voto 51.000 'militantes', pero sólo lo ejercieron 8.199.

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