El PP tiene una oportunidad de renovarse de verdad que no debe dilapidar
La marcha de Mariano Rajoy ofrece a los populares una posibilidad de rearmar sus liderazgos y propuestas para seguir siendo el actor determinante de la política en España.
El PP elegirá nuevo presidente en un Congreso Extraordinario exprés que se celebrará los próximos 21 y 22 de julio, lo que garantiza que la nueva dirección iniciará en septiembre el curso político con un plantel distinto y todo el potencial teórico para ejercer de oposición a un Gobierno legalmente intachable pero estéticamente anómalo: sí, logró una mayoría parlamentaria suficiente para relevar a Rajoy; pero la tradición democrática impone que la búsqueda de esos acuerdos quede reservada para el que, antes que en el Congreso, tiene la mayoría en las urnas.
La marcha de Rajoy le quita al PP la mochila de la corrupción si sabe regenerar sus caras y sus propuestas
El traumático desalojo es, pese a todo, una oportunidad de regenerarse y de liberar al partido de la pesada losa de corrupción que aún deparará sonoras sentencias como la que ayer mismo se conoció a propósito de la rama valenciana de la trama Gürtel: ya será imposible exigir responsabilidades políticas al nuevo PP, se fallen las sentencias que se fallen, una vez las ha asumido el actual presidente con su adiós y su partido con la pérdida del poder logrado con los votos.
Por eso, pese a lo políticamente agresivo de una moción de censura en las condiciones en que la ha impulsado Pedro Sánchez -nada menos que con populistas, independentistas y Bildu a la vez-, una vez consumado el desalojo el PP tiene una ocasión para limpiarse y, desde un suelo electoral que parece sólido, hacer una propuesta mejorada a los españoles en momentos de zozobra institucional y nubarrones políticos.
Pero nada resultará verosímil si los populares no entregan esa decisión a los militantes, con la diputa abierta que sea necesaria entre distintos aspirantes y con una concreción muy definida de las propuestas, las ideas y las apuestas de cada uno de ellos ante los grandes problemas que presenta el presente y el futuro inmediato de España.
Oportunidad o problema
Si el PP convierte la sucesión de Rajoy en una prolongación de pactos y cuotas, por un lado, y de caras conocidas, por otro; la ocasión que le brinda el adiós de su presidente vigente quedará francamente desaprovechada. El propio Rajoy le ha pedido a su Junta Directiva Nacional que haga un esfuerzo por renovarse, debatir, competir y, cuando gane quien sea, ponerse tras de él con consenso interno.
Son palabras razonables que evidencian una vez más el sentido común de un político inusual que parece de una época en la que la táctica, la estrategia o el marketing no eran tan relevantes y primaban simplemente los principios. Quizá no sean las mejores virtudes en el siglo XXI e, incluso, los defectos de Rajoy y su legendaria pausa para casi todo no sean compatibles con el tipo de liderazgo rimbombante que imponen los tiempos; pero resulta plausible escuchar a dirigentes políticos que razonan lo que hacen y no se limitan a buscar una frase afortunada.
Feijóo es un aspirante muy solvente y experto, pero deben ser los militantes quienes decidan
En términos estrictamente nominales, todo indica que el presidente de la Xunta, Alberto Nüñez Feijóo, es el mejor colocado: ha vencido por mayoría absoluta en Galicia, es conocido en toda España, no está manchado por los escándalos de algunos de sus compañeros y tiene experiencia y solvencia demostrables.
Los aspirantes
Los nombres de Dolores de Cospedal, respetada entre la militancia y con una gran poder territorial; o Soraya Sáenz de Santamaría, bien valorada por los ciudadanos en todos los sondeos; suenan también en unas quinielas que no deben marcar a nadie ni condicionar a ningún aspirante que también suena -casos de Íñigo de la Serna o hasta de García Margallo- o que ahora mismo no forma parte de los aspirantes teóricos.
Que decidan las bases, pues, en una liza abierta y no en un concilio entre obispos para elegir Papa:si todo queda reducido al simple cambio de Rajoy, el PP habrá derrochado una posibilidad única de regenerarse y seguir siendo el partido más decisivo de la política en España.