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J.R.

Política: todo está en las series

Ocho joyas no tan conocidas para entender el mundo a través de unas horas de televisión, política, ficción y realidad.

Política: todo está en las series

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Quizá no se haya cansado aún de la política, rebosante en estas horas de relevos y mociones de censura y tenga ganas de más emociones. Hubo un tiempo en que la pequeña pantalla miraba a la clase política con distancia o complejo, como si la responsable de casi todo fuera territorio privativo de informativos y, todo lo más, tertulias.

Pero eso ha cambiado, desde España hasta Estados Unidos, se diría que la política no sólo ha mirado a la televisión, sino que incluso ha cambiado gracias a ella: es imposible no detectar en Obama algunos recursos del Martin Sheen que ejercía de presidente en la mítica ‘El Ala Oeste de la Casa Blanca”. E incluso el mismísimo Donald Trump es una criatura crecida en el neón de la pequeña alimentada, de la que cogió fama y energía para conquistar un paraíso que para tantos suena a infierno.

¿Hay que verlo todo? ¿Cuáles son los títulos imprescindibles? ¿Ha saltado la política de los despachos ovales a las calles para reflejar otros problemas? Esta guía no pretende sentar un canon, pero sí destaca algunas series más allá de las archiconocidas, muy recomendables para disfrutar de la vida misma y dar la razón a Manuel Azaña, tal vez, cuando decía que el de político “es el oficio más noble al que puede uno dedicarse”. O tal vez no del todo.

Boss

No es la más célebre, ni tampoco fue la más valorada por la audiencia, que miró para otro lado y no dejó pasar la historia del alcalde de Chicago más allá de la segunda temporada. Pero es única en su planteamiento: propone cómo se gobernaría una gran ciudad con una enfermedad grave, que afecta a la capacidad sensorial y a la memoria, intentando guardar el complejo secreto.

Kelsey Grammer, el mítico Frasier que antes fue el no menos célebre novio de Diana en la archiconocida Cheers, encarna a un alcalde con hechuras de presidente que tiene que sobrevivir a la política y a la vida, en una carrera contra el reloj donde el poder, el sexo y las traiciones las hemos visto ya mil veces, pero nunca con ese poderío.


Borgen

Es la única previsible de la lista, pero no podía faltar por su pionero exotismo nórdico. El norte europeo lo está bordando con series policíacas, políticas e históricas. Borgen es a la pequeña pantalla lo que Stieg Larsson fue a la literatura, un trampolín para creaciones que vinieron del frío. La envidiable política danesa, más equiparable en tamaño a la que se destila en una ciudad mediana española, mostró una manera de ejercer el cargo público bien distinta a la de Trump, Le Pen e Iglesias y planteó dos interrogantes: ¿Es posible algo así en España? ¿O tendremos todos que mudarnos a Copenhague? El thriller con connotaciones políticas deja otras series venidas del frío con ‘Fortitude’, ‘Atrapado’, ‘Absuelto’ o incluso ‘The legacy’, aunque nada equiparable a la presidenta Birgitte Nyborg gobernando el castillo de Christianborg.

Alpha House

¿Qué pasaría si se juntaran a vivir cuatro senadores republicanos en un pisito de soltero en Washington DC? La serie encabezada por el inmenso John Goodman en el ‘House of Card’ de la comedia política, entre ‘Resacón en las Vegas’ y la mítica película ‘La cortina de humo’. Un guión elegante plagado de situaciones verosímiles que demuestra dos cosas muy verídicas: a veces las grandes decisiones se adoptan de manera bien chapucera y, pese a ello o por ello, quienes las adoptan son entrañablemente humanos.


Madame Secretary

El estrepitoso fin de Hillary probablemente acabe también con una serie hecha a su imagen y semejanza, como si fuera una parte de la campaña electoral que terminó con una sonora derrota. La serie no pasará a la historia, pero alberga un secreto muy poco habitual en la vida política real: un dirigente neutral que piensa más en el interés general que en el de su partido. En lo demás, una especie de ‘The good wife’ que intercambia los despachos de abogados por las inmediaciones del Capitolio.

Show me a hero

Pasó desapercibida en España, pero es una de las mejores experiencias televisivas de los últimos años y, tal vez, la que más equipara la política americana con la de cualquier lugar del mundo al bajar al terreno del barrio en una pequeña ciudad, Yonkers, que podría ser Tarrasa, Jerez o Getafe. La convivencia compleja entre activistas, ciudadanos, políticos sensatos y burócratas interesados ofrece una estampa reconocible firmada en seis capítulos por el creador de la mítica ‘The Wire’.


The man in the high castle

En la línea de la asfixiante ‘Utopía’, esta serie es tan política como la que más, aunque las peripecias del inquilino de la Casa Blanca no sean prioritarias. Plantea cómo sería el mundo de haber ganado la Segunda Guerra Mundial la alianza de Alemania y Japón y cómo sería Estados Unidos a continuación, al quedar dividido en tres partes con Colorado como zona neutral. Para los interesados en la materia, nada mejor que leer al autor de la novela que inspiró este arriesgado ejercicio de buena televisión. Responde por Phillip K. Dick.

Deutschland 83

Aunque las intrigas en el Despacho Oval son ya tan cosmopolitas como la coca cola, la política que de verdad marcó a toda Europa viene marcada por el telón de acero y simbolizada en la división de Alemania. Sobre esto va una serie germana imprevisible y distinta, que cuenta como nadie la tela de araña tejida en los despachos de Occidente y Moscú para imponer una visión del mundo, la democracia y la economía que aún sigue vigente.


Deadwood

No es estrictamente política, y sin embargo es quizá la más política de ellas en un sentido primitivo: la fundación de los Estados Unidos desde un apartado rincón polvoriento simboliza lo mejor y lo peor de la actividad que más regula y condiciona la vida en comunidad. El Lejano Oeste como metáfora de la rabiosa actualidad, con una diferencia a favor del pasado: entonces estaba más claro quiénes eran los buenos y quiénes los malos.

Que nadie descarte que, algún día, la política española inspire uno de estos culebrones de bella factura. Las vidas de Pedro Sánchez, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias o Albert Rivera dan para ello, con varias tramas paralelas pidiendo a voces un buen guionistas y una pantalla pequeña y acogedora.