La moción de Sánchez, una locura que entregaría España al nacionalpopulismo
Todo lo que no sea un adelanto electoral o la retirada de Rajoy cuando acabe la legislatura, es un asalto inaceptable a La Moncloa de un PSOE que vuelve a contar con el independentismo.
Con una solemnidad melodramática absolutamente artificial, Pedro Sánchez intenta explicar su anuncio de moción de censura como un generoso intento de salvar a España, al parecer sometida a una gravísima crisis institucional derivada de la primera sentencia de la trama Gürtel.
El líder del PSOE, que no es diputado y suma menos escaños de los que necesitaría que le cedieran otros partidos para llegar a La Moncloa, intenta encontrar de nuevo una vía para conseguir la presidencia del Gobierno que no logró en dos Elecciones Generales, aspirando a que la excepcionalidad política que a su juicio genera la corrupción haga olvidar la evidencia de su débil situación y la necesidad de contar, nada menos, con los mismos partidos políticos a los que él mismo aisló apoyando la aplicación del artículo 155 en Cataluña.
Con ser gravísima la resaca de la corrupción que asola al PP, que se promete larga cuando vayan conociéndose las sucesivas sentencias de Gürtel, Púnica o Lezo; nada acrecienta más la inestabilidad de España que echarse en manos de quienes intentan destruirla para, al margen de votos y tribunales, imponer una supuesta justicia poética que no atiende ni a apoyo ciudadano ni a sentencias, sino a una supuesta autoridad mayor de la que Sánchez es intérprete.
Adelantar elecciones o esperar a que Rajoy se retire al terminar el ciclo es sensato: echarse en manos del independentismo, una barbaridad
Sánchez paralizó el país entre 2015 y 2016 con su absurdo empeño en gobernar tras obtener los dos peores resultados de la historia del PSOE, a quien además partió en dos con ello, y vuelve a hacerlo, en pleno desafío soberanista, parapetado en un autoconcedido ejercicio de salvación nacional que en la práctica es una agresión a la estabilidad de España. ¿O acaso alguien puede creer que la manera de salir de la crisis institucional y económica es echarse en brazos de quien más alimenta la primera y agudiza la segunda?
Porque a Sánchez, una vez más, sólo le salen las cuentas sumando sus escasas actas a las de Podemos y a las del PdeCat de Puigdemont, la ERC de Junqueras y el PNV -o en su defecto los grupos canarios y Bildu-; esto es, a la nefasta combinación de populismo y soberanismo que intervendría La Moncloa desde su superioridad numérica convirtiendo al endeble presidente en mero títere a su servicio.
Ciudadanos sí es razonable
Sólo si Ciudadanos se sumara a un pacto con el PSOE y Podemos Sánchez podría evitar a los nacionalistas, pero el partido de Rivera ha vuelto a mostrar su lógico rechazo desde el primer momento con una propuesta coherente con su percepción de la realidad política degradada y respetuosa con las normas más elementales de la democracia: reclamarle a Rajoy que convoque Elecciones Generales o lograrlo con una moción de censura instrumental para convocarlas por él a través de un presidente provisional cuyo mandato se limite a impulsar el paso por las urnas.
Lo que no va a hacer Ciudadanos es apoyar a un Pedro Sánchez que quiere entrar en La Moncloa por la puerta de atrás, solemnizando la gravedad de una corrupción deplorable que sin embargo no le importa en Andalucía, para entregarse a continuación a los designios y caprichos de quienes más están haciendo por desestabilizar a España.
Sánchez no quiere preguntar a los españoles porque sabe que no le votan e intenta asaltar La Moncloa por atrás
En ese contexto, a Rajoy tampoco puede valerle con esperar a que, como en el pasado, las estrambóticas o imposibles combinaciones de siglas le permitan sobrevivir, agarrándose a la imposibilidad de que el resto se alíe de una manera presentable por muchas ganas que tengan de desalojar al PP de La Moncloa.
Es cierto que la sentencia de Gürtel no considera culpable de nada al PP, y mucho menos a Rajoy, pero no lo es menos que más allá de las responsabilidades judiciales existen otras de carácter político que los populares no pueden seguir despreciando: son demasiados casos de corrupción ya, en demasiados lugares, durante demasiado tiempo y con demasiados protagonistas de primera fila como para pensar que, todo lo que sea limitar la sanción penal al ámbito individual del delincuente, equivale a exonerar políticamente a la formación en la que estaba. Legalmente el PP no será culpable de las andanzas de Bárcenas, pero políticamente es rehén y partícipe de todas las tramas corruptas que ha tenido en su seno.
Cambiar de Gobierno o acudir a las urnas en pleno vendaval secesionista y económico es una barbaridad, como lo es mantenerse en el Ejecutivo sin el más mínimo cambio ni el más nimio anuncio de regeneración y retirada. Si Rajoy cree de verdad que su permanencia es fundamental para no entorpecer la recuperación económica ni dar alas al nacionalismo, ha de despejar la incógnita sobre su futuro, confirmando su retirada al término del ciclo legislativo, y dejar que de verdad su partido se regenere antes de la próxima cita electoral.
El asalto de Sánchez
Y si no es capaz y de verdad teme el asalto a la Moncloa de un Sánchez desquiciado con unos socios peligrosos, que haga caso a Rivera y pregunte a los españoles, que son quienes de verdad tienen derecho a decidir cómo se solventa cualquier problema nacido en el seno de su delicada democracia.
Algo que el líder del PSOE, por cierto, no quiere hacer: presentar una moción imposibilita la disolución de las Cámaras y la convocatoria electoral, algo que él mismo buscaría si se sintiera capacitado para convencer a los españoles. Y ésta es la prueba de que sólo le mueve el deseo de gobernar, a cualquier precio y con cualquiera.