Vuelve Diplocat, el altavoz internacional del soberanismo contra España
Si el Gobierno no puede evitar la reapertura del aparato de propaganda internacional del soberanismo, sí debe vigilarlo y evitar que sea de nuevo un trampolín contra España.
La Generalitat de Cataluña va a reabrir con inmediatez seis de sus nueve embajadas en el extranjero, hasta completar en unas semanas la red al completo. El cese del 155, automático al constituirse un Govern sin presos ni exiliados, le permite técnicamente a Quim Torra recuperar la autonomía de decisiones que, como la resurrección de Diplocat, han sido en el pasado bien reciente la lanzadera internacional de una infumable propaganda secesionista.
El propio ministro de Asuntos Exteriores, Josep Borrell, ha reconocido su incapacidad para abortar una medida que técnicamente es legal y que, sobre el papel, no difiere mucho de las oficinas de promoción internacional que tienen otras muchas Comunidades Autónomas para difundir sus atractivos turísticos, económicos y de toda índole.
Diplocat, TV3 o la educación no pueden ser manipuladas más al servicio del soberanismo sin que nadie haga nada
El problema es que Diplocat nunca ha sido eso y, con seguridad, no va a serlo ahora. Existen sobradas pruebas de que este engendro institucional ha sido la piedra angular de la estrategia soberanista de internacionalizar un conflicto falso y convertir su eminente carácter antidemocrático en una especie de cruzada épica contra la represión liberticida de España.
El problema no es la existencia de Diplocat, como no lo es la existencia de TV3 o las transferencias educativas, sino el uso y abuso que se da a herramientas públicas para pervertir sus objetivos y ponerlos al servicio de una causa nefanda.
Contra eso sí puede y debe luchar el Gobierno de Pedro Sánchez, que hasta ahora no ha ofrecido resistencia, sino todo lo contrario: levantar el control de las cuentas de la Generalitat ha sido una decisión voluntaria que, sin duda, favorece la recuperación de las 'estructuras de la República' en que el soberanismo ha transformado históricamente todas las instituciones autonómicas.
Palabra de Borrell
La impotencia de Borrell, cuyo cambio de discurso sobre el problema catalán no se explica del todo por muy ministro que sea, no puede significar la vuelta a la impunidad de la Generalitat. Y conformarse con que no traspase las líneas rojas penales tampoco ha de ser el único y modesto objetivo.
Si Torra y los partidos que lo sustentan se circunscriben ahora al terreno legal no es por una repentina aceptación de las reglas del juego democrático; sino como una mera estrategia política para mantener el pulso sin incurrir en responsabilidades penales. Tal vez no se pueda evitar del todo, pero se debe dificultar y fiscalizar, con todas las alarmas activadas y los recursos preparados para frenar los previsibles excesos.
Sin impunidad
Mientras, resulta indignante constatar cómo la Generalitat va a convertir sus oficinas en París, Bruselas, Nueva York o Copenhague en una suerte de altavoz de sus desvaríos y de desprecio a España, amén de en unos caros chiringuitos para colocar a sus afectos, con la hermana del controvertido Pep Guardiola como emblema de todo ello.
Entre el 155 y la impunidad puede y debe haber un camino intermedio; descubrirlo, explicarlo y aplicarlo es responsabilidad del nuevo Gabinete, pero los mensajes emitidos hasta ahora -o la ausencia de ello- no permiten creer que esté en ello. Ojalá nos equivoquemos.