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La dignidad de Rajoy empequeñece aún más a Sánchez y a sus socios

Su ejemplar salida de La Moncloa tras un apaño parlamentario contrasta con la lamentable llegada de Sánchez, cuya presidencia sólo debería utilizarse para convocar rápido Elecciones.

La dignidad de Rajoy empequeñece aún más a Sánchez y a sus socios

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La dignidad personal, política e institucional con que Mariano Rajoy ha entregado la presidencia del Gobierno a Pedro Sánchez, que no le correspondía por decisión de los ciudadanos pero ha logrado con un lamentable pacto con partidos a los que el PSOE tenía la obligación de aislar; es la mejor demostración de la injusta caricatura que del dirigente popular, y por extensión del centroderecha en España, han hecho durante años sus rivales políticos y mediáticos.

Rajoy ha ganado tres Elecciones Generales consecutivas, la primera de ellas con el mejor resultado de cualquier presidente en democracia, y le ha tocado gestionar una época muy dura: la mayor crisis económica en décadas, el desafío a la convivencia y la ley desde Cataluña, el nacimiento del populismo e, incluso, la abdicación del Jefe del Estado.

Rajoy podía haberse marchado denunciando los intereses bastardos que le echan del Gobierno para poner a un Sánchez con 53 diputados menos

Su balance es más que razonable en todos esos frentes y, aunque no siempre haya sido comprendido y su Gobierno no haya siempre acertado, la situación de España ha mejorado en cada uno de esos epígrafes de manera objetiva e incontestable; en los que su rigor y discreción le han convertido siempre en parte de la solución y no en inductora del problema.

Podía haberse marchado denunciando una repugnante campaña de intereses bastardos que conculcaba el designio de las urnas, pues eso es lo que ha sido la moción de censura por muy legal que obviamente sea, pero ha preferido entregar los poderes con un silencio sepulcral que, en sí mismo, ha resultado demoledor para su heredero: toda la distorsión interesada que Sánchez lleva años haciendo de Rajoy se diluyó como un azucarillo en esa escena histórica en la que, ante el Rey, el primero se marchaba sin merecerlo y el segundo llegaba sin ganarlo.

El traspaso

Ese traspaso de poderes, así como la imposibilidad de frenar la moción de censura o influir en las decisiones judiciales que están machando al PP por sus casos de corrupción, también prueba el ejemplar respeto a la democracia del líder popular, algo que no debería representar ningún mérito de no ser porque se le ha negado, a él y a su partido, en estos últimos años: el PP ha sido tratado con extrema dureza desde todos los poderes públicos, y si bien eso es lo razonable, derriba la falsedad sobre sus constantes injerencias en las competencias de otros pilares del Estado.

No es verdad, y por eso Rajoy y el PP han perdido lo que las urnas les habían dado. La destructiva oposición a los populares se ha sustentado en un hecho cierto sobredimensionado -la corrupción, que afecta y de qué manera al PSOE igualmente-, pero también en un cúmulo de exageraciones propagandísticas destinadas a generar la idea artificial de que su relevo era una emergencia nacional.

Ahora que los rivales de Rajoy han entrado en La Moncloa por la puerta pequeña y se niegan a consultar a los ciudadanos en las urnas, es probable que toda esa tensión ficticia se reduzca y, de repente, en España no haya un problema tan desmedido con las pensiones, la igualdad, la pobreza o cualquiera de las cusas utilizadas por la izquierda para, lejos de atenderlas, servirse políticamente de ellas.

Su derecho a hacer oposición exigente, sin concesiones a un Ejecutivo entregado a populistas e independentistas, es una obligación

Que Rajoy se quede temporalmente como jefe de la Oposición y presidente del PP es, en la misma medida, otro ejercicio de dignidad que permite visualizar, sin necesidad de verbalizarlo, el golpe insitucional encabezado por un partido que dispone de 53 diputados menos que los populares. Y es una buena manera de preparar al PP para los próximos comicios, a los que llegará con la pesada mochila de las sentencias judiciales aún por conocerse pero también renovado y con el bagaje de su eficacia en la gestión y su forzado desalojo.

Oposición exigente y renovación

Su derecho a hacer una oposición sólida y muy exigente, sin concesiones a un Ejecutivo entregado a populistas e independentistas, es casi una obligación ante los millones de españoles que han visto, anonadados, cómo una UTE temporal de perdedores con distintos intereses se aliaba para echar al presidente legítimo colocado por las urnas. La regeneración del PP ha de ir de la mano, pues, del respeto al legado de Rajoy y de la defensa cerrada de los valores y propuestas que le hicieron ganar hasta que un pacto de despachos alteró el resultado de manera poco higiénica.