Rajoy puede acabar la legislatura, pero debe marcharse sin falta al terminarla
La sentencia de la Gürtel es jurídicamente blanda con el PP, pero políticamente demoledora. Tanto como para obligarle a Rajoy a preparar su marcha, sin falta, al concluir la legislatura.
El calvario judicial y policial que acompaña al PP vivió ayer uno de sus capítulos más estruendosos con la sentencia de unas piezas de la trama Gürtel que puede considerarse, en términos públicos, ejemplarizante: desde Bárcenas a su mujer, pasando obviamente por Correa, han sido condenados a penas de prisión de entre 15 y 50 años, con las correspondientes multas millonarias acordes con la magnitud del enriquecimiento ilícito que todos ellos experimentaron aprovechándose de su posición.
El tribunal considera probada la existencia de una auténtica trama que, durante veinte años, forzaba adjudicaciones a cambio de suculentas mordidas. Y se lo achaca a una larga lista de dirigentes populares que, en combinación con el empresario que da nombre al caso, organizaron una perfecta organización dedicada al saqueo y al abuso.
Ni al PP ni a Rajoy le han condenado por la Gürtel, pero su condena política es obvia, terrible y desde luego justificada
Nada de esto es una sorpresa y, pese a las sonrojantes explicaciones de los acusados -Bárcenas llegó a decir que su fortuna procedía de su habilidad como marchante de arte-, todo el mundo esperaba un fallo condenatorio que al final ha sido especialmente duro. La incógnita era qué papel le iba a conferir el tribunal al PP en toda esta vergüenza.
La Caja B
Y desde el punto de vista estrictamente jurídico, su decisión ha sido benévola: se le considera beneficiario de todas las andanzas de estos canallas y se da por cierta la existencia de una Caja B; pero se desvincula al partido de su impulso o conocimiento. Es decir, Génova se lucró, en una cantidad incierta, pero no de manera premeditada ni teledirigiendo la función.
Que pese a que ésta sea la literalidad del fallo nadie haya aceptado desvincular al PP, con Rajoy al frente, del mayúsculo escándalo, atestigua que la sentencia es políticamente demoledora por mucho que jurídicamente no lo sea: nadie se ha creído que sea posible organizar semejante trama desde la sede del PP, manipulando las decisiones inversoras de administraciones gobernadas por el PP, y que sin embargo el PP estuviera al margen y sea de algún modo otra víctima de estos golfos.
Quizá Rajoy no deba dimitir en plena crisis de España, pero no puede seguir cuando termine la legislatura
Y no se lo cree nadie porque, simplemente, es difícil de creer. La verdad jurídica libera de algún modo a Rajoy de adoptar medidas urgentes, incluyendo su marcha; pero la política le sitúa al final de un camino, sin la menor duda. La sucesión de escándalos es de una magnitud incompatible con la pasividad legendaria del presidente del Gobierno y del partido, y reclama una profunda regeneración que no sea simplemente cosmética ni afecte a todos menos a él.
El adiós, en diferido
La reciente aprobación de los Presupuestos Generales, la magnitud del pulso desde Cataluña, la vigencia de la crisis económica y la evidencia de que el PP ni estaba imputado ni está condenado penalmente en esta causa desaconsejan una dimisión de Rajoy o una moción de censura; pero le obligan a marcharse al terminar el ciclo y a permitir una sucesión ordenada y renovadora para las próximas Elecciones Generales.
Si hasta ahora era aconsejable que el presidente del PP dejara paso a algún compañero, con el visto bueno de una militancia tan agotada de bochornos como el conjunto de los españoles, ahora es imperioso e inexcusable: ni al PP ni a Rajoy le han condenado por la Gurtel, cierto, pero su condena política es obvia, terrible y desde luego justificada.